Querida Nicaragua: En este asunto de los migrantes cubanos que se encuentran en Costa Rica, al tiempo que hubo una falta de comunicación que tenía que conducir a un desagradable incidente en la frontera de Peñas Blancas, hubo también y especialmente un ingrediente ideológico al cual nadie ha querido referirse.
Los migrantes son cubanos adversarios de los Castro, salen desesperados de Cuba porque no resisten más ese sistema autoritario sin derechos, ni justicia, ni libertad y el régimen nicaragüense es alumno sobresaliente del castrismo.
Cierto que el silencio del gobierno tico al no comunicarle al de Nicaragua sobre la avalancha de migrantes que llegaba a la frontera, fue un error, algo como la rabieta de un chico malcriado que le ha quitado el habla a su compañero, debido a los problemas limítrofes pendientes de resolución en la Corte Internacional de Justicia de la Haya, pero no menos cierto que fue exagerada la reacción de Nicaragua enviando a la frontera todo un batallón ante gente realmente indefensa.
Nuestros pueblos mucho hablan de solidaridad, pero realmente lo hacen del diente al labio porque a la hora en que se presentan los problemas, los gobiernos involucrados se enseñan los dientes y se afilan las garras. La solidaridad y la comprensión brillan por su ausencia y tienen que venir terceros países a mediar en situaciones delicadas. Esta es la norma en los litigios entre países latinoamericanos. Todos estos países han aceptado a la tiranía dinasta de Cuba como uno más de los países democráticos y casi le han rogado que vuelva a la OEA, y complacidos han visto cómo los EE. UU. han abierto su embajada en La Habana mientras don Raúl Castro declara que no dará un paso atrás en su sistema político. Conociendo el sistema cubano deberían entender que los migrantes tienen toda la razón y por solidaridad latinoamericana ayudarles en la ingrata ruta que tienen que recorrer para poder llegar al único país que los recibe con dignidad, los acepta y tienen programas especiales para ayudarles a instalarse de alguna manera en la solidaria patria de Washington y Jefferson. Eso sí es solidaridad, lo demás son palabras huecas. Cristianos, socialistas, solidarios, tan solo en los rótulos de propaganda.
El diario LA PRENSA entrevistó, en los albergues que ha montado Costa Rica, a uno de los migrantes, un hombre de 39 años, hoy excomerciante agropecuario cuyo negocio comenzó a quebrar por las políticas del gobierno cubano. Relata que durante 14 años de trabajo vendía sus productos en los mercados agrícolas de Camagüey, la tercera ciudad más importante de Cuba. En el año 2009 el gobierno de Raúl Castro prohibió el comercio libre y fue entonces cuando empezó a perder dinero. Intentó activarse en la producción ganadera y luego en la lechera, pero ambas no eran rentables. Fue entonces cuando decidió emprender el viaje a los Estados Unidos. Hoy en día si las condiciones económicas de la isla fuesen otras no solamente saldrían dos mil cubanos, sino que la inmensa mayoría saldría corriendo para vivir en cualquier otro país que le diera albergue y la oportunidad de abrirse campo en cualquier trabajo.
Qué curioso. Cómo se engañan los pueblos. Antes del año 59 en que triunfó la revolución castrista, una gran mayoría de cubanos hablaba horrores del régimen de Batista. La Habana era una ciudad pujante, alegre y bullanguera, llena de luces y de música por todas partes, el primer país latinoamericano con televisión a colores, tercer país en analfabetismo y en salarios a los obreros. Pero así es la historia. En los alrededores del estadio El Cerro en 1954 encontré a dos negritos con sendas alcancías que andaban pidiendo “un kilito pa Fidel”. Y yo tuve que darles el kilito pa Fidel.
Ahora, en silencio porque los puede oír el comisario del barrio piensan y hablan horrores de Fidel, de Raúl, y del Che.
El autor es gerente de Radio Corporación y Excandidato a la presidencia de la República en 2011.