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Fernando Londoño

El antiplán Colombia

Nuestros antepasados indígenas se emborrachaban frenéticamente en los entierros. Santos conserva esa tradición. Para eso va a Washington.

Como Juanpa (nombre por el que también se conoce al presidente Juan Manuel Santos) no tiene oficio por hacer, como no se le volvió pedazos la economía, como el desempleo juvenil no es el peor de América, como la informalidad no supera el 50 por ciento de los trabajadores de Colombia, como no se cae la salud a pedazos, como no es cierto que la educación en jornada única esté en ceros, como no es verdad que la producción de cocaína crece “como nunca antes”, como las 4G no tienen manera de arrancar, como los jueces civiles no están protestando, como no se está preparando un paro nacional de protesta, como el costo de los alimentos no se volvió inalcanzable para los del salario mínimo, como la sequía no tiene ardiendo un país sin preparación para afrontarla, se va a pasear a los Estados Unidos, a hacer alarde de nada, a celebrar lo que acabó él mismo.

Y se va con una comitiva de dictador africano que apenas cabe en dos aviones, llenos de periodistas enmermelados, de lagartos de ocasión, de empleados que tampoco tienen nada que hacer.

La ocasión es maravillosa. Se cumplen 15 años del Plan Colombia, desvencijada nave próxima a irse a pique. Porque Santos le abrió huecos y troneras por todas partes, dejándola inservible y como se dijo, a punto de naufragio.

El Plan Colombia se hizo gracias a Andrés Pastrana. Esa fue su obra notable, empeñada para rescatar moralmente la República y devolverle la esperanza. Ernesto Samper, el amigo de Santos, al que tiene en lujosas oficinas en Quito, ganando dólares que nadie sabe quién paga, nos había tirado al abismo. Éramos la Nación paria de América Latina y del mundo. Un país con presidente elegido y manejado por la mafia. Nada menos. Pues Pastrana, con su embajador Luis Alberto Moreno, convenció a Washington de un plan para derrotar el narcotráfico y restablecer la dignidad de nuestras instituciones.

Ese fue el Plan Colombia, diseñado para derrotar a las FARC y a los demás grupos de mafia que se habían apoderado de Colombia.

El Plan comprendía el equipamiento del Ejército, desabastecido de todo; el rescate de la Fuerza Aérea para darle capacidad de bombardeo; la financiación de la fumigación aérea con glifosato; los medios para interceptar los precursores químicos para la fabricación de la pasta y la cocaína; el apoyo de inteligencia para capturar narcos y extraditarlos a los Estados Unidos.

El Plan funcionó y ganó esa especie de guerra a los bandidos. Hasta que llegó Santos y prohibió los bombardeos; acabó con la fumigación de los cultivos; cerró la Dirección Nacional de Estupefacientes; prohibió la extradición de los narcoterroristas y acabó con la moral combativa de las tropas. En suma, el antiplan Colombia en todos sus puntos y detalles.

El antiplan también funcionó: el país se convirtió en un mar de coca, la producción de cocaína anda por las 600 toneladas métricas por año, los bandidos están en Cuba como reyes y nuestro glorioso Ejército se acaba, sin medios, sin fe, sin horizonte.

Eso es lo que Santos quiere celebrar en la Casa Blanca. La derrota de lo que tanto costó levantar de entre las cenizas del incendio que prendió Samper. Y dejarles franca la puerta a los miembros del cártel más poderoso del mundo, para que entren a enriquecerse más, a ejercer más terror y a entregarles el país que el Plan Colombia les quitó. Es para celebrar, ¿verdad? El antiplan ha sido perfecto y Juanpa quiere mostrarlo al mundo. Eso es todo. ©FIRMAS PRESS

El autor es abogado y exministro en el gabinete de Álvaro Uribe.

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