Las elecciones de Venezuela sorprendieron al mundo porque los votos se contaron con fidelidad, se respetaron los resultados, y no se dieron las situaciones de violencia que se temían.
El día antes de las elecciones, en mi artículo semanal en este diario, y frente a los llamados a la reconciliación que se hacían desde la oposición, escribí lo siguiente:
“El presidente Maduro, al contrario, ha radicalizado su discurso polarizante y excluyente. Pero, una cosa es lo que diga y quiera, y otra lo que las circunstancias y la correlación de fuerzas le permitan hacer, en especial en un potencial escenario de violencia en que las fuerzas armadas y de Policía, hasta ahora permisivas y cómplices de los abusos represivos, tendrían que derramar mucha sangre de sus compatriotas”.
Y agregaba: “No olvidemos que el intento de golpe de Estado de Chávez, a principios de los noventa, se fraguó en el malestar de las fuerzas armadas derivado de la represión durante el “Caracazo” de 1989, en que mataron a centenares de venezolanos. Y que en la única elección que Chávez perdió, el referéndum de 2007, le dijeron aceptara los resultados”.
Ese papel crítico de las fuerzas armadas, para que el gobierno aceptara los resultados, ha sido confirmado y se ha comentado en artículos y editoriales de este periódico.
Igualmente, han abundado voces extrayendo lecciones, en general pertinentes, que la elección de Venezuela tiene para Nicaragua, y no corresponde repetirlas. Pero hay una de singular importancia: necesitamos que a Venezuela le vaya bien.
Para tal fin, es necesario que chavismo y oposición se despojen de sus posiciones extremistas y encuentren consenso en torno a muy pocas cuestiones básicas. Esto significa, en primer lugar, que la oposición evite la tentación de creer que ganó todo y el chavismo perdió todo. El chavismo es una fuerza formidable, con capacidad de volver ingobernable la situación, y, de manera particular, hay algunas reivindicaciones chavistas, como la amplia red de servicios sociales, en especial de salud, que depende en su casi totalidad de médicos y paramédicos cubanos, que de ser eliminada sumiría en mayor pobreza al más de cincuenta por ciento de venezolanos que son pobres por el desastre de las políticas del chavismo.
Y el chavismo debe, a su vez, entender que Venezuela votó para desmantelar los rasgos autoritarios del sistema que había implantado, y que intentar atrincherarse, como parece, nombrando a todos los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, y de otros poderes del Estado, no solamente es inútil, por la mayoría calificada de la oposición en la Asamblea, sino que impedirá acuerdos sobre otras cuestiones básicas, entre ellas evitar un referendo revocatorio de la Presidencia de Maduro que no beneficiaría a nadie.
Lo anterior nos lleva al meollo de la situación preelectoral y en buena medida de la explicación del triunfo de la oposición: el desastre económico.
La insistencia de Maduro en que la derrota del chavismo fue consecuencia de una supuesta “guerra económica”, y no de políticas económicas equivocadas, no tiende puentes para el consenso; desde la oposición, pensar que el desastre económico se puede revertir de la noche a la mañana, sin un sentido de gradualidad, y menos en una situación de precios del petróleo deprimidos, sería insensato.
Si se quiere evitar mayor colapso económico y social, un mínimo de entendimiento en cuanto a política económica será necesario, lo cual significa que tanto chavismo como oposición deberán asumir costos políticos.
La clave, lo anotamos antes, está en la gradualidad de la reversión de un modelo que no ha funcionado, pero prestando atención, antes que todo, a los sectores empobrecidos.
El “Caracazo”, un intento de ajuste estructural radical en las medidas y en el tiempo, gestó las bases del chavismo. La memoria de esa tragedia sangrienta estuvo en la decisión de los militares de impedir que se repitiera y, por tanto, que se respetaran los votos. La lección del “Caracazo” es también para la oposición.
Si a Venezuela le va bien, muchos sandinistas entenderán que un triunfo de la oposición en Nicaragua orillará al orteguismo, como el chavismo, sin dejar de serlo, orilló a Maduro.
El autor fue candidato a la vicepresidencia de la república.