Desde hoy hasta el próximo 11 de diciembre se realizará en París la Cumbre Mundial sobre el cambio climático, en la que participarán al menos 117 presidentes y primeros ministros de todo el mundo.
El objetivo de esta conferencia es adoptar medidas contra el cambio climático causado por los gases de efecto invernadero, los cuales hacen subir la temperatura del planeta y aumentan la cantidad y frecuencia de catástrofes naturales en todas partes de la Tierra, sobre todo en los países más atrasados, pobres y vulnerables. De esto los nicaragüenses somos testigos, y víctimas, porque la temperatura ambiental sube cada año en el país hasta hacerse casi insoportable y las sequías e inundaciones son cada vez más frecuentes y dañinas.
Los científicos aseguran que los gases de efecto invernadero siempre han existido en la atmósfera, pero en la época actual las actividades humanas, particularmente la industrial, el transporte y los usos del suelo, han aumentado la concentración de tales gases rompiendo el equilibrio natural que se debe mantener para garantizar la sostenibilidad de la vida humana.
Según los científicos que trabajan para Naciones Unidas, si continúa el ritmo de emisión de gases que se ha venido desarrollando hasta ahora, y si no se toman las indispensables medidas de mitigación, la temperatura media global habrá subido entre 3.7 y 4.8 grados en el año 2100, con respecto a la época anterior a la industrialización. Lo cual sería catastrófico, pues además del aumento de la temperatura ambiental y la subida del nivel del mar, se incrementarían los fenómenos climáticos extremos como sequías, huracanes e inundaciones.
Algunos científicos independientes cuestionan a los de la ONU y califican sus pronósticos como exagerados. Sin embargo, algo de cierto debe haber en las alertas sobre la amenaza del cambio climático para que gobernantes y funcionarios públicos, científicos y otros especialistas en temas del medioambiente se reúnan en una gran conferencia mundial como la que comienza hoy en París, para discutir el problema y tratar de encontrar soluciones que todos puedan aceptar y, sobre todo, quieran ejecutar.
Pero tampoco es fácil lograr esos acuerdos, y que se cumplan, debido a los grandes intereses económicos y políticos que están de por medio. Por eso es que acuerdos anteriores como la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, de 1992; y el Protocolo de Kioto de 1997, que fija las metas de reducción de emisión de gases de invernadero que deben alcanzar los países desarrollados, no han servido de mucho, ya que uno de los principales emisores, China, no es parte de esos acuerdos; y EE. UU., otro de los más importantes emisores de dichos gases, no ratificó el Protocolo de Kioto.
De allí que el papa Francisco, quien con su encíclica Laudato si se ha comprometido en la defensa moral y ecológica del planeta , advirtiera el jueves de la semana pasada que sería catastrófico “que en la conferencia de París los intereses particulares prevalezcan sobre el bien común”. Ojalá que la advertencia del santo padre sea oída y atendida, por el bien de la humanidad.
Ver en la versión impresa las páginas: 10 A
