Desde hace tiempo se ha venido diciendo que hay crisis de líderes en nuestro país y que todos los que han pasado y siguen tratando de repetir, han decepcionado a nuestro pueblo porque la tónica de todos ellos cuando han llegado al poder ha sido la misma: primero yo, después yo y siempre yo y el pueblo que quizás muchos o algunos tuvieron una ilusión, sin beatriz y sin retrato, como dice un sabio refrán.
Ahora, a un año de la celebración de un nuevo circo electoral, en el cual el maestro de ceremonias será un importante delegado del Consejo Supremo Electoral (CSE), de completa confianza del tirano Daniel Ortega Saavedra que va para un tercer periodo consecutivo, a estas alturas de esta singular partida se puede decir como el catalán Joan Manuel Serrat cantando el verso del poeta español Antonio Machado: caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Una de las principales equivocaciones en la búsqueda de un buen líder que reúna las mejores cualidades conforme a las expectativas del pueblo, ha sido buscarlo en las alturas y preferiblemente que sea graduado de una prestigiada universidad en el extranjero. Pero la verdad es que por lógica un graduado de afuera no tiene la misma visión sobre los problemas que aquejan a la población y de la mejor manera de buscarles soluciones prácticas. De modo que terminan ganando extraordinarios salarios y beneficios para ellos, sus familias y sus amigos y para el pobre pueblo algunas migajas del pastel Estado, pero sin resolver los problemas de la gente.
Por otra parte, cuando se habla de buscar un buen líder como que hay la disposición a aceptar una persona sencilla, “chapiollita”, y lo más probable es que sea mucho más eficaz en los resultados prácticos. No se necesita que sean egresados de Harvard y el sentido común nos dice que es mejor un líder egresado de la universidad de la vida, humilde, con buenos sentimientos y sensibilidad ante las dificultades que enfrenta a diario la gente del pueblo para llevar el pan a su mesa.
Algunos podrían decir que Daniel Ortega, quien viene de esa universidad de la vida, se convirtió en un tirano multimillonario a la sombra del poder, pero la gran diferencia es que siempre ha sido soberbio, prepotente y egoísta, características que son diametralmente opuestas a la gran virtud de la humildad. Porque humilde es la persona que acepta sus errores y se disculpa públicamente por los daños causados, humilde es, por ejemplo, el nuevo primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, quien camina sin guardaespaldas, saluda con sencillez a las personas en las paradas del Metro y entabla conversación con los ciudadanos escuchando sus ideas, sugerencias o comentarios.
Pienso que debemos tener la seguridad de que el día en que el pueblo elija un presidente humilde, honesto y con verdadera vocación de servicio a nuestro pueblo, ese día se terminará la hegemonía de los malos hijos de la patria que tienen literalmente destruido a Nicaragua.
Los nicaragüenses debemos luchar por una Nicaragua con gobernantes humildes al servicio del pueblo. El autor es ingeniero agrícola, nicaragüense residente en Canadá.
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