14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Carlos Cerda Gaitán

Trocha mágica

La columna vertebral de los conflictos sociales parece ser la falta de cumplimiento de las obligaciones del Estado. Lo que plantea Torres-Rivas (2006) es una verdad aplicable a los escenarios sociales recientes de Centroamérica: “Mucho de los problemas de la sociedad guatemalteca se originaron en el atraso político, en la debilidad del Estado”. Vale la pena reproducir íntegramente una de las obligaciones del Estado de Guatemala: “Velar por la elevación del nivel de vida de todos los habitantes del país” (Constitución Política, art. 119, literal d).

Aunque la política es un asunto de interés primario de los políticos y de los partidos políticos, concierne también a cada ciudadano individualmente velar porque el Estado haga lo que está llamado a hacer por mandato constitucional. El poder político resulta el instrumento para asegurar el cumplimiento de las obligaciones de las instituciones, en palabras del filósofo Jean-Fabien Spitz, se trata de un contrato en el que cada individuo se compromete con todos los demás a formar un cuerpo que se encargue de garantizar la aplicación de los derechos que la naturaleza nos da. Aquí vale resaltar el concepto de ciudadanía planteado por Estrada (citado por Ossorio, 2013): “Condición jurídica en cuya virtud los individuos intervienen en el ejercicio de la potestad política de una sociedad determinada”.

Eso quiere decir que la política no es asunto únicamente de los políticos, sino también de todo ciudadano de la República, sin distinción alguna.

El sentir ciudadano en Centroamérica. “Jimy Morales (sic.) / que no se le olvide / que el pueblo de / Guatemala es su patrón / como lo puso lo puede / quitar / Estaremos vigilantes” reza un cartel que sostiene una mujer en la Plaza de la Constitución, en una de las primeras concentraciones ciudadanas que inaugura al gobierno presidido por el señor presidente de la República de Guatemala, Jimmy Morales Cabrera (vid. Prensa Libre, p. 6, ed. 17-1-2016).

El centro de salud tiene una decoración excepcional. Puertas cerradas y estructura corroída. La escuelita no tiene ventanas. Los maestros son héroes anónimos. La niñez esculpe su instrucción a precio de grandes distancias, donde el transporte es un acontecimiento de dos veces al día. La mirada de los habitantes recuerda el poder de un silencio impotente. Esta realidad aún es un horizonte presente en las periferias de Centroamérica.

Mientras las pugnas políticas se hacen presente en las urbes centroamericanas, miles de rostros viven en la dimensión de lo primitivo.
La ausencia del Estado es el caldo de cultivo para la anarquía. Cuando la ley es observada solo por unos pocos, el derecho ha perdido su esencia. Robert Taber lo previó con claridad: “la confrontación entre quienes tienen y quienes no tienen (…) prolongación de la política”. Es decir, el caos. Nadie quiere que los conflictos sociales se salgan de control, salvo los discípulos tropicales de Maquiavelo: “El fin justifica los medios”.

No hay otro camino que dicte la razón, el Estado debe cumplir con los propósitos al que está llamado. Pero eso solo será posible con ciudadanos participantes y vigilantes de lo público, y conocedores de la realidad de su propia patria: la de las avenidas con edificios de primer mundo y la de las trochas mágicas, donde sabe morar el saludo generoso y el alimento compartido con el foráneo. César Barrientos Pellecer, In memoriam.

El autor es abogado y notario.
www.carloscerdaescritor.com

Opinión Estado Justicia Maquiavelo Trocha archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí