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Eros contra Eros

En la mitología griega hay dos divinidades, contradictorias, relacionadas con el sentimiento y la pasión que desde el comienzo de la historia humana es llamado amor.

En la mitología griega hay dos divinidades, contradictorias, relacionadas con el sentimiento y la pasión que desde el comienzo de la historia humana es llamado amor.

Para Hesíodo, Eros es un dios primigenio, el cuarto en la línea de aparición de los dioses, pues surge después de Caos, Gea y Tártaro. En su poema épico Teogonía Hesíodo lo canta así:

“En primerísimo lugar Caos nació; luego Gea de vasto pecho, asiento siempre firme de todos los inmortales, quienes habitan en el nevado Olimpo, y el Tártaro brumoso en lo profundo de la tierra de anchos caminos, y Eros, el más bello entre los inmortales dioses, que relaja los miembros de todos los dioses, y de todos los hombres daña el corazón en el pecho, y la prudente voluntad”.

Hesíodo dice más adelante que Eros acompaña a Afrodita, la diosa del amor, cuando esta nace —entre las espumas del mar— del semen y los testículos de Urano (el Cielo) cercenados por Cronos que se ha rebelado contra la tiranía de su padre. Hesíodo no dice adonde acompaña Eros a Afrodita, pero se entiende que es a Chipre, o a Citera, las dos islas que disputan ser el lugar de origen de la diosa del amor y por lo cual en ambas se erigieron soberbios templos para honrarla y rendirle el culto debido.

En la mención de Hesíodo de que Eros acompaña a Afrodita se ve el vínculo simbólico de esta, como diosa del amor, con aquel que “relaja los miembros de todos los dioses, y de todos los hombres daña el corazón en el pecho, y la prudente voluntad”.

Pero además de Eros originario, que no es creado sino surgido por sí mismo, el que según Hesíodo es poderoso e invencible y al que es insensato oponerse, tenemos a “otro” Eros, el que de acuerdo con Platón nace de la unión de Poros (la Abundancia) con Penia (la Pobreza), cuando se encuentran en una celebración del cumpleaños de Afrodita. Eros hereda de Poros su inclinación a lo bueno, lo hermoso y la sabiduría; y de Penia recibe la falta de bienes, la rudeza y la indigencia.

A Eros también se le hace hijo de Afrodita y Ares, dios de la guerra. Este mito dice que Zeus, para compensar a su hijo Hefesto por su extrema fealdad lo casa con la hermosa Afrodita. Pero ella, que es tan bella, no puede amar a un ser tan feo como es Hefesto. Se casa con él por acatar la voluntad de Zeus, pero se desquita teniendo diferentes amantes, uno de ellos el apuesto Ares. Entonces, de la unión de Afrodita —que representa la pasión y el placer— con Ares —que auspicia la guerra y el conflicto— nace Eros, divinidad representativa del amor, un sentimiento tan complejo y contradictorio que según sea el caso conduce a la gloria y el éxtasis, o a la guerra y la perdición.

El mitólogo británico Robert Graves cuenta en su libro Los Mitos Griegos, que cuando Zeus nombra a Paris (quien para entonces vive como un humilde pastor en el monte Ida de Anatolia) a fin de que dilucide quién de las tres bellas diosas: Hera, Atenea y Afrodita, es la más hermosa, Afrodita busca a Paris para convencerlo de que la elija a ella.

Como pago Afrodita ofrece a Paris concederle el amor de Helena, la mujer mortal más bella del mundo. —Pero yo soy un humilde pastor y ella una reina, de Esparta, que además está casada— le dice Paris a Afrodita. —Pero qué inocente eres, Paris, replica Afrodita. —Haz un viaje a Grecia y te pondré a mi hijo Eros como acompañante. Cuando llegues a Esparta él y yo haremos que Helena se enamore perdidamente de ti—.

Así fue. Paris le entregó a Afrodita la manzana de oro que solo podía pertenecer a la diosa más bella y algún tiempo después Eros hace que Helena se enamore perdidamente de Paris, al extremo de abandonar esposo e hija para irse con el príncipe troyano. Ese amor inmenso y pasión desbordada sería la causa de la Guerra de Troya.

Pero hablo del mito, no de la historia, pues según los historiadores la verdadera causa de la guerra y destrucción de Troya fue que los griegos querían apoderarse de sus riquezas. Así como el afán geopolítico griego de ocupar el sitio estratégico para el transporte y el comercio marítimo, que ocupaba Troya, a orillas del Helesponto, conocido ahora como Estrecho de los Dardanelos, canal de entrada al Ponto Euxino como llamaban los antiguos griegos al Mar Negro.

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