En el caso de los tanques rusos la mirada pública se ha centrado —comprensiblemente— en su impacto a nivel nacional. Unos citan el fortalecimiento del Ejército —sin aclarar convincentemente para qué—. Otros mencionan una previsión gubernamental intimidatoria y fratricida: Si trágicamente Nicaragua cayera en otro de sus tristes ciclos de violencia intestina, los usarían en ciudades y planicies. (Los tanques T-72B12, dicen los conocedores, son una versión modernizada (mira láser telemétrica, blindaje reactivo, fuego automático, etc.) entre 18 versiones del T-52 soviético, fabricado desde 1971. Esta familia de blindados es considerada muy buena, aunque en las guerras del Golfo los aniquilaron). Pero además de lo nacional, hay otro nivel muy importante: El significado internacional de la adquisición de los tanques.
Los tanques rusos (¿comprados?, ¿donados?) acercan adicionalmente en temas militares a Rusia y Nicaragua cuando la política mundial se va tensando progresivamente a medida que Rusia se torna más ambiciosa y agresiva. En esta línea de cooperación, el gobierno del presidente Ortega firmó en abril de 2015 un convenio que permitirá a Glonass (sistema militar ruso de vigilancia satelital) una estación en Nicaragua. El Glonass es el demorado equivalente del GPS (sistema de posicionamiento global) del Departamento de Defensa de EUA. El GPS funciona con 24 satélites y puede ubicar objetos alrededor del globo terrestre. Estados Unidos (EE. UU.) extendió globalmente su uso civil, con ligerísimas modificaciones en su precisión y lo utilizan libremente aviones, buques, automóviles, caminantes, etc.
Por su parte, Glonass también es un instrumento militar que puede brindar servicios civiles. Los conocedores explican que este (que colocó su satélite No. 24 hace apenas un par de años) es efectivo sobre todo en los extremos polares, al contrario del GPS que cubre mejor el resto del planeta. Una estación en Nicaragua amplía valiosamente la cobertura rusa. ¿Hay seguridad de que todo se quedará en el terreno civil? ¿Pueden asegurarlo los especialistas?
La cooperación militar con el Kremlin tiene otras facetas más claras. Putin logró del gobierno actual la concesión de operaciones de aprovisionamiento para su flota en puertos nicaragüenses. Pero sucede que para cualquier potencia, la instalación de capacidades militares adversarias en su vecindad significa una vulneración a su seguridad, una ruptura del balance existente, lo cual abre todas las opciones eventuales de la potencia vulnerada para restablecer el status quo: Es el crudo realismo de la política internacional. Esto contradice al principio legal de soberanía. Pero este concepto, a veces refugio de tiranos para agredir a sus propios pueblos, se subordina de facto al “instinto” de conservación de los Estados.
Volvamos a los tanques. ¿Son otro globo exploratorio? ¿Putin está probando hasta dónde llegar para mostrar a Rusia como potencia global? Hasta hoy le va bien, al tener enfrente en este juego a Obama, un inepto impenitente en el campo internacional. Pero cabe preguntarse desde la perspectiva nicaragüense: ¿Conviene acercarse así a Rusia? ¿Son los EE. UU. un peligro para Nicaragua? ¿No son su mayor mercado, el hogar de cientos de miles de nicaragüenses y —con las remesas que vienen “del imperio”— un sustento clave de la economía nacional? El referido acercamiento militar luce anti-norteamericano y no es justificable. Es el remanente irracional-afectivo de una ideología fallida, sensatamente descartada en lo económico tanto en la Nicaragua “socialista” como en Rusia. Si a Obama lo reemplaza alguien del campo realista, focalizado en temas de seguridad en política internacional —y hasta H. Clinton lo es en cierto grado— toda Nicaragua podría pagar por una alianza inter-gubernamental aventurista.
El autor es Doctor (Ph.D). en Estudios Internacionales.