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Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, Nicaragua, Ley Mordaza, ciberdelitos, Nicaragua, periodismo, periodistas, libertad de expresión, libertad de prensa

Pedro joaquin Chamorro Cardenal. LA PRENSa/Archivo

El complot para asesinar a PJCh

A Pedro Joaquín Chamorro lo querían matar en la iglesia Las Palmas de Managua, pero el asesino contratado desistió y no hubo manera de convencerlo de que acabara con la vida del más duro opositor de la dictadura de los Somoza.

A Pedro Joaquín Chamorro lo querían matar en la iglesia Las Palmas de Managua, pero el asesino contratado desistió y no hubo manera de convencerlo de que acabara con la vida del más duro opositor de la dictadura de los Somoza.

Tuvieron que esperar un poco más. Un par de días para que el plan urdido por Silvio Peña se hiciese realidad el 10 de enero de 1978. Con otro asesino, habitante de Poneloya, contactado un día antes para que cumpliese lo que sus enviados no pudieron hacer, unos tipos conocidos en el mundo criminal como “Los Conchos”.

Peña anduvo pidiendo dinero entre los enemigos de Chamorro. Prometía que el escándalo pasaría rápido y que los implicados estarían protegidos por un funcionario leal al régimen: el poderoso Cornelio Hüeck, el cerebro político y legal que había permitido la reelección de Somoza para un segundo período.

Peña ofreció también casas que serían donadas por Fausto Zelaya, presidente del Instituto de la Vivienda denunciado por corrupto en LA PRENSA.

Por denunciarlos, a Chamorro lo odiaban muchos. La mayoría de ellos eran funcionarios a quienes Anastasio Somoza Debayle destituyó obligado por la presión pública en diciembre de 1977 después de meses y meses de denuncias en LA PRENSA.

En aquellos años se destapó en este periódico la corrupción del régimen que tocaba al tirano, quien desde el 27 de diciembre de 1974 —cuando un comando sandinista se tomó la casa de un funcionario del Gobierno— controlaba cada letra que se publicaba en el periódico de oposición.

Era tal su severidad que incluso había obligado a publicar un comunicado oficial, a raíz de la toma de la casa de su funcionario, en el que se señalaba a Chamorro de estar implicado, aunque públicamente no apoyaba al Frente Sandinista. Lo peor del caso es que ni siquiera le habían permitido defenderse en su diario. Fue en ese contexto, explicó en vida el veterano periodista Danilo Aguirre Solís frente a su máquina de escribir Olympia —esperando las notas del día en su oficina de director de El Nuevo Diario— que ocurrió todo. (Aguirre murió el año pasado).Silvio Peña, Domingo Acevedo, Harold Cedeño y Juan Ramón Acevedo, hijo de “Cara de Piedra”. LA PRENSA/ARCHIVO

EL RASTRO DE LOS ACEVEDO

El reparto La Providencia en León tenía un nombre apropiado para los pobres que vivían allí en el año 1978. En esas paredes sostenidas con cartón y ripios muchos todavía podían creer que Dios les iba a hacer el milagro de sacarlos de la pobreza.

Allí vivía una familia acomodada, numerosa. Seis hermanas, la madre de todas ellas, Emelina Chavarría y su único hijo varón: José Ramón Acevedo Chavarría, un estudiante de Medicina que entonces tenía 23 años y era hijo de un terrateniente de Poneloya quien había muerto asesinado el 13 de abril de 1966 por vendettas con otras familias, igual de calientes a las temperaturas de esta región.

En ese choque entre armados murió José Ramón (padre) y por poco matan a su hermano y tío del único varón de esta casa de mujeres: Domingo Acevedo Chavarría; que si lleva los mismos apellidos del sobrino es por una burla a las buenas costumbres de su hermano que se casó con una prima de ambos.

“Nadie moría de muerte natural entonces, la mayoría de gente moría a los 40 porque alguien lo ‘cueteaba’, todo mundo andaba al mejor estilo del oeste, todo mundo con pistola y escopeta. En ese ambiente crecieron ellos, los Acevedo Chavarría”, dice José Ramón, médico, de 60 años, con bigote de brocha.

Aquella mañana, el estudiante de Medicina estaba en su casa junto a su novia cuando escuchó la noticia que se iba repitiendo en todas las casas a medida que recorrían el barrio.

Pipiripipipí… El ruido irrumpía aquella ventosa mañana del 10 de enero: “¡A-SE-SI-NA-N! ¡A-SE-SI-NAN! ¡Asesinan al doctor Pedro Joaquín Chamorro en las calles de Managua! Dicen que fue Somoza el que lo mató. Dicen que fue ‘El Chigüín’ el que lo mató”, repetía el locutor.

José Ramón pensó lo peor: “¡Se cagaron en Nicaragua, él es la cara más pública de la oposición!” Esa misma tarde es casi seguro que, como miles de ciudadanos de este país, leyó LA PRENSA con un titular que decía todo en medio de la expectación generalizada: “¡Mandaron a asesinarlo!”, decía el título sobre la foto del cadáver de Chamorro perforado por los perdigones de escopeta, y cuando vio la imagen, y cuando oyó a sus compañeros quejarse y decir airados pestes de la dictadura, no sabía que el relámpago de las críticas alcanzaría a su familia.

Cinco minutos antes de las ocho de la mañana del 10 de enero, Edmundo Jarquín marcó el teléfono que conocía desde hacía años y escuchó casi de inmediato la voz de su jefe y amigo.

El doctor Pedro Joaquín Chamorro había entrado a su oficina en la casa y le orientó que lo esperara en el Diario LA PRENSA.

—¡Nos vemos!, voy saliendo, si llegás antes que yo, te sentás en mi escritorio y te volteás a la izquierda y vas a ver en la máquina que está metido (un documento) en letra roja, andá chequeándolo —orientó aquel.

Esos documentos eran la respuesta de Chamorro a una acusación que intentaban hacerle por negarse a publicar una carta.

Chamorro salió de su casa en su carro nuevo café, placas MA-2C454, marca Saab y cogió rumbo al periódico, agarrando la Carretera Sur y enrumbándose luego a los escombros. Jarquín llegó antes. Entró, hurgó entre los documentos y ahí estaba el papel buscado. “Yo lo llamé porque quería estar seguro que iba a ser puntual, porque el día anterior cumplía 78 años doña Margarita Cardenal, su madre, e iba haber tragos, una cena familiar”, cuenta Jarquín.

Ropa que usaba Pedro Joaquin Chamorro, el dia de su asesinato. LA PRENSA/Archivo

A las 8:25 de la mañana alguien entró en la redacción de LA PRENSA y le informaron, como a muchos seguramente, que el director había sufrido un accidente. Durante unos minutos se ignoró que era un asesinato y pasó poco más de un día hasta que se conocieran uno a uno los asesinos.

VIAJE EN CARRO A LA PESADUMBRE

Uno de quienes escuchó la versión del accidente fue el jefe de redacción de LA PRENSA, Danilo Aguirre. Agarró su carro, montó a su amigo el periodista Ernesto Aburto y salieron con rumbo donde en este tiempo están las instalaciones de la Asamblea Nacional. Probablemente el capitán Rigoberto Mayorga y su ayudante Oscar Morales, del Benemérito Cuerpo de Bomberos, recibían la llamada del aviso que hizo un señor llamado Ervin Urroz, de acuerdo con el reporte oficial en el que se consigna incluso el número de teléfono: 60443.

Cuando Danilo Aguirre llegó al lugar del crimen, ya el vehículo conducido por Mayorga llevaba al hombre herido en el pecho y los brazos por tres escopetazos hacia el Hospital Oriental, hoy Manolo Morales. Fue cuando Aguirre se encontró con la señora que hacía las páginas de sociales en LA PRENSA. “No fue un accidente —le dijo llorando— fue un atentado”.

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Así quedó estrellado el automóvil SAAB que conducía el doctor PJCh. LA PRENSA/ ARCHIVO

Y entonces al ritmo de la noticia, una correntada de aire, como venida de otro mundo, le recorrió el cuerpo, lo mismo sintió al ver el vehículo nuevo de Chamorro chocado contra un poste, donde se cree se fue a estrellar después que lo tiraron.

EL DISPARO DE ACEVEDO

El vidrio del lado derecho del vehículo estaba hecho tucos. Allí había disparado Domingo Acevedo Chavarría.

“El dicente (Silvio Vega) miró que lo apuntó y volteó la cara para no ver el crimen, pero que oyó los tres disparos que le hicieron al doctor, que estos los hizo Domingo”, reza el informe de la declaración de Vega ante la primera judicatura de Policía de Managua.

A las ocho de la noche del día siguiente, el sobrino e hijo de crianza de Domingo Acevedo, José Ramón, encendió el televisor en su casa en el reparto La Providencia. No hubo esa noche providencia alguna que escuchara a esta familia.

El coronel de Policía, Luis Ocón, juez de Policía de Managua de la Guardia Nacional que además había llevado a los asesinos delante del dictador, presentaba uno a uno a los implicados.

Aquella era una galería un tanto extraña. ¿Cómo había coincidido Peña el mentiroso, con el cambista Silvio Vega quien tenía un feo pasado en el negocio de ruletas? ¿Cómo habían coincidido ambos con Harold Cedeño, un joven recién casado; con Domingo Acevedo y un hijo de este Juan Ramón Acevedo Medina que lo acompañó al momento del asesinato?

Se sintió contrariado, porque la imagen que siempre mantuvo mientras vivió su tío era la del hombre que había sido fino con él, pese a tener 43 hijos regados por todo occidente. Además era un personaje conocido en la ciudad que participaba en celebraciones religiosas en el pueblo.

“Para mí era imposible que estuviera involucrado en un acontecimiento como este, yo me hacía la pregunta de cómo Anastasio Somoza mandaba a traer a un hombre campesino para que hiciera un trabajo que podían hacer cualquier mercenario de la Guardia Nacional”, opina José Ramón Acevedo Chavarría.

Sin embargo los periódicos dijeron otra cosa. “En León era conocido —afirmó La Prensa— como un finquero con posibilidades económicas, no rico. Tiene en su haber un deshonroso expediente de haber sido miembro de la Patrulla Fatídica que conformó el extinto coronel Ángel López, para exterminar campesinos en occidente (…) Era activo de los Frentes Populares Somocistas”.

LAS HORAS DESPUÉS DEL ASESINATO

En las horas que siguieron el crimen, dos patrullas llegaron a la casa de este hombre, ubicada junto a la finca del diputado Francisco Argeñal Papi, en Poneloya. Las patrullas también se multiplicaron en las casas de sus hermanos y pronto yacían presos Antonio, Pedro, José María y otro hijo de Acevedo Chavarría. Domingo empezó a ser conocido como “Cara de Piedra” desde que los lectores abrieron el Diario y vieron aquel rostro pétreo, inexpresivo.

En enero de 1978 en la Universidad de León, donde estudiaba Medicina José Ramón, había inconformidad y en el resto del país también.

El mismo día del asesinato, muchos manifestantes con retratos de Chamorro en sus manos quemaron el edificio de Plasmaféresis del cubano-norteamericano Pedro Ramos, ubicado frente al sitio donde estaban los hilares El Porvenir de la familia Somoza y donde hoy se ubica una zona franca al oeste de los semáforos de la Robelo.

Fue a Ramos a quienes los asesinos materiales acusaron de facilitar la suma con que se pagó el crimen (unos 14,285 dólares de la época) y quien había sido denunciado en LA PRENSA como socio de Somoza en esta empresa que le compraba su sangre a los borrachos y mendigos.

“Le extraían el plasma a la sangre de picaditos y luego le volvían a inyectar la sangre sin plasma. Ese plasma era patentado en Miami y seguía siendo caro. Era un negocio redondo, aquello parecía un hospital de Drácula. Pedro Ramos había acusado a Pedro. A los picaditos le daban por una pinta, que es más o menos medio litro de sangre, el equivalente a tres dólares y medio, unos 25 córdobas”, recordó Aguirre Solís.

“Pedro era como una especie de confesor político —agregó Aguirre al recordar las manifestaciones populares —. (Los somocistas) no se dieron cuenta que cuando a alguien le asesinan la conciencia se siente desguarnecido. El pueblo nicaragüense sintió que en cualquier esquina podían matar a cualquiera”.

El contacto directo de Ramos era Silvio Peña, un mentiroso que se ufanaba de ser agente somocista y que, según Aguirre, andaba por la vida extorsionando a la gente con información que le daban sus contactos en la Oficina de Seguridad Nacional.

El segundo involucrado fue Silvio Vega, quien en más de una ocasión cambió dólares a Chamorro muy cerca de LA PRENSA donde trabajaba como cambista. Él fue el que contrató a los tipos que se rajaron en la iglesia primero y quien fue a buscar hasta León a su pariente: Domingo Acevedo Chavarría, un hombre sin miedo. Aguirre dijo que no puede precisar el parentesco, pero Vega estuvo casado con una sobrina del señor según rola en el expediente criminal.

De acuerdo con la descripción policial, Acevedo Chavarría no lucía como alguien peligroso aunque fuese muy serio. Frente estrecha, moreno, de 53 años, bigote largo, si algo sobresalía era su estatura: seis pies que soportaban sus 180 libras de peso, pero una cosa es la apariencia.

Dr. Danilo Aguirre Solís (q.e.p.d.), exjefe de redacción de LA PRENSA. LA PRENSA/ARCHIVO
“ESTO SE ACABA HOY”

La mañana del 10 de enero, de acuerdo con los informes policiales, Domingo Acevedo Chavarría fue quien disparó la escopeta 12 marca Gevelot número 43603 que acabó con la vida del director de LA PRENSA. Según las declaraciones de los indiciados ante la primera Judicatura de la Policía de Managua, Peña dijo: “Esto se acaba hoy” refiriéndose a la vida del director de LA PRENSA.

Siguieron desde muy temprano a Chamorro, se parquearon una cuadra al norte de su casa, estaban pendientes de su salida y lo siguieron hasta bloquearlo con su vehículo en los alrededores de los escombros, pero con tal mala suerte que se le zafó un borne al carro conducido por Vega en el que iba Domingo Acevedo Chavarría, supuestamente porque en una maniobra de última hora Chamorro los impactó.

El hecho es que se quedaron a 20 varas del vehículo del periodista y luego fueron levantados por Peña que los seguía en otro auto. Cuando Danilo Aguirre Solís llegó al Hospital Manolo Morales encontró a Xavier Chamorro, hermano del periodista asesinado. Caminaba alrededor de la camilla donde yacía el cuerpo. Gritaba culpando a los Somoza, mientras otro de los parientes espetaba: “¡Malditos!”

Según las memorias de la viuda de Chamorro, la expresidenta Violeta Barrios, Peña reveló en sus primeras declaraciones que tras el complot estaba Cornelio Hüeck quien había acusado a Chamorro por injurias y calumnias; Pedro Ramos, Fausto Zelaya, denunciado por corrupción en la presidencia del Banco de la Vivienda y a quien Aguirre Solís señaló como el que pudo financiar la operación.

Otro de los involucrados era Anastasio Somoza Portocarrero, conocido como “El Chigüín”, quien dirigía la poderosa Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería, una acusación que de ser cierta explicaría por qué Somoza Debayle nunca hizo nada para extraditar a Ramos, pese a que había salido del país una Navidad antes.

“Fuera de declaraciones en el juzgado Peña me dijo personalmente que se fue al balneario donde estaba Pedro Ramos celebrando una fiesta (lo contactó en septiembre y el dinero se lo dio supuestamente dos meses después). Fue sin invitación y le ofreció la muerte de Pedro Joaquín y él se echó de espaldas y por salir del paso dijo que lo iba a consultar. Después lo contactó”.

“Fue donde Alesio Gutiérrez para que le pidiera ayuda a ‘El Chigüín’ (Anastasio Somoza Portocarrero) y él dio el OK y entonces le ofrecen que lo van a trasladar al norte en helicóptero y a él lo capturan porque el carro se le descompuso en el choque con el carro de Pedro Joaquín”, asegura Félix Trejos Trejos, de 65 años, alto, gordo y el juez que condenó a todos los implicados.

Después del crimen, doña Violeta Barrios de Chamorro y sus hijos visiblemente impactados. LA PRENSA/ARCHIVO
SOMOZA DEBAYLE ACUSÓ A RAMOS

Somoza Portocarrero, radicado en Guatemala, no habló para este reportaje, pero su padre acusó a Ramos en su libro Nicaragua Traicionada y justificó prácticamente el crimen cuando en la última entrevista que dio en vida, antes de ser ajusticiado en Paraguay el 17 septiembre de 1980, dijo que “últimamente él (Pedro) se había puesto insoportable”.

Domingo Acevedo salió de la cárcel en 1995 después de un gesto de buena voluntad de Violeta Barrios de Chamorro que entonces era la presidenta. Tenía, según su sobrino, 70 años.

“Domingo Acevedo es recordado en su pueblo como el hombre que preparaba la enramada el día de la procesión del triunfo, cuando entra Jesús en la burrita el Domingo de Ramos. Para mí era una buena persona”, dice José Ramón en su casa de Chinandega. Domingo era uno de los 12 hijos que procreó Salvador Acevedo Martínez y Giralda Chavarría y cuando cayó Somoza huyó como otros reos cuando se abrieron las puertas de la cárcel.

Lo recapturaron, según el sobrino, en el barrio Open-3, actualmente Ciudad Sandino, donde un ejército de pobladores pedía que lo ajusticiaran.

“Después del crimen era como que teníamos sarna. En la efervescencia universitaria, todos querían andar armados, participar en la lucha contra Somoza y eso significaba que donde aparecía en parentesco con los Acevedo Chavarría decían: ¡Chiva quiénes son estos!”, asegura.

Al ritmo del rechazo popular, el médico relata que varios de sus familiares fueron asesinados y dice que también les negaban crédito para cultivar la tierra a sus parientes campesinos.

Después de 1979 todo devino en venganza política. La gente miraba en las calles, en medio del revuelo del triunfo, a los antiguos miembros del régimen y la mejor balada de la época era el desquite, la ejecución.

El médico José Ramón Acevedo Chavarría hasta puede contar a sus víctimas: tres hijos de un pariente de apellido Chavarría fueron asesinados, otros se fueron huyendo a Honduras y otros más encarcelados y amarrados de pies y manos.

Hubo también un momento en que se cruzó la vida de un hermano de Domingo Acevedo con la del famoso guerrillero Luis Manuel Toruño conocido como “Charrasca”, quien a su captura pedía insistentemente que alguien lo reconociera para ejecutarlo.

“No halló a nadie que pidiera su ejecución, pero alguien le sugirió que lo trajera a su pueblo porque allí sí lo conocían, lo llevó a Posoltega, en Chinandega, y nadie lo señaló y se lo llevaron a otro lugar”, asegura mientras una hija escucha la conversación desde el sillón de enfrente.
Lo peor del caso, según él, es que sobrinos de su padre de crianza denunciaban a sus tíos ante miembros del FSLN y propiciaban su ejecución “creo que para tratar de sobrevivir”. Cuando lo dice hace un gesto en la cara. Como de dolor atrapado.

—¿Ustedes nunca dijeron que su tío mejor no hubiera hecho eso?
—Eso significaría que yo te estoy diciendo —responde rápido— que él lo hizo, y no te he dicho eso. Estuvo diez años con nosotros después de salir de la cárcel y nunca me atreví a preguntarle. Nunca tocamos el tema. No me atrevería a juzgarlo. Las consecuencias del acontecimiento fueron devastadoras para nosotros. Muchas familias se hicieron enemigas de su misma familia. .

Un hombre de letras. En esta imagen mientras escribía en su máquina. LA PRENSA/ARCHIVO

Este reportaje se publicó en diciembre de 2007 originalmente en la revista Magazine bajo el título “Operación: Eliminar a Chamorro”.

FRAGUADO EN EL SOMOCISMO

Edmundo Jarquín, excandidato a presidente por el Movimiento Renovador Sandinista en 2006 y casado con Claudia Chamorro, una de las hijas del periodista asesinado, dice que no hay manera que se le pueda achacar el crimen al Frente Sandinista. “Esas hipótesis se vienen a levantar muchos años después en el marco de la confrontación antisandinismo-sandinismo (…) A nadie de la familia se le ocurrió pensar que no había sido un complot en el seno del régimen somocista. Aún siendo anti Ortega en la actualidad, culpar al FSLN sería una gran injusticia histórica, una distorsión bestial”, aseguró Jarquín.

ASESINOS INCORREGIBLES

Silvio Vega: “Yo soy historia, aunque haya entrado por la puerta de atrás”.

La tarde cayendo. Silvio Vega sale enfundado en su camiseta blanca, barrigón, con su cola de caballo, estilo Highlander, y con una barba que no conoce navaja de afeitar desde hace días. Carga en la bolsa derecha de su pantaloncillo una pistola calibre 38 como si fuese una cartera.

El excambista es ahora un vigilante de una bodega de Zonas Francas en Managua, en los alrededores del kilómetro ocho de la Carretera Norte.

No quiere entrevistas, pero nomás un breve intercambio y asegura con orgullo que “él es historia, que no hay quien no lo conozca, aunque haya entrado por la puerta de atrás”.

La expresidenta Violeta Chamorro (1990-1996) y viuda del Mártir de las Libertades Públicas.

Y puede que tenga razón. Para muchos aún está fresco el recuerdo, cuando al calor del juicio, lloró como un niño lamentándose de haber matado al “defensor de los pobres de Nicaragua”.

Hoy es totalmente opuesto: agresivo. Dice que lo han venido a buscar varias revistas del extranjero, ofreciéndole dinero para que cuente su historia.

Silvio Vega es compadre de Silvio Peña, quien orquestó el crimen. Ambos se vieron recientemente en el bautizo de un pariente. Platican con mucha frecuencia del suceso y prometieron una entrevista que nunca se dio.

Vega se quejó de los juicios de los medios de comunicación y recordó cómo hace años una periodista de televisión los entrevistó de modo agresivo en los juzgados al descubrirlo en medio de la muchedumbre. “Nunca sacó la entrevista”, se ufana, “porque yo le dije que si la sacaba la sacara tal como es y no recortara ni metieran su opinión”.

“No me querían dar trabajo en ningún lado, mi familia, mis hijos sufrieron. Yo no tolero que alguien me insulte, eso sí te lo digo. Con ellos (la familia Chamorro) nadie se mete, pero yo no les tengo miedo”, advirtió.

Vega reinició su vida sentimental con una mujer que conoció en el Sistema Penitenciario de Nicaragua. Era su custodia. Pero de nada de esto quiso hablar a pesar que se le visitó en más de tres ocasiones. “¿Para qué vamos a hablar? Ahí dejalos que cuenten sus mentiras”, dijo.

“No voy a hablar —dijo escuetamente por su parte Domingo Acevedo (hijo) en el barrio Carlos Núñez, en León—. Usted no sabe lo que hemos sufrido. Perdimos una hermana, la asesinaron y hemos cargado con ese apodo que le pusieron a mi papá en los medios de comunicación. Nosotros y nuestros hijos”.

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¡Mamita linda! La muerte del doctor Chamorro me la están queriendo encaramar a mí, y yo estoy diciendo: ‘¡Momentito! Aquí alguien está manufacturando esto por razones, obviamente de hacerme mal, por razones políticas’”. Anastasio Somoza Portocarrero accedió hablar sobre el tema con el periodista Fabián Medina en febrero de 2008. LA PRENSA/ARCHIVO

 

LO IBAN A LANZAR AL MAR

La hoja en el libro está escrita a máquina, tiene algunas correcciones y algunas anotaciones para hacer más claro el mensaje. El 13 de febrero de 1975, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal escribió la que sería la primera advertencia de que algo podría sucederle, la primera advertencia de que dentro del somocismo se hablaba ya de eliminarlo.

“Creo que es necesario escribir estas notas, porque están pasando cosas inusitadas —escribió—. Hace dos días por ejemplo me visitó S. (Sergio García Quintero) y su plática me erizó los pelos. Dice S. (Sergio) que delante de su jefe hablaron de eliminarme, lo cual muchas veces se ha dicho, y cuando lo repiten, por un oído me entra y me sale por otro, pero esta vez me relató un proyecto tan bárbaro, como para fruncirle el estómago a cualquiera. Dice él que se trata de secuestrarme (por unos civiles), llevarme a la Fuerza Aérea y luego tirarme desde un avión al mar”.

“Yo simplemente le comenté:
—¿Por qué no buscan una cosa menos truculenta…?
Lo dije así, en parte para dominar cualquier gesto espontáneo de desagrado o miedo, que pude haber traslucido.
S. (Sergio) me contó luego los devaneos respecto de mi persona. Dice que él ha aconsejado al ‘prócer’ (Anastasio Somoza Debayle) no meterme al tribunal militar por trascendencia internacional de esa medida, pero sí enjuiciarme en un tribunal civil, y me mostró ese consejo escrito en un memorándum suyo para el prócer”.

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COMENTARIOS

  1. Rosa Melba Tellez (Censurada)
    Hace 8 años

    Qué triste se ha de sentir PJCh al saber que el medio de comunicación que erigió, ahora se encuentra al servicio de la ideología que lo mandó a matar y que ha hecho y quiere seguir haciendo tanto daño a Nicaragua…. Este comentario corre el riesgo de no ser publicado por el excelentísimo moderador que tiene La Prensa… LIBERTAD DE EXPRESIÓN!!!!!

  2. Anti Somozista
    Hace 8 años

    No se como Doña Violeta no hizo nada por aclarar quien fue el asesino intellectual de el Doctor Chamorro, si tenian a todos los autores del crimen que paso con el sinverguenza de Silvio Peña ahora esta libre, pero el podia decir quien le pago, a mi parecer fue el FSLN el que lo mando a matar, porque le convenia que acusaran a Somoza que estaba en alitas de cucaracha es a Somoza es al que menos le convenia, lo que diga Jarquin es cosa que no tiene validez porque el estaba con el FSLN. y sigue sindo comunista, lo que pasa es que es de los resentidos

    1. Ramón Salgado Valle
      Hace 8 años

      Tienes muchísima frazón. Yo tampoco entiendo porque doña Viloleta no investigó. Y naturalmente, no fue Somoza, sino Fidel Castro el autor intelectual del asesinato del Dr. Pedro Joaquin Chamorro Cardenal.

    2. Juan Antonio Cifuentes F.
      Hace 8 años

      El unico que se beneficiaba de este asesinato era el FSLN, nadie mas. Sin embargo, tengo que tener en cuenta que, en ese tiempo, habian muchos intereses financieros que habian sido atacados por La Prensa. Encima, teniamos al Chiguin que miraba que su turno en el poder estava en peligro y, puede ser, como dice el articulo, que dio el visto Bueno para el asesinato. Pero todo es conjeturas. La realidad es que Dna. Violeta tuvo toda la oportunidad del mundo en descubrir quien mando a asesinar a su marido. No lo hicieron. Y no lo hicieron, probablemente, porque a la familia Chamorro le conviene mantener el mito de que fue Somoza quien lo mando a matar. Les conviene porque asi se mantienen al frente de la oposicion, justifica el hecho que se hicieron sandinistas, justifica el hecho que Dna. Violeta haya sido “escogida” por la oposicion para ser presidenta y que sus descendientes explotaran el poder. Entonces volvemos a lo mismo, el FSLN y sus secuaces internacionales. Solo Dios sabe y el, los, culpables, pagaran hasta la ultima moneda por este crimen; “y Habran gritos y rechinar de dientes.”

    3. pablo
      Hace 8 años

      Teens mucha razon a jarquin no le conviene que la suegra y cuñados se le volteen porque el participo en esa caonspiracion por alcansar el poder y ahora anda de opositor y siemlre leal al orteguismo porque la disciplina del silencio nunca la ababndonan o les pasan la cuenta como unado andaban en la clandestinidad y les encanta de ir mi padre o mi esposa es hija de un heroe nacional por favor heroe de que? Es como dijeron los nazis decis una mentira mil veces y se convierte en verdad .

  3. fred walsh
    Hace 8 años

    seriamente broder , y vos creen en lo unicornios tambien verdad

  4. Guille
    Hace 8 años

    Era un periodista-investigador como no existen ahora, desdichadamente en la actualidad es una sociedad interamericana de periodistas conglomerados, era un político que sufrió la persecución por escribir y describir la realidad sociopolitica del momento, y no se dedico a armar una corporación para desinformar, fue capaz de poner un alto a los abusos hasta el momento de su muerte. Hoy en día en la Rep de Argentina existe una persecución a los periodistas críticos al gobierno y de seguro PJCH nos lo hubiera hecho saber como se manejan ahora. un homenaje a este extinto periodista como muchos como el.

    1. fred walsh
      Hace 8 años

      la sociedad interamericana de prensa SIP es una asociacion de los duenos de los periodicos , de gente adinerada que controlan las masa para sus fines economicos y de quienes les ayudan a hacer fortunas , nada tiene que ver con libertad de prensa

    2. Guille
      Hace 8 años

      Fred eso es lo mas obvio y completamente de acuerdo, pero si dices que la SIP no tiene que ver nada con la libertad de prensa o mejor asignación libertad de expresión estamos mirando a otro lado y tampoco a los funcionales periodistas que desinforman, engañan, mienten ya sea para esconder la información para mantener distraido y ayudar a la hegemonía idiológica y ademas eliminar opiniones diferentes con defenestrar y calumnias.

  5. JJREY
    Hace 8 años

    Total la misma historia sin resolver, lo que si esta muy claro que cuando asesinan a PJC, Nicaragua se encontraba con movimientos insurreccionales,a Somoza no le convenia sacar del panorama a PJC, hasta hoy creo que esto fue obra de los Sandinistas para terminar con sus propósitos hechos realidad, Lo viví, como también la muerte Mons. Romero quisieron hacer lo mismo pero les fallo. Tal parece que fue preparado al estilo Nica…umm… Se han preguntado porque Doña Violeta no investigo la muerte de su Esposo, teniendo todo el poder para hacerlo? El tiempo no se puede retroceder….seria mejor dejarlo como se escribió la historia y NO tratar de cambiarla…..porque NO CONVIENE !!!!!!!!!!

  6. silvio
    Hace 8 años

    pero por que no se hacen la pregunta por que asesinaron a monsenor Romero y quienes lo montaron . eso seria mejor que todo lo que aqui esta escrito

  7. Mauricio Davila Wills
    Hace 8 años

    Lo recuerdo muy bien, yo trabajaba en el Bank of America, Sucursal Carretera Norte, contiguo a La Prensa del Dr. Pedro Joaquin Chamorro. En el atardecer, en el fondo del aquella tarde-oscura agitada por manifestantes, en el fondo se observaban gente indignada y rodeando hogueras de llantas ardiendo, algo como para las memorias eternas de la Historia de Nicaragua. Año del Gato, 10 de Enero de 1979.

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