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Humberto Carrión

Vergüenza ajena con ironía

En la edición de este diario del 18 de abril pasado se publicó un artículo de opinión de mi autoría, escrito como un gesto de expresión propia en un nuevamente costoso, vergonzoso e innecesario proceso electoral.

Simplemente se podría negociar el todo desde el poder para que ciertos serviles, tránsfugas y oportunistas de la política ocupen alguno que otro cargo sin mayores costos para el erario, con la salvedad de los sueldos, exoneraciones de impuestos, combustible y demás privilegios relacionados. Le estarían haciendo un favor a la patria con su “sacrificio” por el pueblo puesto que habría un ahorro de millones de dólares en lugar de unas elecciones inútiles.

El Estado de Derecho y el principio de la legalidad no son obstáculos para un poder que hace lo que le viene en gana por medio de sus acólitos en el Estado y en el partido; y ese ahorro se podría trasladar al presupuesto para la adquisición de nuevos medios mecánicos militares en vista de una eventual represión social generalizada.

No supuse la aceptación que tuvo el artículo de opinión referido, que incluso ha sido compartido sustantivamente en las redes sociales. Ni imaginé la retroalimentación de aquellos que jamás han sido oligarcas ni burgueses vende patria ni agentes del imperialismo, aunque ya desde el poder no se usa tanto ese lenguaje tradicional desde que Fidel y Raúl dejaron colgados a los imitadores y alguien de aquí se enfadó, teniendo que inventar la entrega de la representación del país a un puertorriqueño independentista en una reunión política regional, es decir sabotearla, para lograr titulares en los medios de comunicación regionales y competir con los hermanos Castro. Fidel y Raúl seguramente se rieron a carcajadas de semejante disparate.

¿Y el puertorriqueño qué se hizo? Desaparecido como el meteorito. ¿Y las relaciones Cuba-Estados Unidos? Esas avanzan.

El régimen cubano para sobrevivir va más adelante en su visión de las relaciones internacionales post-Venezuela y ahora post-Brasil, no de buques post-Panamax a través de un imaginario canal interoceánico. ¡Qué rabia la de algunos que fueron engañados aquí por la razón de estado de Cuba! ¡Se los tiraron! Un año de negociaciones en silencio con el imperio y no le dijeron nada a sus aliados nicaragüenses hasta que lo supieron por los medios de comunicación cuando ya estaba todo consumado.

Los cubanos van ganando en este juego geopolítico y lo merecen porque lo han trabajado bien. Soy testigo de su política de relaciones internacionales de los años ochenta y noventa del siglo pasado. Mis respetos en lo que a la conducción de esas relaciones se refiere. Las he conocido y han sido coherentes aún en el período especial después de la URSS. Claro que hay represión interna para mantener el régimen, igual que aquí.

¿Y Venezuela? El régimen de allá se ha quedado en el trasero de la historia. ¡El imperialismo, la oligarquía, la guerra económica, la guerra mediática, la derecha! ¿Y no es que la mayoría de los electores en ese país quieren el cambio? ¿No son acaso el pueblo? ¿O el pueblo es solo lo que dicen los que no quieren dejar el poder, el dinero y los privilegios? Aquí el poder se porta dócil frente a los temas estratégicos de interés de los Estados Unidos —narcotráfico, emigración ilegal, lavado de dinero, terrorismo libre comercio y demás—.

Dócil en este contexto es el equivalente a siervo del imperio aunque se aparente lo contrario y según quien gane la presidencia en los Estados Unidos, en las próximas elecciones y más adelante, el poder se seguirá acomodando hasta que muera de viejo. ¿No hace acaso lo imposible para representar salud y vitalidad? Eso mismo hicieron los Marcos en las Filipinas y los Ceauçescu en Rumania y ya conocemos esa historia. A uno le costaba terminar una frase y la otra era redundante y cursi como las arbolatas de Managua, pero no dejaron el poder por las buenas; y no hay nada que haga el poder de bueno que justifique esa enfermedad.

El autor es doctor en Derecho.

Opinión Humberto Carrión Opinion archivo
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