El Rey David reconoce su pequeñez e insignificancia en comparación con el gran Dios creador de todo el universo, y en uno de sus salmos le alaba diciendo: “Oh Señor, ¿qué es el hombre que lo conoces, o el hijo de hombre para que lo estimes?” Es conmovedor que nosotros seamos tan finitos y a la vez tan valiosos para nuestro padre celestial. Sin embargo, muchas personas están olvidando dos cosas: su necesidad perpetua por el Señor y el amor infinito que Él tiene por cada uno de sus hijos.
¿Qué nos aleja de Dios? La falta de fe, la incredulidad nos aleja de los planes del Señor, provocando que nuestra vida se vuelva gris, vacía, superficial. Sin Él, nuestros propósitos son frágiles, los momentos de tormenta nos amargan la existencia y los momentos de gloria nos llenan de orgullo, soberbia y autosuficiencia. Sin Dios el hombre y la mujer están perdidos.
Por el contrario, apoderarnos de la actitud de David, la cual fue llena de humildad al reconocer que sin Dios la vida no tiene sentido, nos garantiza que nuestra vida, nuestros pasos reciban la bendición y el éxito que solo nuestro Padre puede dar. No dudemos en encomendar nuestra vida y nuestros planes al rey del universo, pues su presencia nos quitará toda duda y margen de error en nuestro caminar.
En nuestro paso por esta tierra vivimos muchas veces amenazados por la indecisión, por el miedo a equivocarnos. Pero bajo el abrigo del altísimo, solo basta poner delante de Él nuestros planes y esperar su aprobación, para seguir confiados y seguros de alcanzar el éxito. Las Sagradas Escrituras nos confirman: “Pon todo lo que hagas en manos del Señor, y tus planes tendrán éxito”. Proverbios 16:3.
Cuando nos abandonamos en las manos de nuestro Señor Jesucristo tenemos la tranquilidad que nuestros planes se desarrollarán en el momento perfecto, que nuestra vida estará segura en sus manos, porque en la tormenta o en la tribulación Él tomará el control. Puesto que nosotros podemos hacer nuestros propios planes, pero la respuesta correcta viene del Señor.
En esta oportunidad te insto a reconocer tu necesidad por el Señor, que Él pueda gobernar tus pensamientos, palabras y acciones. Tanto las dificultades como tus aciertos que sean entregados al Señor y verás cómo prosperará tu existencia y toda tu familia. Que no sea el orgullo, la autosuficiencia o la incredulidad lo que te separen de su sabiduría, porque el Señor aborrece a los orgullosos y sus planes y ellos no tienen su aprobación. “La gente puede considerarse pura según su propia opinión, pero el Señor examina sus intenciones”. Proverbios 16:2.
Ahora podemos preguntarnos: ¿Cómo oriento mis planes hacia la voluntad de Dios? La respuesta es sencilla, pues todo lo que nos propongamos tiene que glorificar al Señor, metas honestas, verdaderas, dignas, justas; encomendar nuestras obras a Él es entregándole todo a su voluntad, reconociendo que no está en nosotros hacer prosperar o mermar un plan, sino en su divino propósito. Consideremos que nuestro padre celestial anhela bendecirnos para nuestro bien eterno, por eso, al encomendar nuestro planes y nuestra vida a Él, creamos fielmente que “podemos tirar los dados, pero el Señor decide cómo caen”. Proverbios 16:33. El autor es presidente de la Asociación Cristiana Jesús Está vivo.
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