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La guardiana indígena

Luchadora. Feminista. Maestra. Madre. Berta Cáceres, la líder lenca recientemente asesinada, fue una voz que resonó en el mundo.

El viernes 4 de marzo de 2016, como la tradición lo manda, a Berta Cáceres le cantaron las mañanitas por los 45 años que nunca cumplió. A las tres de la mañana de ese mismo día, su cadáver había sido llevado al barrio El Calvario en su natal La Esperanza, en el occidente de Honduras, para ser velado.

En el altar del velorio, un Cristo crucificado tenía la cabeza gacha hacia el féretro de Cáceres, y con expresión de dolor consolaba en silencio a quienes se acercaban y, embrocados, lloraban y se lamentaban sobre el ataúd blanco.

Cuatro también es el número de balazos que Berta Cáceres recibió, según el diario hondureño El Heraldo, entre las 11:45 de la noche del miércoles 2 de marzo y la una de la madrugada del jueves 3, en una vivienda del residencial El Líbano, La Esperanza.

Los asesinos entraron sin violentar la puerta. Ella estaba acostada. “Se especula que Cáceres escuchó que alguien estaba adentro de su residencial, se levantó de su cama y, cuando se disponía a abrir la puerta de su cuarto, los criminales entraron a la habitación y le dispararon”, indica El Heraldo.

Según el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), en la casa también estaba Gustavo Castro Soto, fundador y director de las organizaciones civiles Otros Mundos A.C. Chiapas y Amigos de la Tierra México, porque necesitaba señal de internet. A él le dispararon, pero se tiró al suelo y se hizo el muerto.

Es cierto que debido a las constantes amenazas de violarla, lincharla, atacar a su madre o secuestrar a sus hijas, Cáceres contaba con medidas de protección otorgadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIHD), las cuales, según El Heraldo, consistían en patrullaje policial permanente en su casa, ubicada en el barrio El Calvario, La Esperanza, estas patrullas también la acompañaban cuando debía salir de la ciudad.

Sin embargo, la líder indígena no se encontraba en la vivienda que recibía vigilancia. Días antes de su muerte, había denunciado amenazas hacia ella y otros cuatro fueron asesinados.

Berta Cáceres estremeció a Honduras y al mundo, tanto viva como muerta. Aquí le contamos la historia de una mujer que entregó su vida a la defensa de la etnia lenca hondureña.

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La “Chico Mendes” centroamericana

¿Ha escuchado la canción Cuando los ángeles lloran? Es del grupo mexicano Maná, y la hicieron en honor al “Chico Mendes”, un líder sindicalista y activista de la defensa de la Amazonia, en Brasil, e impulsor de la Alianza de los Pueblos de la Selva, que fue asesinado el 22 de diciembre de 1988 de un tiro de escopeta.

Desde su asesinato, Berta Cáceres ha empezado a ser llamada la “Chico Mendes centroamericana”, por ser defensora de la comunidad indígena lenca, el grupo étnico más grande de Honduras, al que ella pertenece.

Nació el 4 de marzo de 1971, en La Esperanza, Intibucá, Honduras. Durante su infancia y juventud vivió la época de violencia que se propagó en muchos países de Centroamérica durante los años 80. Cáceres ha confesado en diferentes entrevistas que aprendió de su madre, Berta Flores, quien era partera, activista social y alcaldesa, que dio amparo a muchos refugiados de El Salvador. “Crecí en un hogar solo dirigido por mi madre y desde temprano ella trabajó en la defensa de los Derechos Humanos”, cita el portal informativo Notimérica.

Siguió el ejemplo de su mamá y desde joven se hizo estudiante activista. Se graduó de maestra en 1993 y el 23 de marzo de ese mismo año fundó, junto con Salvador Zúñiga, su esposo en ese entonces, el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh), al vivir y observar las amenazas que sufría su pueblo.
“Es una instancia que facilita la reivindicación y reconocimiento de los derechos políticos, sociales, culturales y económicos, impulsando el mejoramiento de las condiciones de vida de los pueblos y comunidades indígenas de Honduras”, describe el sitio oficial del Consejo.

En nuestras cosmovisiones somos seres surgidos de la tierra, el agua y el maíz. De los ríos somos custodios ancestrales, el pueblo Lenca, resguardado además por los espíritus de las niñas que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta“.

Berta Cáceres, activista y líder indígena hondureña.

Contra el Banco Mundial y China

En 2015, la madre de cuatro hijos recibió el premio Goldman Prize, el premio ambiental más prestigioso, conocido también como el Nobel Verde, por organizar a la comunidad lenca y empezar una campaña contra un polémico proyecto hidroeléctrico. Ya le contamos en qué consistía.

En abril de 2015, luego de ganar el premio, Cáceres dijo a la BBC que en Honduras existen al menos 400 mil lencas. “Nos consideramos custodios de la naturaleza, de la tierra, y sobre todo de los ríos”, aseguró entonces. Según las creencias de esta etnia, en los ríos habitan los espíritus femeninos y las mujeres son sus principales guardianas.

En 2006 pobladores lencas de Río Blanco notaron la presencia de maquinaria pesada en su territorio. “Ahí se dieron cuenta que era un proyecto hidroeléctrico, nadie del Gobierno les había comunicado nada”, relató Cáceres a la BBC.

El proyecto era una represa de Agua Zarca que había sido aprobado con el respaldo de la compañía china Sinohydro y el Banco Mundial y con una concesión a la empresa hondureña Desarrollos Energéticos SA (DESA). La construcción de esta represa significaba una amenaza para la actividad agrícola de la comunidad lenca, pues se privatizaría el río Gualcarque y varios kilómetros a la redonda.

Y así empezó la lucha. La comunidad lenca buscó la ayuda del Copinh y Berta Cáceres empezó una lucha que duraría varios años. Ya que desde el 2010 la protesta había sido trasladada a la capital Tegucigalpa y aún no obtenían respuestas. El pueblo, liderado por Cáceres, se tomó las carreteras en 2013 para impedir la entrada de maquinaria.
“Había presencia y hostigamiento militar, policial, guardias privados, sicarios. Incluso la Policía hizo acciones en que apuntó los cañones de sus fusiles a las cabezas de niños y niñas y ancianos de río Blanco”, afirmó.

La lucha fue intensa y difícil, pero a finales de 2013 la compañía china abandonó el proyecto.

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Por esta lucha obtuvo el Goldman Prize. “¡Despertemos! ¡Despertemos Humanidad! Ya no hay tiempo. Nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de solo estar contemplando la autodestrucción basada en la depredación capitalista, racista y patriarcal. El río Gualcarque nos ha llamado, así como los demás que están seriamente amenazados. Debemos acudir”, dijo al recibir el reconocimiento. Con un traje morado que brillaba, pronunciaba su discurso con seguridad. De rostro redondo y rasgos indígenas, baja estatura y cabello crespo, suelto y negro.

La Berta del ataúd ya no luce así. Mientras lloran y se lamentan, familiares y amigos, su rostro se ve pacífico. Envuelta con un chal tradicional rosado y el cabello amarrado, fue despedida el 5 marzo de 2016. “Berta vive, la lucha sigue” se escuchaban y leían consignas. “Berta será millones”, rezaban algunos rótulos.

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