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EXCESO REVOLUCIONARIO

Con el otrora poderoso comandante Jaime Wheelock y su admirable y talentosa esposa Vanesa, por razones familiares nos ha vinculado una amistad especial, desde los primeros años de la Revolución. De manera habitual coincidíamos con cierta frecuencia en el espléndido hogar de Norita y Paco Castro, atentos, elegantes, bohemios y musicales solo por mencionar algunas de sus virtudes. Conversábamos sobre los problemas diario que sufríamos los nicas en esos días difíciles para todos.

Con el otrora poderoso comandante Jaime Wheelock y su admirable y talentosa esposa Vanesa, por razones familiares nos ha vinculado una amistad especial, desde los primeros años de la Revolución. De manera habitual coincidíamos con cierta frecuencia en el espléndido hogar de Norita y Paco Castro, atentos, elegantes, bohemios y musicales solo por mencionar algunas de sus virtudes.
Conversábamos sobre los problemas diario que sufríamos los nicas en esos días difíciles para todos.

No había reglas ni límites en las discusiones, salvo quizás las normas mínimas de respeto, algunas veces Jaime mostraba señales de inconformidad cuando alguien se excedía en sus críticas sobre la dirigencia, recordemos que él era ministro de Agricultura del gobierno además de miembro fundador de la dirección nacional del Frente.
Tenía Jaime, bajo su responsabilidad, la espinosa tarea de intentar transformar las explotaciones agrícolas con siglos de producción tradicional para beneficio casi exclusivo de los propietarios de la tierra, en eventos de trascendencia social para beneficio de las mayorías, en especial de quienes las hacen producir.

Teníamos cuidado cuando discutíamos sobre problemas de la propiedad de la tierra y la validez legal de las expropiaciones en el agro, que se producían con cierta frecuencia y provocaban serias contrariedades.

Se conoció la expropiación inesperada y hasta cierto punto violenta de la empresa Servicio Agrícola Industrial Masaya, S.A., Saimsa, una emblemática firma del departamento que había venido creciendo desde su fundación agrupando centenares de empleos útiles al desarrollo del departamento y ganando prestigio como organización líder.

Fundada varios años atrás por tres agricultores medianos, trabajadores y muy apreciados, Manuel Caldera, Rigo Rosales y Enrique Bolaños su director y mayor accionista, además presidente del Consejo Superior de la Iniciativa Privada, llegó a ser Saimsa la más importante empresa de servicios en el agro en todo oriente.

Para formarse una idea de la magnitud de Saimsa basta decir que llegó a sembrar más de siete mil manzanas de algodón, su planilla semanal llegó a alcanzar más de cien mil dólares y sus ventas anuales eran de seis a siete millones de dólares, incluyendo desmote y aero fumigación.

Las actuaciones políticas de Bolaños, contrarias a las decisiones del gobierno revolucionario no eran aprobadas por aquellos que lo consideraron un estorbo a sus voluntades.

El cierre de la empresa causó un revuelo nacional enorme, fue un golpe mortal para sus socios, muy duro para sus obreros y en general un severo retroceso para el desarrollo agrícola de Masaya. Se decía que era una decisión tan radical y dañina que tendría que ser revertida. ¿A quién se le ocurriría contener el avance de una firma de servicios, empleadora y útil que solo bienestar ofrecía a la sociedad en general y a los trabajadores en particular?

Con esas incógnitas se me ocurrió abordar a quien se consideraba el artífice de las decisiones mayores del gobierno revolucionario en el campo, el ministro y comandante Wheelock. En la siguiente ocasión que nos encontramos en el hogar Castro-Cardenal, le expresé el descontento y la inconformidad del pueblo de Masaya por lo que se consideraba una agresión desmedida contra la sociedad Saimsa y le pregunté si sería posible revertirla.

Jaime se revolvió un poco en su silla cuando llegamos al tema, nos imaginamos que ya esperaba el cuestionamiento y además ya conocía las reacciones negativas que la decisión había creado y el gran costo político incurrido. Nos explicó que había sido una decisión ciertamente muy dura por la calidad de servicios que generaba, pero que se consideró que no sería muy difícil sustituirla.

Después de una serie de discusiones con los amigos presentes, se concluyó que el leit-motiv del cierre había sido una suerte de respuesta a las continuas agresiones que la revolución sentía que desde su alta posición de dirigente, de la empresa privada, Enrique Bolaños continuamente hacía.

Consideraba la dirigencia del Frente que esa era la respuesta que se debería hacer por los ataques sufridos, la revolución no puede estar sometida a esas agresiones, sin reaccionar. La respuesta de Wheelock recibió poca acogida entre los amigos y familiares presentes, a pesar que todos eran afines al proceso revolucionario. Nada se logró y la empresa permanece cerrada, por eso y desde entonces.
Un verdadero exceso revolucionario. Un desacierto que ojalá ninguna revolución deba repetir.

Cultura Álvaro Porta Cuento narrativa nicaraguense archivo

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