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En Muchos lugares del país la población se está quejando por falta de agua, debido a que el último invierno no fue bueno. LA PRENSA/ ARCHIVO

Adaptación al cambio climático, ¿solo en papel?

Para sobrevivir en el actual escenario climático el sector agropecuario requiere una política nacional de adaptación, esta existe, pero aún no se ejecuta.

Desde hace varios años la actividad agropecuaria —primer pilar de la economía local— ha sido golpeada por condiciones climáticas adversas (inundaciones un año y sequía en otro). A eso se suma la volatilidad de los precios en el mercado internacional, que ha entrado en un ciclo de precios bajos para gran parte de los productos de origen agropecuario.

En medio de estas condiciones, la receta para sobrevivir, según los especialistas, es (una vez más) elevar la productividad y volverse más eficientes. Pero con las actuales condiciones climáticas esta mejoría solo se logrará a través de la adaptación al cambio climático.

Y aunque a nivel internacional Nicaragua figura entre los países con mejores planes gubernamentales de adaptación estos aún no pasan del papel y muchos de los proyectos que diversas organizaciones ejecutan de manera dispersa se enfrentan a la resistencia de los productores al cambio.

El estudio La agricultura de Nicaragua y el cambio climático: ¿Dónde están las prioridades para la adaptación?, realizado por el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie) y el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) con apoyo del Programa Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria (CCAFS, por su siglas en inglés), señala que “la adaptación al cambio climático y a la variabilidad climática es una prioridad en la Estrategia Nacional Ambiental y del Cambio Climático y su Plan de Acción” por lo que el país “ha definido medidas concretas para la acción en su plan de adaptación a la variabilidad y el cambio climático en el sector agropecuario”.

PAÍS DEFINE MAPAS DE RIESGO

Según dicho estudio el aumento de la temperatura media anual y la disminución de las precipitaciones que se prevén para el año 2030 “podrían cambiar en el futuro las áreas aptas para los cultivos que sustentan las exportaciones agrícolas y la seguridad alimentaria” del país. Definió los mapas de vulnerabilidad y capacidad de adaptación y estableció una estrategia de trabajo y prioridades para diferentes zonas.

Dicha estrategia parte de que la adaptación del sector agrícola requiere trabajo a diferentes escalas, desde la parcela o finca hasta el Gobierno nacional; y de que se requiere reconversión y diversificación de los sistemas de producción y esto abarca entre otros aspectos, “la selección de cultivares y cultivos más resistentes, recurriendo en lo posible a la agrobiodiversidad local y al uso de sistemas agroforestales para mejorar la calidad del suelo, la retención del agua y la obtención de productos alternativos para el consumo y la venta”.

También contempla diversificar los ingresos de los productores a través de actividades complementarias. Invertir en recursos sociales para hacer viable la adaptación, organizar localmente la producción y comercialización y alcanzar acuerdos para el manejo del agua y redes de difusión de información.

Por su parte el informe Cambio climático y actividades agropecuarias en América Latina, presentado recientemente por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), destaca que Nicaragua cuenta con el Plan de Adaptación a la Variabilidad y Cambio Climático en el Sector Agropecuario, Forestal y Pesca, en el cual se promueven medidas de adaptación por zonas, como las regiones secas y semihúmedas

CONSERVAR SUELOS Y AGUA

Según dicho estudio, las acciones son: “Fomentar y promover la conservación de suelos; el uso de fertilizantes adecuados de baja erosión; realizar obras para captación de agua dedicadas a proyectos agrícolas; utilizar variedades de cultivos adaptadas a los cambios climáticos, y mejorar sistemas de alerta temprana y planeación agrícola”.

De ejecutarse, estos programas garantizarían la adaptación y sobrevivencia de la actividad agropecuaria, y por ende del aporte que esta hace a las exportaciones y a la economía en general, dicen los especialistas.

“Independientemente de que hay acciones generales y otras muy particulares en las que se deben considerar tecnologías para cada producto y zona, cuando hablamos de tecnologías no podemos pensar solo en riego porque muchos apuestan al riego, pero hay zonas en las que no hay agua, entonces no se pueden instalar y hay que buscar tecnologías alternativas, como variedades más resistentes a la sequía y manejo diferenciado de acuerdo a las condiciones de cada zona”, explica María Auxiliadora Briones, gerente general de la Fundación para el Desarrollo Tecnológico Agropecuario y Forestal de Nicaragua (Funica).

portada activos 18 de feb

Sin embargo, “aunque se han presentado algunas estrategias no se ha conocido ninguna aplicación concreta, parece que todas han quedado solo en el papel. También el país tiene la obligación de elaborar este plan nacional porque es un compromiso de la convención marco, pero tampoco lo han hecho, a pesar que nosotros lo hemos demandado y hemos propuesto una ruta para su elaboración”, lamenta Víctor Campos, director del Centro Humboldt. Otra cosa que se ha percibido, dice Campos, “es que hay resistencia del Gobierno a reconocer el problema en términos de escasez de agua y alimentos en algunas zonas del país”.

ES OBLIGACIÓN DE TODOS

Por su parte Mario Nayra, coordinador territorial de proyectos de Nitlapan en Somotillo, Chinandega, considera que aunque todos los sectores de la sociedad están obligados a contribuir para que el país alcance la adaptación, algunas instancias deben liderar las acciones.

“Por ejemplo, Ineter (Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales) es sumamente importante porque maneja toda la información climática e incluso genera escenarios de clima futuro y puede decir cómo será el clima en el futuro, por tanto ahorita debería estar liderando algún tipo de programa de sensibilización para generar cambios entre las personas”, sostiene Nayra.

Los entrevistados coinciden en que Gobierno, sector privado y organismos no gubernamentales y la cooperación internacional deben sumar esfuerzos para juntos empujar programas que garanticen la adaptación de las actividades agropecuarias a las nuevas condiciones climáticas.

Sobre todo, “porque entre los campesinos existe una gran resistencia cultural a adoptar cambios ante situaciones que desconocen y no están convencidos de qué efectos provocará”, ya que la falta de estos conocimientos muchas veces impide que acepten adoptar las prácticas que se les aconsejan, expone Nayra.
También es fundamental una política nacional que regente estas acciones, para evitar que los esfuerzos se dispersen.

“Porque la unión hace la fuerza y además de servir de marco regulador hay acciones como la investigación que son inversiones grandes que no pueden hacer los productores por tanto debe ser el Estado el que las realice y en cuanto a los recursos hay y bastantes, el problema es más de accesibilidad que de disponibilidad”, afirma Briones, de Funica.

LAS PROYECCIONES

De acuerdo con el estudio Cambio climático y actividades agropecuarias en América Latina, publicado recientemente por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), para el 2020 Nicaragua registrará un incremento de 1.62 grados centígrados en la temperatura promedio y de 33.35 milímetros en la precipitación acumulada, con relación a valores históricos.

Esto a su vez provocará una reducción del 35 por ciento en el valor contingente de la tierra.

GRANDES EXPECTATIVAS

En Nicaragua la actividad agropecuaria representa alrededor del 19 por ciento del PIB y al incluir a la agroindustria el aporte se eleva hasta el 30 por ciento. En el Índice de Riesgo Climático Global el país ocupó para 2015 el cuarto lugar y entre los efectos que el cambio climático ha provocado en los últimos años figuran las pérdidas económicas provocadas por el huracán Mitch (1998) que representaron el 27 por ciento del PIB y las del huracán Félix (2007), el 5.2 por ciento del PIB, detalla el estudio Cambio climático y actividades agropecuarias en América Latina, publicado por la Cepal.

 

 

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