14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

Los juegos de azar y sus perjuicios en la sociedad. Managua 13 de abril de 2016. FOTO LA PRENSA/Lissa Villagra

Los demonios de las apuestas

Comenzaron apostando por diversión. Juego, le llaman. Sin embargo, la ludopatía es una enfermedad que arruina empresas, vidas y familias. No tiene cura. Solo se controla.

El deseo de correr lo más rápido posible hacia el casino más cercano y apostar todo su sueldo es casi automático para Lester García, quien acaba de cobrar 15 días como guarda de seguridad. Él reconoce que cada vez le es más difícil no gastar todo su salario en los casinos que están cerca de su trabajo.

“La quincena pasada jugué en el casino la mitad mi sueldo y un dinero que me debían. Pasé jugando por cinco horas y no me di cuenta del tiempo, hasta que ya era demasiado tarde. No es la primera vez que me pasa”, reconoce García, un poco avergonzado.

Él, al igual que miles de personas en todo el mundo, padece de ludopatía, una enfermedad crónica que se caracteriza por desatar un comportamiento compulsivo y adictivo hacia los juegos de azar (tragamonedas, cartas, ruletas, apuestas) que interfiere con su estilo de vida.

Y aunque no hay datos oficiales, se estima que entre el uno y el tres por ciento de la población mundial sufre esta enfermedad. Y de ese porcentaje, en América Latina viven entre cinco y veinte millones de ludópatas, según un artículo del año 2011 publicado por la BBC.

Lester García forma parte de ese porcentaje y asegura que su enfermedad comenzó como una distracción, pero sin darse cuenta se convirtió en un problema. “La primera vez que jugué fue hace cuatro años, en ese entonces trabajaba en el Mercado Oriental y pasé cerca de un local de tragamonedas. Entré por curiosidad, probé con diez córdobas y gané, así pasé jugando como una semana, ahí comenzó todo”, recuerda García.

454-DOM-REPORTAJE(4)
Lester García, fue dueño de un negocio de baterías de carros pero su adicción a los juegos de azar lo llevó a la ruina, generándole una pérdida de tres mil dólares. LA PRENSA/ Yader Flores

Poco tiempo después obtuvo un empleo que le generaba más ingresos, pero que alimenta su enfermedad, pues para su mala suerte cerca de su trabajo hay tres casinos que permanecen abiertos todo el día. “Antes ganaba menos y por eso solo jugaba en los tragamonedas, ahora tengo los casinos casi al frente, el dinero que gano lo distribuyo de otra forma”, afirma García apenado.

En Nicaragua operan unos 16 casinos, 750 salas de juego y 13,000 tragamonedas, de las cuales 200 salas de juego pertenecen a la Cámara de Empresarios de la Industria del Juego y Apuestas Autorizadas (Ceija).

“Como cámara se genera cerca de un millón doscientos mil dólares en impuestos al año, sin incluir los permisos”, afirmó Regina Caldera, vocera y relacionista pública de Ceija.

García en varias ocasiones ha llegado a su casa sin nada de su salario a consecuencia de los juegos de azar, hay veces que ni siquiera tiene para pagar la colegiatura de sus hijos y se ve obligado a solicitar préstamos a sus amistades más cercanas para solucionar —momentáneamente— su problema. “Son situaciones que uno mismo busca, porque con el sueldo uno resuelve”, agrega decepcionado.

Las consecuencias en su vida han sido serias, porque él en un tiempo fue dueño de un taller de baterías, pero la mala administración lo llevó a la quiebra. “En total perdí 3,000 dólares porque todas las ganancias que recibía las jugué en los casinos, por eso ahora soy guarda de seguridad”, afirma.

Él es consciente de que su enfermedad le deja grandes daños emocionales y financieros, tanto que en muchas ocasiones ha pensado en buscar otro trabajo, pero las oportunidades de encontrarlo —según dice— son cada vez más escasas, por eso ha tomado medidas de precaución. “Yo trato de controlarme solo, no traigo mucho dinero en mi cartera y por ejemplo hoy, que es día de pago, vine rápido a cobrarme y le fui a dejar todo el pago a mi esposa, no he buscado ayuda por falta de tiempo, pero siento que ya toqué fondo”, lamenta.

Mente tras el juego

La psicóloga Luisa Tellería, consejera en adicciones del Centro de Especialidades en Adicciones (CEA), asegura que “el juego le transmite adrenalina a los jugadores a través de la vista, el tacto y el sonido, les da una sensación muy parecida a una inyección química que en el cerebro crea una realidad que en la vida normal no se tiene”.

Un empresario exitoso de 52 años, a quien llamaremos Antonio Rosales para proteger su identidad, por más de dos años sufrió episodios intensos de ludopatía. Él reconoce que cuando entraba a los casinos su estado de ánimo cambiaba completamente, se dejaba atrapar por los colores brillantes y los detalles que caracterizan el lugar.

Pero, lo que no sabe es que todos esos elementos, en realidad lo incitaban a seguir jugando. Así lo afirma el director del Centro de Investigación de Apuestas de la Universidad de Nevada, David Schwartz. “Las paredes suelen ser de color rojo porque tiene un efecto estimulante. El sonido y la música están perfectamente regulados de modo que no distraiga al jugador. Los techos no son muy altos y la iluminación tiene una tonalidad tenue para crear una sensación falsamente acogedora”, afirma en un artículo de la revista Quo.

“Cuando yo estaba jugando sentía mucha adrenalina, pero sobre todo sentía poder, creía que era el dueño del mundo, que podía ganarle al casino aun sabiendo que las probabilidades de ganar eran pocas. Incluso, llegué a perder 10,000 dólares en una noche”, confiesa Rosales asombrado de sí mismo.

 

Conducta Adicto (1)

En general, el desarrollo de la ludopatía es lento, pero en el caso de Rosales fue más rápido, porque el principal elemento que necesitaba para jugar era el dinero y ese lo tenía a montones. “En ese entonces (2001) los bancos iniciaban a ofrecer tarjetas de crédito, eran casi 15 bancos, y cada uno daba hasta tres tarjetas y como yo tenía los recursos económicos las acepté, pero comencé a usarlas para jugar”, confiesa.

Rosales cuenta que sin ser consciente el uso de las tarjetas de crédito en su vida de jugador se convirtió en algo indispensable, al punto de que las usaba exclusivamente para pagar sus deudas de juego. En varias ocasiones solicitó préstamos al banco para solventarlas, pero estas en vez de bajar seguían subiendo, por eso se vio obligado a hipotecar dos de sus propiedades.

“Todo era como una bola de nieve, las deudas iban aumentando y yo decía que no eran a causa del juego, sino por malas decisiones, para ese momento ya había problemas familiares, mi esposa ya estaba harta, casi nos separamos por el juego”, cuenta Rosales.

La psicóloga Tellería explica que el desarrollo de la ludopatía depende del tipo de exposición a las apuestas, hay personas que en una semana desatan la adicción, pero hay otros que la desarrollan en un año. “Depende de la exposición y las posibilidades económicas, porque si ahorita su cerebro llega a la excitación con una máquina, en una semana ya no va a bastar y querrá jugar más”, explica.

En el caso de Antonio Rosales, su enfermedad comenzó como una diversión en pareja, pero pronto se convirtió en la causa de sus problemas conyugales. Pues, la primera vez que visitó un casino fue con su esposa. Pero, una vez que “probó” el juego de cartas llamado Black Jack ya no hubo vuelta atrás. Sus visitas se volvieron cada vez más frecuentes, al punto de decir que iba a almuerzos ejecutivos o reuniones, cuando en realidad iba a apostar. Incluso, en una ocasión pasó 15 horas consecutivas en los juegos de apuestas.

Las apuestas por sobre todo

A pesar de que él no sentía el transcurrir del tiempo, cuando terminaba de jugar se sentía derrotado, con la autoestima destruida, no podía dormir, porque pasaba pensando en cómo pagar sus deudas, se decía a sí mismo que esa era la última vez que iba a jugar, pero a mediodía ya estaba pensando en ir otra vez. Es más, a causa de la depresión, llegó a pensar en suicidarse. No podía parar de apostar y las deudas se iban haciendo cada vez más grandes.

Los juegos de azar y sus perjuicios en la sociedad. Managua 13 de abril de 2016. FOTO LA PRENSA/Lissa Villagra
Ubén Somoza cuenta que comenzó jugando cartas y luego se hizo adicto a las máquinas tragamonedas.  LA PRENSA/Lisa Villagra

“En ese momento la familia pasa a segundo plano. Vivía para jugar y jugaba para vivir. Me acostaba pensando en jugar y me despertaba pensando en cómo iba a recuperar el dinero que había perdido la noche anterior”, asegura Rosales.

Pero ser adicto a los juegos de azar, tener muchas deudas y muchos problemas emocionales y familiares no fue a lo único que se enfrentó, pues él confiesa que también tenía adicción al alcohol y en varias ocasiones consumió drogas. “Tuve adicciones cruzadas porque en los casinos lo atienden bien, me regalaban alcohol, comida, me daban facilidades para conseguir más dinero, todo lo tenía a la mano”, afirma.

Esta enfermedad no es aislada de otras adicciones. “El ludópata suele tener problemas con el alcohol y las drogas porque hace las largas jornadas y con la poca ingesta y las emociones a flor de piel es difícil que aguante tantas horas”, explica David Stadthagen, director ejecutivo del CEA.

Managua 14 de Abril del 2016 David Slad Thagen, director ejecutivo del CEA. fotos Jader Flores/LA PRENSA
“El adicto no es una persona que está tirada en el suelo, un adicto puede ser una persona que va todos los días a su trabajo”. David Stadthagen, director ejecutivo del CEA.

Rosales aún no se explica cómo pasó de apostar por diversión a apostar por enfermedad. El comenzó jugando entre amigos y familiares, pero terminó yendo solo a los casinos. “El gusto es estar sentado jugando dentro del casino, se crea una obsesión tan fuerte que los pensamientos pueden más que el sentido común, uno quiere detenerse pero no puede”, afirma.

Pero el final llegó cuando todas las deudas se le juntaron y los bancos ya no creían que él pudiera responder a los créditos que le dieron. Entonces, llegaron a su casa a embargarlo y tomaron posesión de las propiedades que había hipotecado. En total él calcula que perdió más de 325,000 dólares solo en juego de cartas.

En ese momento tuve muchos problemas en casa, tuve que sacar de los colegios a mis hijos, ellos tenían mucho resentimiento hacia mí, me reprocharon que jugué su educación. Mi esposa tuvo que asumir los ingresos de la casa porque yo no tenía nada”, recuerda.

Han pasado 12 años desde ese episodio traumático en la vida de Antonio Rosales, de los que lleva diez años pagando sus deudas de apuestas y según calcula pasará pagándolas por diez años más.

“Para controlar mi enfermedad tuve que ir a Costa Rica a internarme en un centro de adicciones, cuando regresé a Nicaragua me integré a los Narcóticos Anónimos porque no hay un lugar que traten a ludópatas. Me alejé de mis amigos de juego y en la actualidad no ando más de 200 córdobas en mi cartera, las tarjetas de crédito que uso son de mi esposa pero tienen un límite de consumo”, reconoce Rosales.

La ludopatía es una enfermedad que no toma en cuenta las clases sociales ni las edades, es conocida como la adicción al proceso, es decir, no se necesita más que jugar, ya sea en una sala de juegos o en un casino.

Uben Somoza, de 38 años, también fue ludópata. Comenzó jugando en las máquinas tragamonedas de las pulperías de su barrio y en los juegos de las ferias que se instalaban en las fiestas tradicionales de Santo Domingo, en ese entonces no creyó que su distracción preferida terminaría llevándolo a empeñar las joyas de su esposa.

“Comencé a jugar muy chavalo a las cartas, pero cuando aparecieron las máquinas tragamonedas me interesé más en ese juego. Cada vez que estaba ahí me sentí relajado, recuerdo que entraba a una máquina y me iba hasta que ya no tenía ni un centavo en la bolsa”, afirma Somoza.

En su vida ha probado casi todos los juegos de azar que existen, desde cartas, dados, ruleta, casino hasta apuestas, pero su juego preferido son las tragamonedas. Él cuenta que fue por primera vez a las salas de juego por curiosidad, comenzó ganando y eso lo impulsó a frecuentar esos lugares. En ese entonces vivía cerca del Mercado Oriental y en el trayecto de su trabajo a su casa debía pasar por una calle en la que había salas de juego.

Los juegos de azar y sus perjuicios en la sociedad. Managua 13 de abril de 2016. FOTO LA PRENSA/Lissa Villagra
La ludopatía llevó a Ubén Somoza empeñar su anillo de matrimonio para continuar jugando y para que no lo se dieran cuenta compró uno de fantasía. LA PRENSA/ Lisa Villagra

“Recuerdo que un día de las madres gané 800 córdobas y así comencé con el vicio. A veces, iniciaba jugando con cincuenta córdobas y terminaba echando en la máquina 300 córdobas, sentía que cuando pasaba por la sala de juegos algo me jalaba hacia adentro y me iba hasta que ya no tenía nada”, cuenta Somoza.

A todos los lados que iba siempre terminaba jugando. En una ocasión viajó a Boaco a vender unas mercancías y cuando se disponía a volver a Managua se dio cuenta de que faltaban dos horas para que el autobús saliera, entonces decidió ir a un casino que estaba cerca de la terminal de buses para no aburrirse. Comenzó a jugar con nueve córdobas y en media hora ganó 700, pero no estando satisfecho con eso decidió seguir jugando y reunió 6,000 córdobas. Pero cuando fue a cobrar su premio le dijeron que la gerente del casino no estaba, entonces decidió esperarla y para no aburrirse siguió jugando.

“Ese día gané 10,000 córdobas pero en estar esperando a la gerente empecé a perder porque ya no jugaba con nueve córdobas a como empecé, ya jugaba con 45 córdobas. Ya no lo hacía por diversión, sino por pasar el rato, pero al final solo me llevé como 5,000 córdobas porque los perdí jugando”, cuenta Somoza.

Etapa de locura

Su enfermedad fue avanzando, pues llegó un momento que salía de su trabajo directo a la salas de juego y como no tenía dinero para seguir jugando decidió empeñar las joyas de su esposa, sin que ella se diera cuenta. Incluso, empeñó su anillo de matrimonio y compró uno de fantasía para que nadie se diera cuenta.

Hay una parte de la ludopatía en que las personas se envuelven en una especie de locura donde crean una realidad alterna y por eso no razonan todo lo que hacen. “Esta enfermedad altera su sano juicio, al punto de dañarse ellos mismos y de dañar a su familia”, explica la psicóloga del CEA.

Managua 14 de Abril del 2016 Luisa Telleria Jabarea, sicologa. fotos Jader Flores/LA PRENSA
“La adicción es una condición genética que se puede desarrollar o no, dependiendo del estilo de vida, los factores sociales, factores emocionales”. Luisa Tellería, psicóloga del CEA.

“A mí no me importaba tomar las prendas de mi esposa, yo solo las agarraba y las iba a empeñar. En ese momento no sentía ningún tipo de remordimiento, lo hacía por impulso y me di cuenta de todo hasta que ya me había retirado del juego”, confiesa Somoza avergonzado.

Empeñando joyas y haciendo préstamos a sus amigos se convirtió en la forma de conseguir dinero. Hasta que un día su esposa buscó sus prendas y se dio cuenta de que no las tenía. Y él tuvo que confesar. Sin embargo, aunque no tenía dinero aún seguía yendo a las salas de juego porque él asegura que solo con ver a otros jugar lo relajaba.

Este comportamiento se debe a que la persona usa la adicción para expresar algo emocional que está viviendo y que no puede lidiar de otra forma. “El juego es una forma de aliviarse porque el ludópata busca no participar en la realidad, busca una realidad tergiversada y el juego le ofrece una forma fácil de no participar en su realidad”, explica la psicóloga del CEA .

Él recuerda que una vez discutió con su esposa en un día de pago y para no regresar a su casa y seguir peleando con ella, decidió irse a “relajar” a un casino que estaba cerca de su trabajo, pasó jugando un día completo sin descansar, es más, cambiaba de casinos cuando se aburría. Al final salió solo con 100 córdobas en su cartera, de 200 dólares con los que comenzó.

Pero gracias al apoyo de su familia logró controlar su enfermedad y hoy ya tiene más de un año de no jugar. “Eso es algo muy duro estar metido en eso, casi pierdo mi matrimonio, mis hijos, es algo bastante fuerte. Si uno no sabe controlar eso se va a la quiebra, se queda en la calle como mendigo”, asegura.

 

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí