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Francisco Aguirre Sacasa

¿Desplome?

Hace dos semanas el Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a conocer su más reciente informe de la Perspectiva Económica Mundial, conocido como el WEO por sus siglas en inglés. Resumo a continuación lo que este importante documento concluye.

Primero, el WEO proyecta que la economía mundial crecerá en 2016, pero ese crecimiento será modesto —3.2 por ciento— y menos de lo que el Fondo había proyectado para 2016 en sus dos últimos WEOs.

Segundo, el Fondo está inquieto con el crecimiento anémico de la economía mundial. El título del WEO, Demasiado lento por demasiado tiempo, refiriéndose a la recuperación mundial después de la Gran Recesión de 2007-2009, lo dice todo. El Fondo atribuye esta reducción de su pronóstico a factores económicos como una caída del crecimiento de países como la China y a la fuerte contracción de importantes mercados emergentes como Brasil y Rusia. Su nerviosismo también se debe al deterioro del mercado mundial para commodities y la volatilidad que esto está ocasionando.

Pero más que en los otros años difíciles después de 2007, al Fondo le preocupan factores geopolíticos. Estos incluyen, entre otros, la migración masiva de refugiados del Medio Oriente y el norte de África hacia Europa y la tensión que esta está causando en los países de la Unión Europea (UE); la incertidumbre que podría causar la eventual salida del Reino Unido de la UE en lo que popularmente se denomina el “Brexit”; el creciente desencanto de grandes segmentos de la población en países desarrollados con la globalización. Esto se fundamenta en la percepción que el libre comercio —uno de los pilares del crecimiento mundial en los últimos setenta años— perjudica a sus obreros y al medioambiente; y la creciente desigualdad de ingresos mundialmente. Con inacostumbrado candor, voceros del Fondo notan que existe una percepción que la Gran Recesión castigó a la clase media y que la anémica recuperación está beneficiando principalmente a las élites del mundo.

Tercero, el tono del WEO es mucho más pesimista que sus predecesores. Aunque sostiene que el mundo experimentará crecimiento en 2016 y 2017, señala que el riesgo de que este no se dé es alto. Recurriendo a terminología de aviación, Maurice Obstfeld, consejero económico del Fondo, afirmó que el ritmo de crecimiento de la economía mundial corre el peligro de reducirse a “stall speed”, expresión anglosajona que significa una velocidad tan lenta que un avión se desplomaría. Añadió que la economía mundial no está en crisis y que no ameritaba que los principales gobiernos estuvieran en “un estado de alarma, pero sí en un estado de alerta”.

Este tono no es típico del Fondo. Tradicionalmente el Fondo —el Banco Central del mundo— es un “animador” mundial que suele ser una voz optimista de cara al futuro. Por eso este WEO debería de llamarnos la atención.

Cuarto, en cuanto al subcontinente latinoamericano, el WEO proyecta una contracción de 0.5 por ciento en 2016. Latinoamérica es la única gran agrupación regional que estará en una recesión. Esto se debe, principalmente, a que en 2015 y 2016 el Producto Interno Bruto (PIB) de Brasil, cuya economía es igual al 40 por ciento del PIB regional, habrá decrecido en un 8 por ciento.

También se debe al colapso de Venezuela por el bajón en el precio del petróleo, su pésimo manejo macroeconómico y su interminable crisis política. Venezuela está en una profunda depresión. En tan solo 2016, su PIB sufrirá un contracción de 8 por ciento y su inflación será alrededor de 500 por ciento. ¡Esto es calamitoso!

Quinto, enterrado en el WEO está un rayo de luz para nosotros. El Fondo proyecta que el precio promedio del barril de crudo en 2016 será US$ 34.75. Esto es 75 por ciento por debajo de su precio a mediados del 2008 cuando coqueteó con US$ 150 por barril. Y es 32 por ciento más bajo que su precio promedio en 2015. Los expertos del Fondo no son infalibles. Pero sus estimaciones se basan en un análisis serio de los datos disponibles y, sobre todo, de la oferta y demanda mundial para el petróleo. Son sólidas.

Sexto, el WEO proyecta un crecimiento de 4.5 por ciento para Nicaragua en 2016. Este está por encima del crecimiento para Centroamérica y es un ritmo superado en nuestro vecindario solo por Panamá.

¿Qué significa todo esto para Nicaragua? En primer lugar que nuestra pequeña y abierta economía estará sujeta a los vaivenes de un mundo incierto, turbulento. Por ende, ahora —más que nunca— necesitamos una continuación del manejo prudente y responsable de nuestra economía. Segundo, que el Gobierno tiene que facilitar la inversión en aquellos sectores en que tenemos una ventaja comparativa, como el turismo. Tercero, que la inversión pública/privada debe de orientarse hacia proyectos transformadores. Mis tres candidatos son una carretera costanera para hacer más fácil el acceso a nuestras bellas playas en el Pacífico; la construcción de una gran planta de generación eléctrica que quemaría gas natural o carbón limpio, combustibles que son baratos. Esto nos aseguraría energía abundante, confiable y barata para el consumo nacional y nos permitiría exportarla; y, finalmente, un proyecto de riego utilizando agua de nuestro mar dulce. Esto emanciparía a nuestro sector agropecuario de la tiranía del cambio climático.

Estos son proyecto a mediano y largo plazo. Por eso urge comenzar a armarlos ya. Entretanto, hay un estímulo que nos pudiese inyectar una fuerte dosis de adrenalina inmediatamente. Me refiero a la democratización del dividendo petrolero que Nicaragua está recibiendo. Nada estimularía más a nuestra economía, hacerla más competitiva —o que sea políticamente más expediente— que compartir con los consumidores una mayor parte de este dividendo en la forma de tarifas eléctricas y precios para los combustibles en las bombas más razonables.

El autor fue director del Banco Mundial y presidente de la Comisión Económica de la Asamblea Nacional.

Opinión economía mundial FMI archivo
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