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Julián

Cuando Julián compró el periódico, en la esquina de los semáforos de Linda Vista, llevaba puesta una camiseta de los Gigantes de New York, un short camuflado y unas chinelas de gancho Rolter, al cruzar la avenida, abarrotada de vehículos, se rascó la barba encanecida de dos semanas y pico y dando un gran bostezo se fue a sentar al muro de la gasolinera para leer el diario de la mañana.

Cuando Julián compró el periódico, en la esquina de los semáforos de Linda Vista, llevaba puesta una camiseta de los Gigantes de New York, un short camuflado y unas chinelas de gancho Rolter, al cruzar la avenida, abarrotada de vehículos, se rascó la barba encanecida de dos semanas y pico y dando un gran bostezo se fue a sentar al muro de la gasolinera para leer el diario de la mañana.

Era domingo y al poco rato un grupo de conocidos, que pasaron a su lado con un abigarrado olor a perfume, le hicieron recordar la misa de las ocho en la iglesia Santa Gema, luego una gens de jóvenes amanecidos le saludaron efusivamente llenándolo de halagos por ser él uno de los profesores fundadores de aquel lugar, le regalaron una cerveza en lata y un retorcido pitillo que al encenderlo lo hizo sentir en el empedrado camino de las percepciones espirituales en donde la realidad le resultó más real que la realidad misma.

Sintió el febril viento en su rostro y el brillo del sol en el oriente le dibujó una hermosa sonrisa de satisfacción, y se dijo —el tiempo pasa y nadie lo puede evitar ¿nadie puede?, porque el tiempo es como una bala circular que gira y rueda buscando a quien herir o aniquilar—, recordó a los amigos caídos en la revolución y pudo escuchar sus voces en lontananzas y mirar sus rostros en el argentino cielo del parque, en donde se encontraba ahora leyendo la página literaria, mientras un joven que se encontraba haciendo lo mismo en su celular lo interpeló diciéndole —deberías de leer la prensa por el internet, así no tendrías que estar lidiando con tanto papel— él, mirándolo de soslayo le respondió —no sé, pero esa mierda me parece tan irreal como vos y el gobierno y por eso al incipiente dictador le ha dado ahora por poner en cada parque un wifi para tenerlos a todos como monos agachados y así apartar el peligro de una rebelión, así a todos ustedes no les da tiempo de pensar ni mucho menos discutir nada relacionado con el régimen, tan solo piensan en lo que los ordenadores exactamente les dicen, es como una estúpida consigna de los ochenta que decía “dirección nacional ordene” que sería como decir ahora “dirección cibernética ordene”, vos sabes esa mierda apesta.

—Bueno Julián la vida es mejor así, la guerra no tiene justificación— le respondió el desconocido mientras se alejaba del lugar, y Julián a grito partido le terminó diciendo “—y la dictadura si tiene justificación no jodás, yo soy sandinista de corazón no seudo-revolucionario—”. Julián se recostó ahora en la banca de concreto para observar a unas alondras que construían su nido en la cima de un árbol de espina y recordó las bíblicas palabras de …los pájaros tienen nido y las bestias madrigueras, más el hijo del hombre no tiene en donde recostar su cabeza.

Y dirigiendo su mirada hacia la entrada de la biblioteca Alemana Nicaragüense Bertold Brech logró ver a un grupo de indigentes calentando, en el suelo de tierra, un ennegrecido tarro de leche Nido con agua para hacer café negro, el fogón estaba ardiendo y al instante todos se servían su porción acompañándola con un trozo duro de pan, que cada uno pasaba restregando en un polvoriento nacatamal que se encontraba abierto sobre una piedra, de pronto uno de ellos, sin aparente razón alguna, comenzó a discutir con el camión de la basura que se había arrimado al lugar y Julián logró ver con claridad a un súcubo llamando al mendigo y levantándose de su sitio dirigió sus firmes pasos hacia aquella extraña aparición gritando “quién es el que manda aquí hijuelagranputa” de inmediato el espíritu se montó en el camión desapareciendo a la vista de todos y el harapiento y famélico joven con lágrimas en los ojos le dio las gracias por haberlo librado de la muerte.
Julián sintiendo el fuego de Prometeo en su pecho se dijo, la vida es un misterio o una caja de Pandora y la historia es un abrojo que pierde su importancia y memoria en cada flujo y reflujo de generaciones que van y viene como el río a la mar o como el amanecer a la noche, en realidad nada es relativo cuando conoces la verdad a priori o posteriori, lo que necesitamos todos en estas elecciones presidenciales es unirnos y no perder el único consuelo del mito de Pandora a los hombre o sea la esperanza.

Julián se alejó de aquel lugar consternado mientras un disparo salido de la nada le impactó en la espalda haciéndolo caer de cruces en un abismo sin fin, pero al instante se incorporó asustado en el sopor del mediodía y de inmediato se dio cuenta que se había quedado dormido cuando leía la prensa literaria del sábado en el porche de su casa, y levantándose del piso con un hambre atroz terminó gritando “amor me estoy muriendo de hambre ya está la comida…”

Cultura cuento nicaraguense Narrativa archivo

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