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Cristiana Chamorro Barrios

Agradecimiento y reflexiones

En un hermoso homenaje en memoria de mi esposo Antonio Lacayo, organizado por los miembros del Gabinete en el periodo de mi madre, presidenta Chamorro (1990-1997), me piden unas palabras de cierre y algunas reflexiones.

Antes, aprovecho este medio para agradecer los mensajes de cariño, solidaridad, misas, artículos y muestras de respeto al legado de Antonio, que no he podido contestar personalmente. Cada una de esas expresiones de apoyo han sido vitales para la fortaleza mental, espiritual y física que tanto se necesita cuando se tiene que aprender a vivir de otra manera, con la ausencia física de un ser tan querido.

Es oportuno también agradecer públicamente a las más altas autoridades del Gobierno de Nicaragua, a las fuerzas del orden público, a los medios de comunicación, Grupo Pellas y a todos los ciudadanos voluntarios que se volcaron al río para el rescate del cuerpo de Antonio y sus tres compañeros accidentados. Este fue su último acto público y creo sucedió así para recordarnos que el éxito del servicio gubernamental solo se consigue cuando gobierno y ciudadanos trabajan de la mano y articulan esfuerzos en armonía por el bien de la sociedad.

Escribo mis reflexiones no en mi nueva condición de viuda de, un término y una realidad que nunca hubiese querido conocer. Lo hago como una más de las muchachas y los muchachos de doña Violeta que junto con Antonio hace 26 años servimos de puente, entre el pueblo y la presidenta, para lograr la difícil triple transición de Nicaragua: el tránsito de la guerra a la paz, del totalitarismo a la democracia y de una economía centralizada al libre mercado.

En esa misión compartida el destino puso a Antonio al servicio de Nicaragua por amor y lealtad al llamado de su suegra. En consecuencia, yo quedé en el vértice de un triángulo, entre mi madre presidenta y esposo, ministro de la Presidencia. En muchas ocasiones, mi voluntariado era traducir el lenguaje entre la mandataria y quien ejercía de jefe de Gobierno. Es decir, entre un hombre y una mujer con edades y formación diferentes, sus propios códigos para comunicarse y solo quienes somos hijas y a la vez esposas incondicionales con ambos, podemos descodificarlos para facilitar el consenso alrededor de Nicaragua por encima de nuestras emociones personales.

Desde ese vértice en el Gobierno junto con Antonio, mi madre, mis hijos, la familia Chamorro y Lacayo, vivimos siempre agradecidos con todos los nicaragüenses que como ustedes y los que por diversas razones no están aquí, confiaron en ese liderazgo compartido y fueron tan importantes como ellos dos, para hacer de Nicaragua un país posible en democracia y libertad. Agradecemos a quienes dentro y fuera del Gobierno, incluso algunos adversarios que no perdieron de vista la complejidad de esta misión. Si bien hubo un liderazgo en la conducción de ese proceso, la humildad de Antonio nos pide que los resultados de su gestión pública los valoremos como un trabajo de equipo con mística de servicio.

Y como de toda experiencia de gobierno debemos sacar lecciones para la historia, su cátedra sería para puntualizar ese carácter del gabinete cuya filiación política fue con el pragmatismo y un programa de gobierno aplicado con transparencia entre lo deseable y lo posible, para cerrar filas con la política de reconciliación nacional y detener el péndulo de la confrontación histórica.

Enseñaron con el ejemplo que no se puede edificar una sociedad democrática basada en el rencor y la venganza; que los gobiernos no son botín de los vencedores, ni castigo para los vencidos; que la agresión contra el opositor debe ser reemplazada por el diálogo o la concertación y nunca con autoritarismo desde el poder. Además, marcaron la ruta de Nicaragua demostrando que la única manera de consolidar ese proceso es mediante un gobierno que respeta la ley y la Constitución, mecanismos jurídicos para solucionar conflictos, el poder de la palabra en libertad y garantiza el desarrollo de las fuerzas cívicas, políticas y económicas .

Antonio con su optimismo de siempre concretaría con ejemplos destacando hoy los aniversarios de empresas que el año pasado anunciaron en el periódico sus 25 años de fundación, o su renacimiento, en el caso de las que volvieron a dueños originales . En un archivo que íbamos haciendo con la alegría del deber cumplido registramos por ejemplo American Airline, Sinsa, Ultranic, M& M Mántica, otros 25 más de los cien de San Antonio, varios bancos privados y muchos otros aniversarios de empresas, cuya permanencia de un cuarto de siglo confirma que el desarrollo sostenible comienza cuando hay democracia y Estado de Derecho.

Pero no podemos perder de vista la lección magistral de toda esta historia, y no es casualidad que la repasemos. Nada de esto habría ocurrido si la gestión de todo su equipo no hubiese estado investida de la legitimidad que da un mandato popular como el que obtuvo mi madre, presidenta Chamorro, en elecciones plenamente libres el 28 de febrero de 1990.

Ustedes junto con Antonio y la presidenta Chamorro demostraron que Nicaragua fue posible en democracia. Con tanta historia compartida, en un día como hoy, el ministro de la Presidencia nos invitaría a hacerle un homenaje al pueblo de Nicaragua enfocando un solo gran megaproyecto que, como dijo en su último artículo hace un año, es el del retorno a la democracia y esto pasa por elecciones libres, sea quien sea el que gane en el 2016.

La autora es periodista.

Opinión agradecimiento Antonio Lacayo Reflexiones archivo

COMENTARIOS

  1. Pancho Madrigal
    Hace 8 años

    Cristiana: Lo que mas habia en tiempos de tu mama era esperanza de una Nicaragua mejor. Nada comparado como la pesadilla que vivimos ahora. Ella nos mostro el camino y nosotros nos perdimos. Nicaragua dejara de ser respublica!!.

  2. Ramona
    Hace 8 años

    La verdad que nunca hemos estado mejor que cuando su madre fue presidenta de Nicaragua. Había respeto a las leyes y Constitución, había respeto a las libertades básicas, había respeto a las seguridad personal, en fin habían tantas cosas que hoy en día ni se sueñan con tener.

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