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Silvio Avilés Gallo

Maquiavelismo islámico

Los recientes y trágicos atentados perpetrados en París por terroristas del Estado Islámico de Iraq y Siria (ISIS) no solo confirman la naturaleza barbárica e inhumana de los integrantes de ese movimiento, sino que han provocado estupor inclusive de parte de quienes han demostrado simpatía por los fanáticos seguidores de los mandatos del profeta.

Las oleadas masivas de quienes huyen de los desmanes y tropelías de este flagelo de la humanidad han conmovido al mundo, al punto que hasta el papa Francisco abogó por ellos en su histórica comparecencia ante la Asamblea General de las Naciones Unidas durante su reciente visita a los Estados Unidos.

Las escenas desgarradoras de miles de refugiados tratando de cruzar las fronteras de varios países europeos no han dejado indiferentes a moros y cristianos, especialmente el espectáculo de niños fallecidos en las playas tratando de salvarse del naufragio de sus precarias embarcaciones.

Sin embargo, llama poderosamente la atención que la inmensa mayoría de los emigrantes son personas jóvenes y, curiosamente, no se trata de cristianos sino de familias musulmanas. Se comprendería que quienes profesan otras creencias religiosas distintas de los seguidores de Alá trataran de escapar de los verdugos de ISIS, no así los propios mahometanos, y en todo caso las oleadas de inmigrantes buscarían refugio en países afines a sus costumbres (por ejemplo Turquía, los Estados de la antigua Yugoslavia) y no precisamente en Francia, Alemania, Austria, es decir la Europa occidental, donde ya constituyen una creciente e importante minoría.

Todo hace pensar que se trata de un diabólico designio urdido por los extremistas del Islam, que no han ocultado su empeño por reconquistar los antiguos dominios de donde fueron expulsados por los Reyes Católicos Fernando de Aragón e Isabel de Castilla el 2 de enero de 1492, así como vengar la derrota infligida por Don Juan de Austria en la Batalla de Lepanto el 7 de octubre de 1571, último intento por retornar a la Europa cristiana.

Estamos frente a un plan que calza como anillo al dedo al ingenio y perversidad de Nicolás Maquiavelo, inmortalizado por su conocida obra El Príncipe, que ha servido de inspiración a los políticos que transitan por la sinuosa ruta de la malignidad.

¿Qué mejor estrategia que este nuevo Caballo de Troya para despistar y avivar el sentimentalismo legítimo de los odiados “infieles”, que no podrían permanecer indiferentes ante el sufrimiento de seres humanos víctimas de la barbarie de quienes dicen actuar en nombre de un dios desprovisto de amor, misericordia, solidaridad y tantos otros atributos que caracterizan al verdadero Dios, sintetizado magistralmente por San Juan cuando afirma que “Dios es Amor”? (I Jn. 4,8).

Francia, Europa y el mundo civilizado parecen haber despertado súbitamente de su sopor ante la magnitud de la acción brutal e inhumana del comando de la muerte, integrado por jóvenes de entre 15 y 18 años, según las autoridades de la policía gala, que desató la repulsa de quienes creemos que la vida es un don de Dios que solo Él tiene derecho de disponer.

Por su parte, los cínicos y desalmados asesinos de ISIS no tardaron en adjudicarse la autoría de este abominable atentado, que ha llenado de luto y dolor a una sociedad que se ufana de haber sido la cuna de la declaración de los derechos humanos, entre los cuales prima el derecho a la existencia.

Los auténticos demócratas de Nicaragua debemos repudiar estas atrocidades y compartir el dolor de quienes hoy sufren las consecuencias del desprecio a la dignidad de la persona humana, si es que de veras pretendemos que el mundo crea que a los nicaragüenses nos mueven genuinos sentimientos cristianos y solidarios, como lo proclama (del diente al labio) el gobierno sandinista en la propaganda que inunda los espacios públicos.

El autor es diplomático nicaragüense retirado.

Opinión atentados ISIS Maquiavelismo París archivo
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