En medio del dolor familiar y la consternación general por la trágica muerte de Antonio Lacayo Oyanguren, Toño como se le llamaba afectuosamente, es inevitable destacar su extraordinario aporte a la historia política de Nicaragua, como impulsor de la transición democrática y la reconciliación nacional.
En una compleja y polarizada situación en la que apenas se estaba saliendo de la guerra, agravada por la feroz resistencia de una dictadura derrotada que no quería desaparecer, Antonio Lacayo alcanzó grandes logros gracias a su tenacidad pacifista y reconciliadora.
Como todo ser humano también cometió errores, e igualmente fue víctima de incomprensiones, incluso de difamaciones y falsas imputaciones. Así ocurrió, por ejemplo, en enero de 1991, cuando el exjefe militar de la Contra, Enrique Bermúdez Varela, fue asesinado por matones sandinistas y de manera irresponsable
Antonio Lacayo fue acusado públicamente de complicidad.
Sin embargo Toño fue a donde se estaba velando el cadáver del líder contrarrevolucionario para, en un ambiente sumamente tenso y hostil, patentizar el sentimiento de pesar y la condena de él personalmente y del gobierno de doña Violeta a aquel cobarde asesinato político.
Con la misma entereza Antonio Lacayo enfrentó a los iracundos comandantes sandinistas, a principios de agosto de 1993, cuando doña Violeta anunció la destitución de Humberto Ortega como jefe del Ejército y la aprobación de una ley para su institucionalización democrática. Pero Antonio no se arredró y la profesionalización del estamento militar siguió como se había programado.
Como ocurre con todas las personas que desempeñan una función decisiva en épocas históricas tormentosas, el rol de Antonio Lacayo en la transición democrática de Nicaragua se puede apreciar mejor con el paso del tiempo, cuando el velo de las pasiones políticas de aquel período se ha disipado y la memoria maniquea da lugar a la lucidez objetiva de la historia. Y el balance de la actuación política de Toño, ahora que infortunadamente ha desaparecido, es muy favorable para él y merece el reconocimiento que la comunidad nicaragüense e internacional le está haciendo.
Pero el legado de Toño Lacayo trasciende lo pasado. Como demócrata integral que era Antonio Lacayo sentía mucha preocupación por el retroceso institucional del país en los últimos años. Reflexionaba sobre las perspectivas inciertas de la nación y advertía que en el momento oportuno será necesario que alguien promueva una nueva transición democrática ordenada y pacífica.
Ya en enero de 2008, cuando el actual régimen de Daniel Ortega apenas cumplía un año, al conmemorarse el 30 aniversario del asesinato del doctor Pedro Joaquín Chamorro Cardenal Antonio Lacayo dijo a algunos amigos que lamentablemente habían pasado treinta años “y seguimos en lo mismo”. Pero al mismo tiempo expresó su convicción de que así como en 1990 pudimos salir del abismo, ahora también volveríamos a salir.
Antonio Lacayo Oyanguren puede descansar en paz porque seguramente así será.