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Dictadura y perversión del lenguaje

A los representantes de ciertos gobiernos se les debería someter al polígrafo —o detector de mentiras— cuando informan ante los organismos internacionales sobre la situación de los derechos humanos en sus países, para saber si mienten o no.

El polígrafo no es infalible, sin embargo, como es un aparato que registra las variaciones en la presión sanguínea, la respiración y el ritmo cardíaco de la persona que se pone tensa cuando no está diciendo la verdad, sus resultados se consideran generalmente válidos y por eso precisamente se le llama detector de mentiras.

En estos días se ha informado que el procurador general de Justicia de Nicaragua, Hernán Estrada, se personó ante la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, en Ginebra, Suiza, para responder a las denuncias de violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen orteguista en la represión contra la marcha de los campesinos que se oponen al Canal Interoceánico, el 27 de octubre del año pasado.

Gracias a los modernos medios de comunicación social el mundo entero fue testigo del descomunal operativo de represión policial contra aquella marcha campesina. Sin embargo, el procurador Estrada dijo en la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que habían sido los manifestantes los que agredieron a las fuerzas policiales y que además la marcha campesina era ilegal.

Lo cual fue refutado categóricamente por los organizadores de la manifestación, que sí cumplieron los requisitos legales como lo han hecho en todas las manifestaciones públicas contra el Canal.

Los funcionarios de los organismos internacionales que velan por el respeto a los derechos humanos, saben perfectamente que todos los gobiernos autoritarios y dictatoriales son violadores sistemáticos de los derechos humanos, pero sus representantes nunca reconocen su delincuencia y siempre mienten cuando presentan los informes sobre lo que sucede en el interior de sus países.

Todas las dictaduras, en cualesquiera de sus variantes, pervierten el lenguaje para que las mentiras parezcan verdades y que hasta el asesinato político se vea como una acción respetable, como escribió George Orwell, autor de los famosos libros sobre el totalitarismo, 1984 y Rebelión en la granja. En Nicaragua, por lo consiguiente, todos los regímenes dictatoriales se han caracterizado por pervertir el lenguaje y hacer de la mentira una política de Estado, y el de ahora, evidentemente, no es la excepción.

Editorial derechos humanos Hernán Estrada Nicaragua archivo
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