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José Bernard Pallais Arana

Los dilemas de la oposición

En artículos anteriores he hablado de la imposibilidad de hacer oposición cuando no se vive en democracia y que veíamos el 2016 como la última oportunidad para recuperar el derecho a elegir y garantizar la estabilidad de la nación, consciente de que de no lograrlo tendríamos en el futuro que ejercer la labor de disidentes, frente a un ya consolidado régimen totalitario. Igualmente he desarrollado la idea del absurdo que significa hablar de elecciones cuando ni vivimos en democracia ni gozamos de una verdadera república fundamentada en el Estado de Derecho.

Expresaba que si en nuestro país no gobierna ni el pueblo ni la ley deberíamos, sin ambages, denunciar que se nos ha impuesto una dictadura.

En mi último artículo de opinión reafirmé que sin el derecho a elegir no puede coexistir con el régimen una auténtica y efectiva oposición, ni garantizarse la convivencia pacífica de los ciudadanos y que la estabilidad que todos ansiamos solo puede ser el fruto de un gobierno legítimo, por lo que al cerrarse las opciones democráticas ante la apuesta del Gobierno por incrementar su capacidad de represión solamente subsiste un único derecho, el derecho a la rebelión.

Frente a un panorama tan complejo y difícil como el anteriormente esbozado, son pocas las opciones de una oposición civilista, comprometida con la paz que cree en el cambio mediante el ejercicio del derecho al voto. Quienes optan por la violencia tienen fácil su decisión, recurrir nuevamente a las armas y es lamentable que todos los días se hable sobre la existencia de nuevos grupos armados.

El gran dilema es participar o no en el proceso electoral orteguista con su reiterado afán de fraude y desprecio a la voluntad ciudadana.

Algunos argumentan que sin participar no puede existir fraude y estaríamos concediendo legitimidad, otros opinan que la legitimidad se concede por el mero hecho de la participación. A lo último muchos responden que no puede existir legitimidad con fraude porque esta únicamente puede proceder del consenso de la comunidad que acepta como auténticos los resultados electorales.
Para superar las diferencias que pudieren parecer irreconciliables, un buen grupo de las organizaciones de la Coalición Nacional por la Democracia han venido sentando las bases de una solución ecléctica, definiendo las características de una posible participación.

Que, aún iniciado el proceso electoral, se debe continuar con la campaña de elecciones libres y transparentes tanto a nivel nacional como internacional para garantizar condiciones apropiadas, persuadiendo a los gobiernos de Centroamérica de los riegos que para la paz en la región tiene una Nicaragua sin democracia, militarizada e inestable y a la OEA de la vergüenza de que un nuevo país se sume a Cuba como los únicos que no garantizan elecciones democráticas a sus pueblos.

Un compromiso firmado por todos los candidatos, a renunciar si no se respeta la libertad de organización, movimiento y manifestación y se percibe que el proceso es una burda simulación de elecciones.

Un plan de visitas casa a casa denunciando la naturaleza del régimen y promoviendo los valores de la democracia y el respeto a los derechos humanos, con el objetivo de romper la hegemonía mediática que el Gobierno se ha agenciado.

Un programa de gobierno que ofrezca soluciones factibles a la problemática social y económica de la población, contrastando la imposibilidad del modelo orteguista de producir crecimiento con justicia y equidad.

La integración permanente de las estructuras políticas con los movimientos sociales que permita potenciar las demandas y reclamos de los pobladores.
El acuerdo de no callar sobre los abusos y arbitrariedades que se cometieran.

Y por último avanzar en el proceso de democratización interna de las organizaciones mediante la selección democrática de los candidatos.

En resumen, que el proceso electoral sea un medio para el cambio no un fin en sí mismo ni una escalera para ocupar cargos públicos. Solamente el desarrollo de las anteriores líneas podría motivar la confianza de la población y el renacer de la esperanza.

El autor es abogado.

COMENTARIOS

  1. Edmund Dantes
    Hace 8 años

    Muy buen argumento Jose Pallais. Los detractores quieren parar, los que apoyan democracia queremos avanzar. El derecho de rebelion es totalmente valido, pero dbemos educarnos bastante mejor en lo que es e implica Democracia, Ciudadania, Civismo que son los UNICOS tres primeros pilares sobre los cuales construir una democracia solida y que nos eviten crear repetidos vacios post elecciones que nos tienen dando circulos ciegos…Es decir, participar por participar con mente de ver que agarro debe de ser rechazado tajantemente.

  2. Ramona
    Hace 8 años

    Pareciera mentira, pero en la última protesta en plena TV un ciudadano vistiendo una camiseta verde amenazó públicamente de usar la violencia en contra de los participantes mujeres, hombres y niños de la próxima protesta, sólo en este país se comete públicamente el delito de amenaza pública a la vida de inocentes y nadie hace nada, más bien el gobierno dictatorial espera y piensa que puesto ofrecer a este energúmeno y violento adepto orteguista. Lo mínimo será una diputación, así surgió el hoy gran empresario y millonario Yaser Martines (Diputado rojinegro).

  3. armando lio
    Hace 8 años

    desde las primeras frases está equivocado: “imposibilidad de hacer oposición de no hay democracia”, por favor, siempre se puede hacer oposición en las calles pacíficamente hasta vencer el miedo, y cuando participen multitudes en varias ciudades a distintas horas y varios días seguidos y los que se quedan en casa que hagan ruido con las porras y pailas, ya veremos si hay o no cambios. Y para todo eso no hacen falta vividores de la política, ni traidores, ni caudillos, ni saltinbanquis. Solo el pueblo salva al pueblo.

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