Científicos aseguran que cuando una persona dice groserías acompaña el mensaje con emociones, logrando así mayor efectividad y persuasión en lo que dice, incluso se demostró que de esta forma se puede aliviar el dolor. Para demostrar esto último se realizó un experimento en el cual un grupo de estudiantes debían sostener un cubo de hielo y aquellos que decían groserías pudieron soportarlo más tiempo.
También los expertos aseguran, en un artículo publicado en la BBC, que el lenguaje se ubica en la corteza del hemisferio izquierdo del cerebro y cuando se dicen groserías se trabaja con un área más vieja del mismo.