La migración cubana que se proponía pasar por nuestro territorio, en tránsito hacia Estados Unidos, pudo causar algún problema menor, que el Gobierno debió resolver con cierto talento o capacidad de gestión oportuna. Pero, más importante aún, que debió afrontar con la reafirmación de criterios humanitarios, como corresponde a un fenómeno mundial de desplazamientos humanos en busca de mejores oportunidades en sus condiciones de vida y de trabajo.
La forma coherente de demandar un trato humano para nuestros propios emigrantes es con una política fraterna y amistosa con otros emigrantes de América, que deben pasar por nuestro territorio en un esfuerzo penoso por un mejor destino. La intransigencia de Ortega, de negarles rotundamente una visa de tránsito a los emigrantes cubanos, hace imposible algún acuerdo regional sobre la creación de un corredor humanitario centroamericano para el paso seguro de los emigrantes cubanos.
El SICA es convocado para buscar una solución. En este caso, al drama humano de una población cubana varada en Costa Rica por políticas migratorias arrogantes y agresivas de quienes usurpan el poder en Nicaragua. Desgraciadamente, la posición sectaria de Ortega en el SICA ha servido solo para constatar que el problema de los emigrantes no tiene una solución sensata regional.
Habrá que buscar, entonces, por simple cordura, una solución humanitaria un poco más compleja en otro escenario, en el cual se prescinda oportunamente del miembro del sistema centroamericano que no solo ha suscitado el problema antinmigrante con arrogancia infantil, sino, que se empeña, de forma aislada, en agravarlo ulteriormente en el seno del sistema de integración, minando así, en un avance desastroso de su política irracional, los fundamentos unitarios de la región.
El SICA concluyó la reunión de cancilleres, del martes pasado, con la resolución de que cada país decida unilateralmente el trato migratorio que le daría a la emigración cubana. Es decir, el SICA dijo: ¡Procedan por su cuenta como si este organismo de integración no existiera! Abriendo, sin embargo, una puerta para un acuerdo humanitario sin la problemática participación obstinada de Ortega.
Esta reunión fracasada, en un tema tan sencillo desde la óptica humanitaria, pone en evidencia que la intransigencia mental del orteguismo va —efectivamente— en dirección contraria a la integración regional.
La vocera de Ortega, a nombre del país, califica la emigración de ciudadanos cubanos de irregular e ilegal. ¿Por qué irregular? ¿Por qué ilegal? El Gobierno de Cuba afirmó en el SICA lo contrario. Los emigrantes salen legalmente de Cuba, llegan legalmente a Ecuador y reciben visas legales de tránsito (salvo de Nicaragua) de parte de los países en la ruta a los Estados Unidos, donde entran legalmente con derecho a residencia por la Ley de Ajuste Cubano. Es, probablemente, la emigración más legal del mundo.
Es un sinsentido demandar para nuestros migrantes ilegales un trato digno, justo, humanitario, si este es diametralmente contrario al que Ortega ha dispensado a los emigrantes cubanos.
Para la vocera del gobierno orteguista, la emigración no sería una aspiración real de los pueblos, sino, que en el caso de la emigración cubana, esta no tendría otro fin que presionar a Ortega. Hay, de hecho, un irracional delirio de grandeza.
Ella afirma que los gobiernos son para defender los derechos de nuestros pueblos. No es así. Los gobiernos son para resolver problemas para los ciudadanos de pensamiento progresivo, para resolver, prioritariamente problemas humanos dentro de nuestras fronteras (tanto para nacionales como para extranjeros que se acogen a nuestra hospitalidad).
Consideramos —dice la vocera de Ortega— que esto es para nosotros una posición de principios, invariable, no vamos a movernos de ahí.
No hay —en la vida real— posiciones políticas invariables y nadie sensato asume una estrategia o una táctica que implique no moverse de una posición. Ni los estados ni los gobiernos tienen posiciones de principio, distintos a la obediencia de la Constitución y las leyes, sus principios rectores.
No darle visa de tránsito a los emigrantes cubanos ¿sería, para el orteguismo, una posición de principios? En política no existen posiciones de principio, sino, principios metodológicos para definir la posición política en una coyuntura.
Negarles la visa de tránsito a los emigrantes cubanos es, simplemente, un error garrafal de aislamiento reaccionario internacional.
El autor es ingeniero eléctrico.
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