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Gonzalo Cardenal M.

Mi visión de la Iglesia actual

Lo primero que hizo Jesús fue fundar una comunidad de discípulos. Y lo primero que hacen sus discípulos, fue fundar comunidades en todo el mundo conocido, pero al propagarse el cristianismo la Iglesia se vio en la necesidad de crear estructuras adecuadas a la nueva realidad. Así nacieron las diócesis y las parroquias, que han venido funcionando hasta ahora pero que creo que ya ameritan ciertas priorizaciones: una de ellas es volver a la vida comunitaria, que es consustancial con la vivencia cristiana, y la parroquia sería la estructura que contenga a muchas pequeñas comunidades constituyéndose principalmente en una gran comunidad de comunidades.

Es evidente la urgencia de llenar este vacío en muchas parroquias. Mis vecinos de banca en una misa rara vez me conocen. No saben de mis necesidades ni yo las de ellos. La oración en el templo es masiva pero disociada. Falta calor humano por lo que muchos se van en su búsqueda a otras denominaciones cristianas, y aunque esta es una causa común de deserción y merece enfrentarla con valentía, creatividad y realismo, hay que admitir que los problemas personales abundan, ignorando que como humanos siempre nos encontraremos con esta situación y que solo Jesucristo nunca nos va a fallar.

Los párrocos. Numéricamente los párrocos son muy pocos para la población que tienen que atender (el doble de la que atiende un párroco europeo). Su tiempo lo consume la administración de los sacramentos, la catequesis de niños, coordinar su consejo parroquial compuesto por sus diferentes pastorales y ministerios asistenciales y culturales, imparte cursos prematrimoniales, de preparación a padrinos de bautismo, consejería matrimonial, dirección espiritual y dirección de la escuela parroquial (que en muchos casos termina convirtiéndose en colegio completo con cientos de alumnos). Y por supuesto, la atención en general de la vida espiritual (y a veces hasta económica) de su feligresía. ¡Más, ya no pueden dar!

Los seglares. Normalmente las parroquias invitan a los seglares a integrarse a la parroquia para asistir al párroco, especialmente en la catequesis de niños y en dirigir la labor asistencial de la parroquia.
Por otro lado, hay muchos otros seglares comprometidos que no se sienten atraídos a esas labores y se integran a movimientos seglares ultraparroquiales dedicados principalmente a la evangelización de adultos.
Por otro lado, mi amigo monseñor Miguel Mántica me decía que, además de todo lo que yo describía, él advertía mucha dispersión de los movimientos dentro de las parroquias, y que valdría la pena —como pedía monseñor Silvio Báez— que hiciéramos en conjunto una “animación misionera” periódica.
¿Esa podría ser otra manera de responder al llamado del papa Francisco a los párrocos de que salgan de sus templos y vayan a la periferia a buscar a las ovejas alejadas? Dice el papa: “La Iglesia es una familia que acoge”. “Las iglesias a puertas cerradas deben llamarse museos”, asegura el papa.

Mi respuesta es que los párrocos solo administren los sacramentos y deleguen lo más posible en sus líderes seglares el cuido de su feligresía y se lancen prioritariamente a la evangelización fuera de la iglesia. Otra manera sería el seguir haciendo lo que han hecho hasta ahora y pedirle a los movimientos seglares que se encarguen de las campañas de evangelización a los adultos alejados para que se integren a ellas, y les ayuden a formar comunidades realmente comprometidas con Dios y entre sus propios miembros, como con mucha alegría hemos observado como ya se ha comenzado a hacer en algunas parroquias.
Como hay mucho que decir sobre lo que constituye una verdadera comunidad cristiana dedicaremos la reflexión de la próxima semana a ello.

EL AUTOR ES COORDINADOR DE LA CIUDAD DE DIOS.
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