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Los prostitutos

“Rex” recibe unas tres o cuatro llamadas a lo largo de la semana de mujeres de 45 o más años que buscan tener relaciones sexuales con él o una buena plática en un motel. Él es un hombre de 28 años, de estatura baja y algo corpulento. De piel morena, cabello negro y frases directas, pide que se oculte su nombre para poder hablar con libertad sobre su trabajo.

“Rex” recibe unas tres o cuatro llamadas a lo largo de la semana de mujeres de 45 o más años que buscan tener relaciones sexuales con él o una buena plática en un motel. Él es un hombre de 28 años, de estatura baja y algo corpulento. De piel morena, cabello negro y frases directas, pide que se oculte su nombre para poder hablar con libertad sobre su trabajo. Escoge una mesa en el restaurante donde llegan varias personas de empresas cercanas y habla bajo para que el que está al lado parando la oreja no alcance a escuchar. Mientras habla se consume con palabras su hora de almuerzo.

Él es prostituto o trabajador sexual, como exigen los que se dedican a este oficio que los llamen.

Aunque en otros países les llaman “taxiboys”, “menwhore” si lo quiere en inglés y quienes pretenden ser más ofensivos les dicen “putos”. Pero a “Rex” no le ofenden las expresiones, dice que no considera estar haciendo nada malo, solo tiene un trabajo.

La prostitución masculina se refiere estrictamente a los servicios sexuales que ofrece un hombre, ya sea a una mujer o a otro hombre. Aunque muchos que tienen sexo con otros hombres se siguen considerando heterosexuales, pues tienen una pareja del sexo opuesto con quien conviven.

Las clientas de “Rex” lo contactan por celular. Una lo recomienda, la recomendada le da el número a otra, la otra a la otra y así se hizo de una cadena de aproximadamente 25 mujeres a quienes les ha cobrado en los últimos tres años. Dice que tiene otras 50 con las que ha estado por placer.

Pero esa es solo una forma en la que se contactan para los servicios. Él también llega a discotecas donde tiene otras clientas o donde lo esperan algunas que ya conocen de su oficio.

“Se ha enmascarado el trabajo sexual masculino. Les dicen jóvenes que hacen striptease o gigoló, siempre lo enmascaran y a la mujer solo le dicen puta”. Cirilo Otero, sociólogo.

Formas de trabajo

“Rex” empezó de casualidad en el oficio, podría decirse. Conoció a la madre de un amigo, quien le pidió su número de teléfono. Se contactaron y tuvieron relaciones sexuales. Posteriormente, en un momento de necesidad, le pidió que le ayudara con 500 córdobas y a cambio de tener otro encuentro, ella accedió y se los dio. Así empezó su vida en el mundo de la prostitución.

La procuradora de la Diversidad Sexual, Samira Montiel, explica que el trabajo sexual masculino opera de formas distintas a las del femenino. Es difícil, por ejemplo, encontrar a un hombre no transgénero que ofrezca sus servicios en una calle de Managua. Al contrario, es un oficio que se ejerce desde las sombras y con herramientas distintas. El contacto de persona a persona es uno de los métodos, pero las redes sociales son otra alternativa que ofrece una infinidad de clientes. Incluso los bares de strippers son otro lugar donde se encuentran oferentes. Aunque Montiel aclara que no todos ofrecen sus servicios ahí, sí reconoce que lo hace “una gran mayoría”. “Rex” trabaja toda la semana. Está disponible la mayor parte del tiempo “a menos que esté ocupado”. Pero sus clientas saben que pueden llamarlo en cualquier momento, pasarlo trayendo y tener una noche de placer con él.

Ellas le envían mensaje: “¿Podemos salir? Estoy aburrida”. Y así quedan en una hora y salen por unas copas. También sale a cazar a las discotecas poco concurridas, “donde sé que no van mis amigos ni conocidos”. Busca clientas, muchas que ya han recibido una recomendación y otras nuevas a quienes intentará convencer.

El precio no se pacta en el lugar. Van a un motel, tienen relaciones sexuales y luego ellas preguntan: “¿Cuánto te debo?” Así fue como sus precios empezaron a subir de 500 córdobas, que inicialmente cobraba, hasta los 1,000 córdobas en promedio que ahora pide.

Lea: El cura de las prostitutas

Facebook es una de las formas más prácticas hoy en día de cómo se pueden conseguir clientes. Imágenes de hombres musculosos con poca ropa invitan a sus clientes a acercarse a bares para contratar sus servicios, la mayoría ofrece strippers, pero otros son más directos y ofrecen acompañantes.

“Chicos Gogos sin censura” anuncia hombres con poca ropa. “¿Cansado de la rutina?”, pregunta otra publicación, “Jueves tardeadas atrevidas”, ofrece la página como respuesta, mientras ilustra con un hombre joven de piel blanca que tiene su mano dentro de su ropa interior.

La mayoría de los hombres que aparecen en estas páginas son clientes frecuentes de los gimnasios que por horas hacen ejercicio para mantenerse en forma y ser más atractivos para sus clientas.

Estas páginas ofrecen strippers, en su mayoría, pero los acuerdos para tener relaciones sexuales se hacen directamente con el cliente en el lugar, según comentan los clientes en el muro de la empresa.

“Jack”, un joven de 24 años, ahora ya retirado del oficio, utilizó Facebook para ofrecer sus servicios sexuales a otros hombres. Tenía 19 años cuando empezó. Era alcohólico. Su madre lo corrió de la casa y necesitaba pagarse el vicio. Para un hondureño que no tiene papeles en suelo nica no fue fácil encontrar trabajo, más bien se le hizo imposible. Sus clientes eran cualquier persona que pudiera pagar por sus servicios, 200 o 500 córdobas cobraba dependiendo lo que le solicitaran.

Creó un perfil de Facebook y tuvo cinco mil amigos rápidamente. “Jack” podía pagarse el alcohol, pronto empezó a consumir cocaína y marihuana y podía, incluso, alquilar un espacio para poder vivir.

La prostitución se había convertido en su estilo de vida, una mina de oro.

Samira Montiel del movimiento de diversidad de genero . M Calero / LA PRENSA.
“Se nos hace muy difícil saber cuántas trabajadoras sexuales hay entre biológicas y trans, es mucho más difícil saber cuántos hombres trabajan en eso”. Samira Montiel, procuradora de la Diversidad Sexual.

Ese es uno de los métodos más comunes cómo ofrecen sus servicios los hombres que se dedican a la prostitución. Ellos no se encuentran en las esquinas y se mantienen lo más ocultos posible para que sus familias o en sus trabajos no conozcan de sus andanzas. Existe una diferencia, por ejemplo, con aquellos trans que se dedican al oficio. Estos sí se dejan ver en público, regularmente de noche en las calles o afuera de algunas discotecas o bares gay donde recogen a sus clientes. “Rex”, por ejemplo, dice que muchas de sus clientas que encuentra en las discotecas se sienten atraídas por él cuando lo ven bailar. Esa es otra forma de buscar clientela en los bares, agrega. Inician una conversación y luego acuerdan ir a otro lugar para tener sexo.

Invisibles

La familia de “Jack” no sabía nada de su trabajo, aunque dice que posiblemente sospechaban. Pero en general los hombres que se dedican a esto tratan de mantenerse de perfil bajo. Por eso, quizá, la mayoría de hombres trabajan solos, no existe una organización que los acoja y muy difícilmente puede conocerse cuántos hay en Nicaragua, explica Montiel. Dice que alrededor del trabajo sexual masculino existen muchos estigmas, igual como ocurre con el femenino. Lo primero es que no todos los hombres que se dedican al oficio lo hacen porque tienen necesidad.

“La verdad que el trabajo sexual sí ha mejorado mi vida. Siempre que necesito dinero estoy al alcance de una llamada. Si no tengo dinero, no hay que esperar el salario”. “Rex”, trabajador sexual, 28 años.

“Rex” está usando el dinero que gana para ahorrar y hacer un viaje a Venezuela, donde podrá reunirse con su novia, “la mujer por quien tengo sentimientos”, añade. Pero ni ella ni su familia, que se encuentra en Estados Unidos, tienen idea de que él se prostituye.

Mucho menos lo saben en su trabajo y su hermana, “la única persona de quien me importa su opinión”, dice casi con lamento.
Solo unos cuantos de sus amigos saben lo que hace. Le llaman “barato”, aunque él se defiende diciéndoles que muchos “bacanales” a los que han ido, se han pagado con dinero que recibió de alguna clienta satisfecha por el servicio.

Y es que dice que no ofrece cualquier servicio. Platica con sus clientas, las trata con cariño y sabe escucharlas, algunos de los secretos de conquista que comparte. Considera que por ese buen trato es que ha logrado tener bastantes clientes y que incluso algunas lo buscan una y otra vez y le ofrecen hasta 500 dólares para que pase con ellas unos tres días. Al mes logra hacer unos 4,000 o 5,000 córdobas que le sirven para darse sus lujos. El sociólogo Cirilo Otero cree que la sociedad nicaragüense enmascara el trabajo sexual masculino bajo eufemismos como gigoló o simplemente parece ignorar su existencia, lo que hace más difícil que tengan visibilidad frente a sus colegas femeninas.

Clientes

Montiel considera que una de las razones por las que hay cada vez más trabajadores sexuales es porque las mujeres tienen más capacidad para pagarles. Los clientes no siempre son mujeres mayores, cree. Al contrario dice que también hay jóvenes que se pagan una relación de corto plazo. En cambio, Otero, opina lo contrario: “Generalmente tienen dos clientelas muy buenas, las mujeres poco atendidas por sus maridos y las mujeres adultas mayores que tienen recursos financieros”.

“Rex” prefiere esas clientas, las mujeres que pueden llegar a pagarle unos mil córdobas por sesión. En cambio, “Jack”, estuvo con clientes de entre 25 y 45 años de nivel económico medio a medio alto. Pero eso no significó que disfrutó su trabajo la mayoría de las veces. Hubo ocasiones, relata, cuando tuvo ofrecimientos de ir a lugares montosos que le despertaban mucha desconfianza y prefería no continuar con la cita. O simplemente en ocasiones no quería tener sexo con personas por quienes no tenía ningún sentimiento.

Aun así, cree que los peligros a los que se enfrentan los hombres son mucho menores que los de las mujeres, a pesar de que se dedican al mismo oficio. Primero, al no estar en las calles son mucho más selectivos con sus clientes y además dice que no será tan fácil para alguien poder hacerle daño a un hombre que se defenderá, aunque señala que los jóvenes que empiezan a temprana edad a prostituirse sí pueden correr peligro.

En lo que sí corren los mismos riesgos que las mujeres son en las enfermedades de transmisión sexual. “Rex”, a pesar de utilizar condón en todas sus relaciones, fue contagiado de virus del papiloma humano, que le costó 4,300 córdobas para tratar. “Fue algo doloroso”, agrega, pues además que tuvo que pagar todo lo que había ganado en un mes de trabajo, tuvo que realizarse cauterizaciones para curarse. “Jack”, por su parte, sufrió de una gonorrea que también se trató con especialistas, aunque ahora le toca realizarse revisiones médicas constantemente.

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Historia de la prostitución masculina

Sí, ya sabemos que la prostitución femenina es considerada el oficio más viejo de la humanidad, ¿pero lo es también el masculino? Al parecer no. La página web, Historia General, es tima que la prostitución masculina también empezó con el imperio romano, donde era una profesión legal. Los trabajadores sexuales pagaban impuestos y tenían sus propias festividades, como las prostitutas.

Sin embargo, desde ese entonces existía una diferencia notable entre ambos sexos, las mujeres que se dedicaban a la prostitución eran principalmente de clase baja y cobraban poco por sus servicios, mientras que los hombres, dado que cobraban sumas grandes, eran considerados de clase alta. Algunos historiadores consideran que incluso existían lugares donde los trabajadores sexuales ofrecían sus servicios en grupos y muchas de sus clientas, especialmente damas importantes, llegaban para que se les practicara sexo oral.

Se cree que para el siglo VI, cuando el homosexualismo fue declarado ilegal en Roma, muchos de estos hombres empezaron a ser castigados por tener relaciones sexuales con otros hombres.

En la actualidad en Nicaragua no existen leyes que prohíban la prostitución. Únicamente está penado el proxenetismo, es decir, que una persona o grupo se encargue de “administrar” a otras personas para que tengan sexo y les cobren porcentajes de dinero a cambio de eso.

Al contrario, muchas de las mujeres que son trabajadoras sexuales ahora son facilitadoras judiciales o trabajan desde oficinas o sus mismas casas, donde ofrecen servicios a clientes específicos. Aunque lo común sigue siendo verlas en las calles, el trabajo, junto con ellas, también ha migrado hacia otros sitios como las redes sociales, señala Montiel.

Desde aquella primera cuenta de Facebook que “Jack” abrió, ya pasaron cuatro años y tras varias crisis se autointernó en un centro de rehabilitación de adicciones. Terminada su recuperación abandonó la educación de Magisterio que recibió de joven y se dedica a estudiar Diseño de Interiores, una profesión que verdaderamente le apasiona.

Ahora también da charlas a jóvenes, sobre todo lo que tuvo que pasar durante su etapa de adicciones y cómo logró sobreponerse. Este año empezó una nueva vida y ahora dice que tiene una mentalidad con la que pretende hacer cosas para bien.

“Rex” continúa ahorrando dinero mientras recibe un sueldo de unos 7,000 córdobas mensuales. Como trabajador sexual hace otros 4,000 y así logra ahorrar 2,000 córdobas al mes para su tan ansiado viaje. Si logra ordenar su documentación antes de que finalice el año, podrá viajar a Estados Unidos y luego a Venezuela a buscar a su novia, aunque no descarta que en un futuro deje de prostituirse, a menos que encuentre un buen trabajo que se lo impida. Y aunque le tienta la idea de poder serle fiel a su amada, tendrá que luchar contra el placer de señoras mayores que lo llaman, le envían mensajes y lo buscan para que les dé su servicio.

 

“Chateaba con muchas personas en Facebook y me decían que les llamaba la atención y les decía que todo tenía un costo. Que no lo hacía porque sí”. “Jack”, extrabajadorsexual, 24 años.

Blue jeans with money and cell phone in pocket

PERFIL DEL TRABAJADOR SEXUAL

Hombre joven de entre 19 y 35 años. Aspecto bien cuidado

Va al gimnasio

Brinda servicio de acompañante
Usa redes sociales, Whatsapp o contactos personales para venderse

Trabaja por necesidad, aunque la mayoría lo hace por lujo

Estudia en la universidad y lleva una o dos carreras

No están organizados

Clientas con poder adquisitivo de todas las edades

PERFIL DE LA TRABAJADORA SEXUAL

Mujer mayor de 18 años, a veces menos, hasta más de 40

Algunas van al gimnasio

Trabajan por necesidad, aunque también lo hacen por lujo, placer o por propia voluntad

Brindan servicios de acompañantes

Usan redes sociales, Whatsapp, las calles, oficinas y contactos personales para venderse

Algunas se pagan sus estudios con el trabajo

Están organizadas y empoderadas

Clientes de cualquier nivel social

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COMENTARIOS

  1. Pancho Madrigaleño
    Hace 8 años

    Hasta que se rie gosozo el Otero, seguramente ya ha hecho uso de esos servicios, por nadar junto a la derecha corrupta en eso terminan.

  2. Raf
    Hace 8 años

    Y cuando tengan una edad en que ya no puedan seguir en lo unico que saben hacer, habran ahorrado suficiente en el banco para
    estar solventes el resto de sus vidas? Deberian, los que estan en ello, dedicar un poco de su tiempo para tambien pagar con lo que obtienen ahora, alguna carrera tecnica para cuando llegue el dia de su retiro de lo que hacen ahora de jovenes.

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