Cuando se piensa en jugadores de Australia en Grandes Ligas, David Nilsson y Graeme Loyd, quienes asomaron en los años noventa, son probablemente los primeros nombres que vienen a la mente, pero en realidad los australianos tuvieron su primer big leaguer en 1884.
Joe Quinn, un diminuto infielder (5’7), nacido en Sydney, jugó 17 años en Ligas Mayores y tras debutar con San Luis en 1884, se retiró en 1901 con Washington. Disparó 1,800 hits y remolcó 796 carreras. Así que no llegó de paseo.
No obstante, Nilsson ha sido el de mayor impacto. Fue un bateador de .284, en nueve temporadas, en las que disparó 105 jonrones con 470 remolques. En 1999, se convirtió en el primer australiano en el Juego de Estrellas.
Ese año Nilsson, quien jugada como receptor, inicialista y outfielder, se declaró agente libre y tras ganar 5.6 millones de dólares al año con Milwaukee, parecía en ruta hacia un gran contrato, pero no firmó para participar en las olimpiadas de Sydney en el 2000.
Su continente entero aplaudió su decisión. En una época en la que el dinero va por encima del patriotismo, lo del Nilsson fue asombroso. Luego jugó en Japón y finalmente en Italia, pero fue a otra olimpiada y a un Clásico Mundial.
En estos momentos, Australia pelea por volver al Clásico y en su plantel se puede apreciar a Peter Moylan, exrelevista de los Bravos; Travis Barckley, exabridor de Oakland y a Ryan Rowland-Smith, exrelevista de Seattle y Arizona.
Ninguno de ellos es Nilsson y tampoco los relevistas se parecen a Loyd, quien ganó dos Series Mundiales con los Yaquis (1996 y 1998), pero ese equipo no debe tener problemas para avanzar.
Entre los australianos actuales además de Moylan, destacan Grant Balfour (agente libre) y Liam Hendrik (relevista en Toronto). Balfour salvó 38 juegos con Oakland en 2013 y fue al Juego de Estrellas.