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Sembrando se recoge la cosecha

¡Que divertido que somos los seres humanos! Queremos frijoles sin sembrar, comer frutos sin madurar, trabajar y vivir renegando por lo que hacemos o por lo que no tenemos.

¡Que divertido que somos los seres humanos! Queremos frijoles sin sembrar, comer frutos sin madurar, trabajar y vivir renegando por lo que hacemos o por lo que no tenemos.

La verdad es que es muy fácil caer en la tentación de entender todo al pie de la letra y llegar también a conclusiones falsas, como con frecuencia ha pasado a través de la historia y sigue ocurriendo. No es raro encontrarnos con gente que, al ver las desgracias que ocurren en el mundo, se sientan futurólogos y, apoyados en las palabras del evangelio, atemoricen con la llegada del fin del mundo.

Jesús habla con un lenguaje escatológico y apocalíptico. Escatológico porque nos habla de un futuro, la destrucción de Jerusalén que va a llegar, y lo hace con un estilo muy propio del pueblo judío de aquellos tiempos. Apocalíptico porque, a través de un lenguaje simbólico, nos quiere revelar algo muy importante: Que con el presente nos estamos jugando el futuro. Y, lógicamente, tenemos que estar preparados para responder siempre a la llamada de Jesús: Realizar el Reinado de Dios.

Todo el discurso de Jesús está envuelto en un lenguaje muy especial, propio de la cultura judía de su tiempo de hace más de dos mil años; por eso, quien pretenda entender el Evangelio, al pie de la letra, seguro que va a llegar a conclusiones falsas.

Jesús nos habla de la llegada de un futuro que se construye en el presente, muchas veces lleno de dificultades, peligros y contradicciones.

Construir el presente no es fácil: Hay momentos muy duros, tanto a nivel político, como social, económico, familiar y aún religioso. Los problemas y reveses nos agobian y se presentan cuando menos los esperamos. Hay momentos en que se nos apaga toda luz y el cielo entero parece que se nos va a caer encima.

Jesús nos llama a la vigilancia para que en esos momentos no caigamos en el desánimo ni tiremos la toalla como la gente insegura, incapaz de mirar más allá de los mismos problemas.

El futuro se construye con el esfuerzo y los sudores del presente, como la mujer que va a dar a luz: antes de parir sufre los dolores del parto. El mañana se construye con los sudores y lágrimas del hoy, con el trabajo agotador del día a día.

Es hoy cuando construimos lo que mañana será la sociedad en que vivimos. No esperemos un futuro prometedor, si no sembramos hoy la cosecha que lo puede realizar. El futuro no se predice sino se construye.

Es hoy cuando los jóvenes construyen su mañana. No esperen un futuro halagüeño, si hoy viven en la irresponsabilidad, la flojera y nada quieren saber de compromiso. Es hoy, cuando unos esposos construyen lo que van a ser mañana. No esperen un mañana feliz, si hoy siembran mentiras, engaños, desconfianzas e infidelidades.

Es hoy cuando los padres construyen el mañana de sus hijos. Dejar irresponsablemente este trabajo para después es arruinarles su futuro.

Es hoy cuando la Iglesia tiene que construir lo que mañana quiere ser. Abandonarse a las comodidades del pasado, lo único que le asegura es un porvenir desolador.

Fue el hoy, muchas veces duro, de la vida de Jesús el que hará posible su triunfo definitivo, su vuelta gloriosa. Decidirnos por la vida es optar por el futuro. Esto quiere decir que, en el momento actual estamos construyendo las circunstancias positivas o negativas en que viviremos en el futuro.

Desconocemos cuándo llegará la victoria y el futuro exitoso, (Mc.13,32); lo único que sí sabemos es que solo sembrando se recoge la cosecha. La suerte del mañana está en las manos de hoy. No nos engañemos: el mañana prometedor no cae del cielo; se siembra y se recoge aquí, en esta tierra.

 

 

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