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Abril

Abre la tierra seca sus ansias al firmamento. Es el mes tierno. Es abril. Es abril abriendo. La tierra mágica abriéndose como una semilla. Como una mujer ya embarazada de nueve meses. Las semillas escondidas a punto de enseñar los tiernos puyoncitos en medio de la tierra seca.

Abre la tierra seca sus ansias al firmamento.
Es el mes tierno. Es abril. Es abril abriendo.
La tierra mágica abriéndose como una semilla.
Como una mujer ya embarazada de nueve meses.
Las semillas escondidas a punto de enseñar los
tiernos puyoncitos en medio de la tierra seca.

La vida es algarabía.
En el mismo lugar de las vainas secas del año anterior
algún que otro malinche, enseña su naranja incendiado
son flores como llamas, implorando un ya, a la lluvia.
En la madrugada se oyen las cuatrocientas voces del cenzontle.
Y las palomas de “ala blanca” no bajan de sus nidos para que
los zanates no caigan como cuervos a sus crías. Es Managua.
A las cuatro de la mañana se oye en la oscuridad el canto
repetitivo de un pájaro como pidiendo agua.

En la tarde el rastro del vuelo un avión cruza hacia el poniente.
Y todavía aunque increíble se oye el canto de las chicharras.
Los jocotes ya lucen sus ramas peladas sin frutos. Y entre
bananas amarillas en el mercado hay canastas llenas de iguanas
y garrobos amordazados y amarrados como responsables de un atroz delito.
Los árboles de cañafístulas con sus flores han fijado la luz del mediodía
en grandes filas a lo largo de las alamedas. Es sol que te encandila.
Son cascadas de tormentas solares con el color del orín amarillo
del ganado alimentado con hojas de mango. Amarillo indio.

Amarillo cadmio. Amarillo ocre. Entre todos los amarillos el más encendido.
La jarra de los girasoles de Van Gogh desparramando flores por toda la ciudad.
Es el sol fragmentado en muchos soles que pasean por los bulevares.
Como profetas vestidos de incendio. La ciudad está callada como un convento.
Otros árboles mochados evitan el tendido eléctrico,
sus postes se ven en fila como crucificados de una pax romana,
destrozando la idea de que Managua es una ciudad verde desde arriba.

El incendio de miles de pastizales incinerados en el campo,
a lo lejos, ponen la noche un cielo como un cenizoso manto rojo.
Managua está reseca, y el resto de Nicaragua, el campo, occidente.
El norte con sus arrancados pinos. Falta la mujer de Lot, echando
una mirada atrás. La nostalgia de la vieja capital nos vuelve
a todos sal. Los nancites se revisten con sus flores naranjas.
Y aunque el manto verde en el suelo de los mamones cesó hace rato.
En el suelo asoman su nariz los papalomayos listos a salir volando
Tras su reina. La atmósfera es inaguantable e incluso en la noche
pareciera que lloverán brasas encendidas.
Se fueron las anonas de marzo. Y las guanábanas. Es abril.

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