En aquellos días de 1979, cuando la insurrección del pueblo nicaragüense contra la dictadura somocista estaba a punto de estallar, Vilma Núñez de Escorcia fue encarcelada. Su hogar, en León, era nada menos que una casa de seguridad del Frente Sandinista, donde se almacenaba la ubicación exacta de los buzones de armas, y la Guardia Nacional le tenía el ojo puesto a ella y a su marido. Núñez conoció el aislamiento de cinco prisiones en poco más de tres meses. Una de ellas fue el alejado Fortín de Acosasco, donde la torturaron física y psicológicamente.
La doctora en Derecho Penal y Derechos Humanos fue sandinista y danielista. Se desempeñó como vicepresidenta de la Corte Suprema de Justicia en los años ochenta, ganó enemigos de su propio partido cuando exigió que se cumplieran las leyes, pero también lloró tras la derrota de Daniel Ortega en las elecciones de 1990, y de aquél discurso recuerda la frase “¡nosotros fuimos pobres y vamos a seguir siendo pobres!”.
En esta entrevista, la ahora presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), Vilma Núñez, habla de su férrea lucha por los derechos de las personas, de las violaciones que el Gobierno de Ortega comete contra los habitantes de su país, critica la represión de la Policía Nacional, la existencia de la cárcel El Chipote, y hace un balance del año 2015, cuyas sombras, asegura, no dan un buen augurio para el 2016.
En materia de defensa de los derechos humanos, ¿cómo evalúa este 2015?
Ha sido un año dificilísimo. Inició con la represión a la gente que se manifestaba contra el canal, en El Tule y en Rivas. De eso siguió la bomba de Pantasma y continuó una serie de hechos terribles. Ya se vuelve sistemática la violación de derechos humanos. La permanencia de El Chipote… Solo el hecho de saber que te llevan es una tortura psicológica. Y no es casualidad que todos los presos que salen de ahí cuentan y describen la misma situación, como si se pusieran de acuerdo en diferentes épocas, circunstancias y momentos. Los últimos, que no tienen ninguna motivación política, porque ellos (el Gobierno) todo lo ponen como que son adversarios políticos partidarios; son los deportados de Estados Unidos que ilegalmente encarcelaron ahí. Los hicieron estar desnudos más lo que ellos denunciaron en los medios. Entonces es una realidad. ¿Por qué no permiten la entrada? No te dan la posibilidad de ir a probar que no es cierto.
A comienzos de diciembre usted expuso en Bélgica y ante 135 países, las repercusiones de la Ley de Seguridad Soberana, aprobada recientemente por la Asamblea Nacional. ¿Qué se dijo entonces?
Era un foro de la Unión Europea donde se discutió la defensa de los defensores de derechos humanos. Yo recuerdo que la primera organización que habló sobre el tema fue Amnistía Internacional, hace mucho tiempo, en un libro llamado “¿Quién defiende a los defensores?”, porque los defensores deben gozar de la protección del Estado. En el foro se habló sobre cómo los gobiernos violadores de los derechos humanos, en este caso el de Ortega, usan métodos para agredir o fragilizar a los defensores. Se analizaba que se ha ido apartando ese método de desaparecer, matar, mantener preso, pero ahora se usan métodos más sutiles, más sofisticados para agredir e impedir el trabajo.
¿Estos gobiernos ven al defensor de derechos humanos como una amenaza?
Sí. Y es una tendencia de los regímenes totalitarios, absolutistas, de ver en un defensor de derechos humanos no a una persona que puede coadyuvar en el respeto de las personas, en sus derechos, sino a un enemigo porque defender los derechos humanos no es una posición ascéptica, no es una posición caritativa. Defender derechos humanos es enfrentar al poder que los viola. Los defensores de derechos humanos trabajan en el terreno. Hay que estar en el lugar donde ocurren las violaciones, donde está la gente. Ellos (el Gobierno) nos ven como opositores. Nosotros no somos opositores políticos partidarios. No nos interesa su posición ideológica. Lo que nos interesa y estamos de frente en contra de su actuación, son las violaciones de los derechos humanos, pero no como adversarios políticos.
Se ha criticado al Cenidh señalando que solo está en contra del Frente Sandinista…
De ninguna manera. Te voy a contar algo histórico. Yo encabecé la fundación del Cenidh con un grupo de personas comprometidas con los derechos humanos en mayo de 1990. El primer obstáculo fue vencer esa percepción que tenía algún sector de la población de que nosotros íbamos a ser un apéndice del Frente Sandinista solo porque yo tenía la militancia, pero les demostramos que no. Fuimos críticos con las acciones que se cometían en el gobierno anterior y en los anteriores a ese.
Usted conoció bien la dictadura de Somoza y también entonces luchaba por los derechos humanos. ¿Qué tiempo era peor, el de Somoza o el de Ortega?
Fijate que actualmente, en un momento de desesperación, de impotencia ante la falta de respuesta, estamos peor que con Somoza. Yo pienso que son dos gobiernos violadores de derechos humanos con métodos distintos. Por ejemplo, Somoza lo que hacía era utilizar a la Guardia Nacional, matar a la gente, secuestrar a los campesinos, tirarlos de los helicópteros, desaparecer a las personas, torturar. Ahora se están cometiendo quizá en menor grado, no ves al ejército matando, pero Daniel Ortega tiene control total y absoluto de las fuerzas armadas, tanto la Policía como el Ejército. La Policía es la que reprime, es a la que manda a golpear, a cubrir a los motorizados, a las turbas, y el Ejército es el que intimida. Ahora te tienen preso 10, 25, 40 días, como a los presos de la Mina El Limón, en El Chipote, y la gente empieza a preocuparse los primeros días, pero después se olvida. Después vienen otros presos, y otros. Son métodos más perversos.
Volviendo a esas violaciones, a este año, hay algunos temas que me gustaría discutir. ¿Cuál es su posición sobre la crisis de migrantes cubanos?
Nosotros consideramos que el Gobierno de Nicaragua violó los derechos humanos. Sí, es verdad que cada gobierno tiene todo el derecho de decidir quién entra o no a su país, pero eso no quiere decir que los tenga que rechazar como los rechazó, militarmente, con culatazos y toda la violencia que se dio. Nicaragua ha violado todos sus compromisos internacionales en materia de migración. Esos migrantes cubanos estaban en nuestro territorio cuando fueron repelidos y existe la obligación de todo Estado de proteger los derechos humanos de toda persona que se encuentra en tu territorio, no solamente de los nacionales, sino de todos. Nicaragua violó el artículo 42 y el 46 de la Constitución Nacional. Jugó muy mal y creó un conflicto humanitario.
Y Nicaragua es un país de migrantes que quiere lo mejor para sus migrantes.
Es una cosa bien rara… Yo creo que hay que investigarla a fondo qué hubo detrás de esa actitud de Daniel Ortega. Verdaderamente contraria a todo lo que se podía esperar.
¿Fue una mala decisión de la cual el Gobierno no supo retractarse?
No. De ninguna manera. Ahí tal vez estuvo de por medio ese delirio de persecución que Ortega tiene y ese delirio de conflicto en todo… ¿Por qué actúa tan bruscamente? ¿Por qué el apoyo de organizaciones a los cubanos en Costa Rica no se pudo hacer aquí y no dar el espectáculo de ser el país que prácticamente rechaza con bala a los migrantes? El mismo Ortega saludó a Merkel por recibir a los migrantes sirios… O tal vez hay un acuerdo con Raúl Castro para que no pasen más cubanos, pero ahí hay algo raro… O también puede ser para llamar la atención. A veces él se siente prácticamente fuera del contexto de la realidad internacional y hace cosas así, como lo que hizo Paul Oquist en la COP 21 de París, donde Nicaragua fue el único país que no apoyó el consenso sobre el cambio climático.
¿Los miércoles de protesta son también otro ejemplo de violaciones? En septiembre, Samir Matamoros sacó un arma frente a cientos de policías, disparó entre civiles y le dio tiempo de marcharse trotando…
Ese es producto de una de las líneas de trabajo que tiene la Policía: encubrir las fuerzas de choque. Esta persona tiene que haber sido del conocimiento de la Policía para que lo dejaran moverse libremente, sobre todo cuando ellos dijeron que él tenía antecedentes penales. Él actúa, pudo haber matado y ningún policía vio nada. Y el jefe de la Policía que estaba ahí, Valle, dice que no vio nada porque estaba regulando el tráfico y Daniel Ortega en un discurso justifica y dice: “pero si no mató a nadie”, entonces no hay que hacerle nada. Es una barbaridad. Lo que está pasando con los miércoles de protesta es la mayor muestra de intolerancia política que este Gobierno puede demostrar, porque los que llegan únicamente se manifiestan, hacen uso de un derecho. Y esto es un augurio de lo que viene.
¿Lo que viene el año entrante, para el 2016?
Yo creo que todo va para peor. No sé si van a ocupar Navidad para la manipulación de la cuestión religiosa y el amor y paz en Nicaragua, pero yo creo que va para peor. Así que la ciudadanía en general, si de verdad queremos tener un régimen respetuoso de los derechos humanos, tenemos que seguir luchando. No bajar la guardia, incrementar el uso de todos los mecanismos formales. Sabemos que todos los recursos o no los fallan, o no los reciben, pero marcamos tarjeta. Son pruebas evidentes de la complicidad de un poder judicial corrupto. Solo el pueblo de Nicaragua podrá decidir el futuro. No creás que ellos son tan fuertes. No son tan invencibles. Yo quisiera estar segura de que tenemos las posibilidades de decisión para enfrentar lo que viene. Sin tener que llegar a la violencia de guerra.
Usted dice que la gente puede, que debe actuar, pero ¿no será que tienen mucho que perder, su trabajo, su familia, y hasta una cierta paz al regresar a casa?
Es bien compleja la situación porque el Gobierno ha juntado una serie de mecanismos para precisamente contar con ese núcleo fuerte de apoyo de la población. Un apoyo que yo considero que puede ser un 30 por ciento de esa gente que sigue añorando la revolución con la cual soñó. Otro porcentaje que se suma es producto de la amenaza, del chantaje. Muchos tienen que ir a rotondear porque si no los corren del trabajo. Así defienden su derecho al trabajo. Pero esa gente no está contenta. Y hay gente que se suma también a ese conglomerado que son los que están en extrema pobreza y viven ilusionados con las migajas que el Gobierno, a través de sus llamados programas sociales, les dan. Las libras de arroz, la chanchita, la vaquita, la lámina de zinc. Yo estoy segura que en Nicaragua hay un gran nivel de descontento. Lo que falta es una fuerza política que sepa encauzar ese descontento de los sectores sociales y esa es una de las debilidades más grandes que tenemos hoy.
¿Qué cree que pasará el año que viene con las elecciones presidenciales?
Hay especulaciones y esto yo no lo puedo avalar, pero se dice que va a haber una prolongación del período, que no habrá elecciones el otro año hasta no ver cómo se desenvuelve lo de Venezuela. Y es que ya llevamos dos meses de desfase. La Ley Electoral dice que deben convocarse las elecciones un año antes y si van a ser en noviembre de 2016, ya estamos en diciembre. Ya la convocatoria está fuera del marco de la ley, tenemos la primera violación.
Sobre el papel Nicaragua es un Estado democrático y de Derecho. ¿Usted cree que eso se cumple?
No. Ni hay Estado democrático ni hay Estado de Derecho. Es cierto que no existen democracias libres de violaciones a los derechos humanos, pero se cometen de forma aislada y se trata de reparar, de indemnizar, castigar a los responsables. Aquí no. Aquí se actúa como desafiando a la gente. Es un irrespeto a la inteligencia de las personas. Es como para meter miedo. Yo no sé si eso es un reflejo de su propio medio. Porque teniendo las posibilidades que tiene Daniel Ortega de reelegirse ilegalmente otra vez, no tendría necesidad de hacer esta cantidad de represiones que está haciendo. Entonces estos actos insólitos que están cometiendo, creo que son productos del miedo. Y ese miedo puede crecer.
¿Ve a Ortega como un hombre con sed de quedar por siempre el poder y con miedo de perderlo un día?
Él es una persona mesiánica. No solo es la ambición del poder sino que está muy influenciado por las ideas de su esposa. Cree que él es un mesías encargado de salvar al mundo. Creo que tiene la idea de que él es el factor determinante de una revolución que cree que tiene que ser eterna y que por eso él tiene que estar ahí, pero él sabe que no está haciendo la revolución. Yo pienso que hubo un cambio en él y ha sido determinado por las ambiciones del poder económico. Creo que esa es su meta. Y a mí me resulta contradictorio porque yo recuerdo que yo llorando, el día de su discurso con la derrota del Frente en 1990, él dice “¡nosotros fuimos pobres y vamos a seguir siendo pobres!”, antes de decir que iban a gobernar desde abajo. Pero ahora creo que su meta más que el poder político, es el poder económico. Y utiliza el primero para lograr el segundo.
PLANO PERSONAL
Vilma Núñez de Escorcia nació en Acoyapa, Chontales, en 1938. Veinte años más tarde fue a estudiar a León y dice que algunos piensan que es oriunda de esa ciudad.
Cuando se le pregunta por su salud, responde con humor: “Bueno, tengo 77 años. Ese es mi problema de salud, la edad. Así me dice el médico”.
La doctora con dos especialidades en Derecho nunca ha pensado en la Presidencia de la República, aunque cuenta que en 1986 hubo iniciativas para que fuera candidata por el Frente Sandinista.