14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Victor Frankenstein

El “moderno Prometeo” concebido por la novelista inglesa Mary Shelley en su novela publicada en 1818, es tremendamente poderoso. Tan poderoso, que es capaz de sobrevivir a todo. Incluyendo las malas películas.

El “moderno Prometeo” concebido por la novelista inglesa Mary Shelley en su novela publicada en 1818, es tremendamente poderoso. Tan poderoso, que es capaz de sobrevivir a todo. Incluyendo las malas películas. Apenas en el 2014 vimos el lastimoso esperpento de acción y efectos especiales Yo, Frankenstein y ahora nos llega este sainete revisionista llamado Victor Frankenstein.

Al menos, parte de una idea intrigante: la historia es narrada desde el punto de vista de su asistente Igor, quien no es un simple lacayo jorobado. Es, realmente, un médico autodidacta, tan talentoso como su jefe, Víctor Frankenstein.

En lugar de trabajar en una casa de campo o un castillo remoto, Frankenstein e Igor disponen de un amplio edificio en el centro de Londres, incrementando exponencialmente las posibilidades de caos y destrucción. Igor es interpretado por Daniel Radcliffe, el joven actor que descolló como Harry Potter. Cuando lo conocemos es un payaso de circo, sometido a abusos sistemáticos por sus compañeros. Su único refugio es la adoración que siente por la bella trapecista Lorelei (Jessica Brown Findlay). Un trágico accidente lo conduce bajo las alas de Frankenstein (James McAvoy), quien rápidamente detecta su talento y los recluta como ayudante en sus obsesivos experimentos para revivir cadáveres.

No hay nada sagrado en el oficio de la adaptación. El director Paul McGuigan y el guionista Max Landis pueden hacer lo que quieran con la trama y los personajes originales. Lamentablemente el tono de su ejercicio es eminentemente caricaturesco y no de buena manera. La rutina de payaso triste es planteada en serio y Radcliffe hace hasta lo imposible por hacerla funcionar. Mientras tanto, McAvoy sobreactúa y devora el escenario, con tal ahínco que parece gritar en cada escena, lanzando pequeños chaparrones de saliva entre sus diatribas. La pobre Brown Findlay es un pálido interés romántico para Igor, en un infructuoso intento por desactivar la tensión homoerótica entre los dos protagonistas masculinos.

Bien puede hacerse una adaptación de Frankenstein que explore ese tipo de dinámica. Después de todo, James Whale, director de la clásica versión de Hollywood en 1932, era el mismo homosexual e infundió en la persecución de la criatura, la angustia del paria frente a la cacería de brujas del status quo. En contraste, esta versión producida en pleno siglo XXI coquetea con la idea, a la vez que la desactiva de manera poco convincente. El director Paul McGuigan tiene que mantener su filme inocuo, para que sea aceptable a la hora de venderse a las mayorías. Su artesanía es precaria. La acción es frenética, retratada en escenas abruptas, sin forma ni ritmo. La película ni siquiera funciona a la hora de crear una atmósfera distintiva. El filme tiene el acabado de una producción de bajo presupuesto, tratando de estirar al máximo sus exiguos recursos.

Si algo podemos salvar es la actuación de Radcliffe. Tome nota de cómo se compromete a fondo con la transformación física de su personaje. Cuando conocemos a Igor camina trabajosamente bajo el peso de su joroba. Frankenstein lo “cura”, identificando que la protuberancia en cuestión es simplemente un absceso lleno de pus, creciendo a lo largo de los años. La asquerosa escena que en la cual lo revienta es el punto de no retorno del filme: un extraño momento de intimidad subliminal, presentado para asquear a la audiencia. A partir de ahí Igor se vuelve en un improbable galán. Este es el tipo de película que no se atreve a opacar la brillante imagen de una estrella. Victor Frankenstein se viste de sensacionalismo para anular su humanidad.

La Prensa Domingo cine crítica Mary Shelley archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí