Con 42 años ofreciendo frituras de plátano, yuca, papa y hasta malanga, Hollynda Rodríguez Murillo, originaria de Masaya, recuerda mejor que nadie todos los vaivenes de una industria que lucha por sobrevivir, hacerle frente a la importación de productos similares que llenan los mercados y consolidarse como oferentes.
Fue una de las primeras productoras en Masaya y hasta del país. Tras varios años trabajando en una empresa, reunió el dinero suficiente para empezar su propio negocio. Comenzó en la costurería y la panadería, hasta que un día junto con un hermano consideró lo rentable que podría ser darle valor agregado a productos en estado primario como los mencionados.
Fue así que importó maquinaria de Costa Rica y se aventuró en el negocio de su vida, cuenta la propietaria de Industrias Hodegar, nombre con el que selló su idea.
La empresaria asegura que ese sector ha crecido considerablemente no solo en su natal Masaya, sino en todo el país, creando nuevos empleos, aportando al desarrollo y dando una mejor imagen de que lo elaborado en Nicaragua también puede ser de calidad.
Este caso es solo uno entre más de 60 negocios, que según María Magdalena Cerda, coordinadora del Centro de Negocios y Asistencia a la Micro, Pequeña y Mediana Empresa Industrial (Cenami), se han formado en departamentos como Masaya y Granada.
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Oficialmente se desconoce una cifra exacta de cuántos negocios de este tipo existen en el país.
“Estas empresas que forman parte de una nueva área de la agroindustria son empresas que han venido invirtiendo en tecnología para mejorar la elaboración de sus productos y el objetivo es la apertura de mercados locales y proveer a supermercados”, mencionó Cerda.
HACIA LA FORMALIZACIÓN
Según Carlos Riuzzhet, presidente de la recién formada Cámara de Alimentos del Consejo Nicaragüense de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa (Conimipyme), la industria de frituras o bien conocida como snacks, debe primero organizarse para poder posicionarse en el mercado nacional.
También es necesario que tomen paso hacia la formalización y elevar los estándares de calidad que no solo se apeguen a los requisitos de Nicaragua sino también a los niveles internacionales para que ya vayan apuntando o preparándose para los mercados extranjeros”, manifestó Riuzzhet.
En este aspecto coincide con Rodríguez Murillo, quien afirma que esa es la principal amenaza que en los últimos años ha estancado aquellas empresas de snacks que sí han crecido en la formalidad.
“Es duro saber que nuestro negocio que ha sobrevivido por décadas tiene pérdidas por aquellos que trabajan sin condiciones. En algún momento nos quejamos con el Ministerio de Salud y la única respuesta fue que todos tenían derecho, mas se desconoce que esa falta de salubridad en los productos como las papitas, tajadas de plátano o las yucas eleva la probabilidad de enfermedades en los niños”, destaca la emprendedora.
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Según Riuzzhet, ese sector durante el primer trimestre de este año experimentó un aumento del cinco por ciento en sus ventas, influido por la tecnificación de empaques y mejoras en la calidad de productos.
CONSOLIDAR MERCADO LOCAL
Por su parte, Cerda afirma que ha sido en los últimos diez años que esas empresas han dado un paso circunstancial no solo hacia la formalidad en sus operaciones sino también hacia nuevos mercados, con empaques novedosos y coloridos.
“Puede encontrar productos que tienen presentaciones que son muy atractivas y que fácilmente pasan por extranjeros. Ha sido un proceso que les ha llevado años, pues en sus inicios ofrecían en bolsas transparentes, unos amarrados, otros quemados en las orillas, pero la idea como Cenami es acompañarles rumbo al encadenamiento de mercados y un mejor aprovechamiento de los recursos”, sostuvo Cerda.
Asimismo agrega que su presencia en supermercados en el país es otra muestra de que han mejorado en inocuidad y empaques.
Rodríguez Murillo también recuerda que sus inicios fueron con las bolsas transparentes hasta que un consultor costarricense que trabajaba para una importante marca distribuidora de snacks les ayudó con el diseño, el logotipo y los colores que fuesen atractivos.
“Ese tema del empaque convierte más caro el producto y es ahí donde se debe repensar cómo hacerle frente para hacer que los productos sean accesibles para la población en general. Nosotros ahora podemos comprar a empresas nacionales, pero resulta que solo te venden por grandes cantidades y si quieres importar te ofrecen un pedido menor pero a un costo elevadísimo, aspectos que no son viables para un negocio como este”, aclaró la propietaria de Industrias Hodegar.
Según Cerda, muchos de los negocios que le dan valor agregado a la yuca, el plátano o la papa, tienen un promedio mínimo de cinco trabajadores en el caso de las pequeñas, mientras que las medianas superan las diez personas.
Nuevas iniciativas
Luego de tres años de tener maquinaria guardada en un almacén en Costa Rica, los miembros de la Asociación de Plataneros de Rivas (Aplari) lograron reunir el dinero suficiente para traerla al país y echar a andar su idea de darle valor agregado a la producción de esa musácea.
Aquiles Sánchez, presidente de Aplari, asegura que la idea surgió como una forma para percibir más ingresos y el sueño de los más de cien productores es venderlo entre los supermercados.
“Además que con la crisis hídrica que el país enfrenta hay menores niveles de producción y los plataneros en todo Rivas nos hemos visto afectados, así que la instalación de una planta procesadora de plátanos para snacks es una opción que atrae a todos los que formamos parte del proyecto”, explicó vía telefónica Sánchez.
La planta que estará en las oficinas de Aplari en la ciudad de Rivas entraría en operaciones en julio, dijo Sánchez, quien comenta que desde ya proyectan exportar hacia Estados Unidos.
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Sin planes claros
La industrialización de los pequeños o medianos negocios en el país no precisa ser una prioridad para el Gobierno. En los planes del Ministerio de Economía Familiar, Comunitaria, Cooperativa y Asociativa no precisa ningún detalle para los negocios que trabajan en ese sector.
Lo único que mencionan es la integración de 7,551 familias en procesos agroindustriales y mitigación del cambio climático; de los cuales: 5,050 son café, 460 de cacao, 505 del Programa de Desarrollo Lechero y 1,536 del programa de Recolección de Agua.