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Fiel en la tentación

Jesús, el Hijo de Dios, se hizo hombre sin trampas algunas, con todas sus consecuencias. Corrió el mismo riesgo de cualquier ser humano y sintió las tentaciones como todos nosotros

Jesús, el Hijo de Dios, se hizo hombre sin trampas algunas, con todas sus consecuencias. Corrió el mismo riesgo de cualquier ser humano y sintió las tentaciones como todos nosotros, como nos dice la Carta a los Hebreos: “Ha sido probado en todo como nosotros, excepto en el pecado” (Heb. 4,15).

En Jesús la tentación cruzó su vida como cruza las nuestras. Y no solo una vez.

A Jesús se le presentó la oportunidad de aprovecharse de su condición de Dios: “Si eres el Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan” (Lc. 4,3). Pero no cayó en esa trampa; prefirió que las piedras siguieran siendo piedras (Lc. 4,4) y que las piedras se convirtieran para él en pedradas antes que traicionar la dignidad de Dios (Jn. 10,31).

A Jesús se le presentó la oportunidad de escalar posiciones de poder: “Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, si postrado me adoras” (Lc. 4,5-7). “Al ver la gente el signo que había realizado, decía: “Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo” (Jn. 6,14). Pero Jesús tampoco cayó en esa trampa (Jn. 6,15); por encima estaba su fidelidad a Dios: “Adorarás al Señor tu Dios y solo a Él darás culto” (Lc. 4,8). Para Jesús, por encima de los poderes de este mundo que lo suyo es oprimir, está el servicio que libera (Mc. 10,41-45).

A Jesús se le presentó la oportunidad de apabullar con sus milagros a sus mismos enemigos (Lc. 4,9-11). Pero tampoco cayó en esa trampa. Prefirió hasta la misma cruz antes que tentar a Dios (Lc. 4,12; Mc. 15,29-32).

Todos sabemos, por experiencia propia, que nuestra vida pasa, como la vida de Jesús, por tentaciones y pruebas. Como decía el papa Francisco: “Si alguno de nosotros dijese: ‘Yo no tengo tentaciones’, o eres un querubín o eres un poco tonto, ¿no?” La tentación va de la mano de la vida.

La tentación siempre está ahí. Lo malo es que, por la experiencia que todos tenemos, caigamos tan fácilmente en ella y repitamos una y otra vez las mismas caídas. Por eso, Jesús nos llama a la oración para que tengamos siempre fuerza necesaria para no caer en la tentación: “Velen y oren para que no caigan en la tentación” (Mt. 26,41).

Jesús, en la bella oración que nos enseñó para dirigirnos al Padre, una de las cosas que nos dijo es que pidiéramos al Padre: “Padre, no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal” (Mt. 6,13).

Jesús sabe muy bien que no somos fáciles para ser fieles ante tanta tentación como sufrimos. La fidelidad es un valor que no está de moda y nuestra carne es flaca.

La fidelidad es una virtud que exige sacrificios, es verdad; esto demanda que el hombre se venza a si mismo, es cierto; esto supone mucho trabajo interior, no cabe duda; pero en lo intelectual, como en lo moral, como en lo físico, en lo temporal como en lo eterno, está ordenado que no alcanza la corona quien no la lucha”.

Por eso, porque nos conocemos, todos los días tenemos que hacer la misma oración: “Padre, no nos dejes caer en la tentación”.

El Señor te bendiga.

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