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Los trabajadores que devengan el salario mínimo recibirán un reajuste del 9 por ciento que se aplicará en dos momentos distintos del año. LA PRENSA/ ARCHIVO

Los trabajadores que devengan el salario mínimo recibirán un reajuste del 9 por ciento que se aplicará en dos momentos distintos del año. LA PRENSA/ ARCHIVO

Las penurias del salario mínimo

Con estrechez. Planes que se posponen, provisión y enseres que sacan al fiado, arreglos de pago en los servicios, cero recreación. Así es la realidad de los que viven con el salario mínimo.

Pedro José Alvarado no tiene idea de cuánto deberá esperar para que su salario —mínimo— le permita recoger el dinero para comprar un vestido de novia, alquilar las sillas, tal vez pagar el juez y alistar el templo, para casarse civil y por la iglesia con la que es su novia desde hace cuatro años.

Vamos por parte. Conseguir el trabajo para casarse, es el proyecto de Alvarado, de 21 años, habitante del barrio Camilo Ortega, quien hace apenas tres meses consiguió el empleo de vigilante y salario formal. Esta quincena, recibirá por primera vez su colilla de la Seguridad Social.

Alvarado va de uniforme negro y gris, maneja un arma en la cintura, un chaleco, gorra y una tabla en la que anota los números de las placas de los carros que entran y salen del parqueo de un supermercado mientras las gotas de sudor le rodean los pómulos y la frente. En la empresa donde trabaja cumple un horario de 6:30 de la mañana a 5:00 de la tarde.

Cada quincena Alvarado gana 3,700 córdobas que se evaporan en dos o tres rubros. Sus cuentas son más o menos así: -2,000 córdobas para comida, -1,000 córdobas para transporte.

Sobre su alimentación, aclara que come carne “muy poco”. “No soy carnívoro”, dice. A veces no lleva comida y compro “unas cuatro onzas de queso, con unos tamales, y así”, cuenta Alvarado.

Con los setecientos restantes, en una quincena de por medio aporta doscientos, tal vez para el pago de la luz de la casa donde vive. De ese mismo restante saca para calzado y vestuario, algo que no compra todos los meses.

Alvarado es uno de los siete parientes que viven con su “mamita” (su abuela). Cinco de ellos trabajan en la informalidad, y el sexto miembro, su cuñado, tiene empleo formal: es vigilante como él.

Si le quedan doscientos córdobas en la bolsa, fuera de todos los gastos, sale con su novia a alguna fritanguería o sorbetería de los contornos del barrio. No se permite más. No puede.
Su salario bruto de 7,400, que incluye las horas extras y prestaciones, se ubica en el rango de los salarios mínimos del país.

Existen nueve categorías de acuerdo a la tabla aprobada en enero de este año y divulgada en la página web del Ministerio del Trabajo, Mitrab.

En el país de la Población Económicamente Activa, PEA, que ronda los 3.2 millones de nicaragüenses, alrededor de 150,000 trabajadores devengan un sueldo mínimo, según estimaciones de la empresa privada.

Ese dato, no incluye la informalidad que reina entre los trabajadores agrícolas. Por tanto, en las cuentas del dirigente de la Central Sandinista de Trabajadores, Luis Barbosa, el número de trabajadores que dependen del salario mínimo es mucho mayor. Ronda el millón de personas. “Si solo en el campo se habla casi de medio millón de trabajadores agrícolas”, explica el sindicalista.

Los obreros agrícolas nicaragüenses devengan los salarios más bajos de la región, según refieren distintos artículos y estudios comparativos. LA PRENSA/ ARCHIVO.
Los obreros agrícolas nicaragüenses devengan los salarios más bajos de la región, según refieren distintos artículos y estudios comparativos. LA PRENSA/ ARCHIVO.
A PUNTA DE ADELANTOS

Por veinte córdobas, Concepción Cruz no alcanza a ganar los seis mil córdobas al mes en el restaurante que trabaja de lunes a viernes, y un sábado o domingo de por medio.

La tabla divulgada por el Mitrab en su página web, estipula un pago mensual de 6,109 córdobas para las actividades de electricidad, agua, luz, comercio, restaurantes, hoteles, transportes, almacenamiento y comunicaciones.

Cruz debe estirar su sueldo para cubrir las necesidades de comida y transporte de tres personas: su marido, un hijo y ella. El primero dejó de trabajar hace dos años por una enfermedad muscular degenerativa, y el segundo va a la universidad.

El marido inválido, sin jubilación, ha improvisado en la casa un pequeño ingreso por goteo con la venta de hielo.

Hasta hace poco, el mismo salario de Cruz le daba cobijo a su hija mayor, pero ya consiguió trabajo y se fue a vivir con el marido, explica Cruz, quien confiesa que últimamente no “agarra” completa su quincena porque como siempre le surge algún imprevisto y tiene que hacer adelantos de salario que le permite la tarjeta de débito.

Cuando se paga va al mercado y compra la provisión. Encabeza la lista, las 25 libras de arroz. Una ventaja es que le queda muy cerca el Mercado Mayoreo y allí compra todo.

“Lo bueno es que en mi trabajo me dan el almuerzo, entonces me ahorro eso”, cuenta Cruz, quien agrega que en el trabajo reciben complemento semanal de 750 córdobas. Es la propina que los clientes dejan. A veces, “si la venta ha estado buena, salen novecientos”, indica Cruz, quien lleva 16 años en el mismo restaurante.

“Si no fuera por eso, muchas madres que trabajamos allí nos moriríamos de hambre”, añade Cruz.

Aparte de la comida y el transporte, Cruz dice que siempre hay “otra cosita” que pagar. La quincena pasada canceló, por fin, los muebles que sacó al crédito hace tres años. “Porque son jaranas, cuestan el doble, pero no queda de otra. Mentirosa sería si dijera que he comprado al contado. Todo es al crédito”, dice Cruz entre risas.

 Más de cien mil nicaragüenses sobreviven con el salario mínimo. En muchos casos no cubren ni la mitad de la canasta básica establecida. LA PRENSA/ ARCHIVO.
Más de cien mil nicaragüenses sobreviven con el salario mínimo. En muchos casos no cubren ni la mitad de la canasta básica establecida. LA PRENSA/ ARCHIVO.

 

7,454.13 córdobas es el salario mínimo establecido para el sector de la construcción, establecimientos financieros y seguros, según la tabla del Mitrab que fue aprobada este año por la comisión que define el salario mínimo anual.

LA CADENA MILAGROSA

Cuando no puede hacer adelantos de salario y la propina es baja, Cruz no tiene más remedio que empeñar una cadena de oro que le regaló su mamá. Le llegan a dar hasta dos mil córdobas por la prenda. Dice que últimamente no ha visto la cadena. Casi siempre la mantiene empeñada.

Hace poco, recurrió de emergencia al empeño de la cadenita porque necesitaba dinero urgente para hacer un arreglo de pago y cancelar una parte de un cobro elevado de luz que les están haciendo. Pasó una cuadrilla de luz y casi les cortan el servicio.

En la lista de pagos de Cruz, incluye el pago del teléfono convencional, que le sale de “doscientos y pico”. Hace un año cortó el servicio de cable. Era insostenible para sus ingresos, explica.

LIBRES DE ALQUILER

Una ventaja para Alvarado y Cruz es que no pagan alquiler. En el caso de Alvarado, duerme donde la abuela, pero la comida, el lavado y planchado de su ropa, lo asume su futura esposa, una joven de 18 años, que estudia el cuarto año de secundaria y que está apurada por trabajar, según Alvarado.

Antes de enfermar, el esposo de Concepción Cruz era maestro de obra y él construyó el “cajón” de concreto, como ella dice, con las divisiones de dos cuartos, sala y cocina.

Tampoco paga alquiler Blanca Sofía Vargas, de 20 años, quien trabaja como impulsadora para una empresa que vende alimentos. Vargas, quien se casó a los 16 años, y comenzó a trabajar a los 17, se fue a vivir a la casa de su esposo en Ciudad Sandino.

Vargas gana seis mil córdobas al mes. En tres años, su mejoría ha sido de quinientos córdobas.

A diferencia de Alvarado y Cruz, con su salario no cubre tantos rubros. Su prioridad es pagar la cuota de 110 dólares de un terreno que adquirió a plazos, allí mismo en Ciudad Sandino.

“Ahorita lo que quería pagar era mi lavadora pero no tengo porque estoy pagando el terreno”, dice Vargas, quien a mitad de la mañana de un jueves hace un almuerzo, merienda y se toma una Coca Cola.

En teoría, tanto Alvarado como Cruz y Vargas quedan lejos de cubrir la canasta básica que en enero costaba 12,357 córdobas.

La canasta consta de 53 productos para cinco personas, pero ninguno de los entrevistados tiene familia con más de tres integrantes.

El sector de la construcción es uno de los más dinámicos de la economía en los últimos años. El salario mínimo en este sector es uno de los que más ha crecido en los últimos años. LA PRENSA/ ARCHIVO.
El sector de la construcción es uno de los más dinámicos de la economía en los últimos años. El salario mínimo en este sector es uno de los que más ha crecido en los últimos años. LA PRENSA/ ARCHIVO.
EL MÍNIMO RURAL

Para los trabajadores del campo, la remuneración es más incierta y precaria.

En los alrededores de la laguna de Moyuá, Ciudad Darío, a setenta kilómetros de Managua, se distinguen sembradíos de hortalizas en el área donde alguna vez estuvo la laguna.

A consecuencia de la sequía y la evaporación, Moyuá se ha retirado unos setecientos metros de su orilla. Los campesinos de la zona han aprovechado la tierra húmeda y cuarteada para sembrar y cosechar pipianes. Narciso Moreno, un hombre de cincuenta y tantos años, ha subcontratado a otros dos hombres a los que paga cien córdobas por día trabajado más comida. No existen prestaciones. Mucho menos Seguridad Social. Se trabaja al destajo.

En las últimas décadas, esa incertidumbre rural, acentuada por la sequía, provoca emigración de mano de obra rural hacia otros destinos de la región como Costa Rica y El Salvador.

Henry Escoto, originario de La Dalia, trabajó por nueve años en una finca en la que le pagaban veinte córdobas al día. Ahora trabaja en una hacienda en la que cuida animales y despacha en la bodega. Devenga a la quincena 2,400 córdobas.

Trabaja de 5:00 de la mañana a 4:00 de la tarde. No está casado, pero tiene un hijo. No sabe su paradero. “Se lo llevó la mujer”, dice. Con lo que gana alimenta a cuatro bocas más: su hermana, una sobrina que le cocina, y dos niños, hijos de ella. No tiene vicios, dice.

“Estudié en la universidad. Terminé mi carrera, pero no he podido pagar el título. Cuesta dos mil dólares, eso es lo que me falta a mí. ¿De dónde los saco? Mejor invierto en otra cosa”. Mariela Díaz,  impulsa productos alimenticios en un supermercado desde hace 16 años.
“Estudié en la universidad. Terminé mi carrera, pero no he podido pagar el título. Cuesta dos mil dólares, eso es lo que me falta a mí. ¿De dónde los saco? Mejor invierto en otra cosa”. Mariela Díaz, impulsa productos alimenticios en un supermercado desde hace 16 años.
BAJA ESCOLARIDAD

Escoto dice que por “cabeza de gallina” no aprendió lo suficiente y no pasó más allá de segundo grado. “Medio” sabe poner su nombre y “medio” lee.

La educación precaria es el factor común en algunos de los que ganan salarios mínimos. Concepción Cruz y Pedro José Alvarado aprobaron sexto grado, mientras que Blanca Sofía Vargas se bachilleró. Su plan ahora, es estudiar. Averiguó en el Manuel Olivares y quiere cuadrar su tiempo para sacar una carrera técnica. Otra colega suya, Mariela Díaz, de otra empresa de alimentos, gana el mínimo. Terminó la carrera de Mercadeo, pero no se ha titulado porque la universidad cobra dos mil dólares para tramitar el título. “Eso si lo consigo, mejor lo agarro para montar mi propio negocio”, razona Díaz.

El dirigente sindical, Luis Barbosa, asegura que en un estudio reciente sobre trabajadores de la maquila encontraron muchos con secundaria aprobada y un porcentaje con nivel universitario.
En sectores financieros y de servicios también hay universitarios y algunos graduados que devengan salarios mínimos.

“Todavía hay una distorsión en los salarios porque hay empresarios que solo te pagan lo que es el salario básico... En el comercio el salario es más estático. Podría haber un viático de transporte, el pago de las horas extras...”. Luis Barbosa, dirigente sindical.
“Todavía hay una distorsión en los salarios porque hay empresarios que solo te pagan lo que es el salario básico… En el comercio el salario es más estático. Podría haber un viático de transporte, el pago de las horas extras…”. Luis Barbosa, dirigente sindical.
CERO RECREACIÓN

“Nosotros nunca vamos a ninguna parte”, dice Blanca Sofía Vargas sobre lo que hacen con el tiempo libre ella y su esposo.

La recreación es un rubro que parece inexistente entre muchas personas que reciben un salario mínimo. Alvarado, a lo sumo, se come un helado con su novia mientras que Cruz, cuando tiene libre, se queda en la casa haciendo oficios. Ninguno de los tres va al cine. Mariela Díaz, colega de Vargas, dice que muy raras veces sale con su esposo y sus dos hijos.

En el área rural, las opciones de recreación son aún más escasas. Algunos, sobre todo los hombres, participan en alguna liga rural de beisbol dominguera. No es el caso de Escoto, pero sí el de su colega Ever José Pineda, quien viaja los domingos a La Dalia donde juega beisbol.

Pineda es técnico, tiene esposa y dos hijos. En la hacienda cuida los cafetales de las enfermedades. Gana seis mil córdobas. Es el único ingreso de su casa. Su esposa ayudaba a la economía, pero recién renunció. “Mi trabajo es de todo el día, paso al pendiente de todo”, dice sobre sus obligaciones este hombre de 25 años, quien tiene aspiraciones de continuar los estudios, por ahora, el horario y el salario no se lo permiten. Coronar una carrera es uno de los planes que seguirá posponiendo. Como le pasa a Alvarado, el vigilante, con su boda.

“La verdad es que no nos damos ningún gusto. No salimos. A veces por allá salgo, pero sola. Algunas cosas como la ropa interior, la saco al fiado. Ahorita estoy pagando un pantalón”. Blanca Sofía Vargas, trabaja para una empresa de alimentos. Gana el salario mínimo.
“La verdad es que no nos damos ningún gusto. No salimos. A veces por allá salgo, pero sola. Algunas cosas como la ropa interior, la saco al fiado. Ahorita estoy pagando un pantalón”. Blanca Sofía Vargas, trabaja para una empresa de alimentos. Gana el salario mínimo.

 

El más bajo de la región

Con un sueldo mínimo promedio de 115 dólares, Nicaragua paga el sueldo más bajo de Centroamérica, según una publicación comparativa de la edición de abril de la revista Summa. En la lista figura en primer lugar Panamá con un salario de 744 dólares, Costa Rica 512, seguido por Guatemala con 369 dólares, El Salvador 251 dólares. En el área rural del país, el salario mínimo actual es de 3,330 córdobas, equivalente a 115 dólares. Eso empuja a la emigración de mucha mano de obra rural, reconocen los sindicalistas. El artículo de la revista Summa establece también un comparativo de los salarios respecto a sus canastas básicas. En el caso de Nicaragua, el costo de la canasta básica es de 12,357 córdobas, según datos del Banco Central de Nicaragua. El porcentaje de cobertura de la canasta varía según los tipos de salarios. En el caso de los trabajadores agrícolas la cobertura no alcanza ni al treinta por ciento, mientras que en sectores como la construcción es casi del sesenta por ciento.

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COMENTARIOS

  1. dimebag
    Hace 8 años

    triste pero esa es la historia de la mayoría del nicaragüense salario minimo salario de explotacion salario de hambre para que los que mas tienen tengan mas y el pobre mas pobre no hay equidad

  2. El Precio de la Educación
    Hace 8 años

    “Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia”. [If you think education is expensive, try ignorance.]

    – Jeff Rich –

    Estoy de acuerdo que la educación no es garantía de nada. Pero de algo si que estoy seguro: que sin educación no lograrás nada.

  3. Chepecachimbo
    Hace 8 años

    Quisiera saber que Univesidad cobra dos mil dolares para “sacar” el titulo?

  4. La verdad
    Hace 8 años

    Probablemente los empresarios ” algunos ” se aprobechan del salario mi’nimo ellos saben perfectamente que con el mi’nimo NO subasta las necesidades del hogar ! y son incapaces de hacer un aumento cuando ellos saben que el empleado lo necesita .

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