El plan de gobierno que Daniel Ortega ofrecerá en la campaña electoral de este año, seguramente será proclamado en el congreso del FSLN del 4 de junio entrante. Pero no porque ese congreso tenga capacidad para elaborar y aprobar la plataforma de gobierno de Ortega, sino porque es el escenario indicado para que este la dé a conocer.
La vida interna y la toma de decisiones de alto nivel en el Frente Sandinista son secretos, se manejan como temas conspirativos. El FSLN se denomina oficialmente como partido político, pero en realidad es una estructura burocrática, vertical, de disciplina militar. Para asistir al congreso sandinista —que nadie sabe cómo se integra—, es escogida una determinada cantidad de militantes y simpatizantes, pero no para que discutan, aporten, propongan, disientan y aprueben de manera democrática, como en todo partido político, sino para que aplaudan y acaten lo que de previo ha dispuesto el caudillo.
Ni siquiera se sabe quiénes integran el directorio, dirección nacional, comisión ejecutiva o como se llame —si es que existe— el órgano directivo del FSLN. Esto debería ser del conocimiento social porque los partidos políticos son entidades de derecho público y, sobre todo en este caso, porque se trata del partido gobernante que decide el destino del país y dispone sobre vida y hacienda de todos los nicaragüenses. Pero de eso no se conoce nada.
Se podría suponer que la alta dirigencia nacional del FSLN está integrada por las personas que fueron vistas al lado de Daniel Ortega y su esposa, en la mesa principal de la Asamblea Sandinista del pasado viernes 20 de mayo. Ellas eran: Gustavo Porras, René Núñez, Gladys Báez, Doris Tijerino, Bayardo Arce, Alba Palacios y Álvaro Baltodano. Pero no se puede estar seguro de eso. Algunas o todas esas personas pudieron haber sido puestas en esos lugares, no por los cargos que ocupan en el FSLN sino por el simple gusto de Ortega y la señora Murillo.
El investigador español de la Universidad de Salamanca, Salvador Martí I Puig, escribe con criterio académico en un ensayo titulado La mutación del FSLN, que este, por su formato “se asemeja a la política premoderna anterior a la primera ola de modernización organizativa que sufrieron los partidos durante el primer tercio del siglo XX”. Y observa que el Frente Sandinista “se ha convertido en una formación asentada en una sociedad polarizada, pobre e informalizada; en la que cada vez pesa más la personalización y menos los discursos ideológicos; y donde los giros tácticos y cortoplacistas pueden dar réditos inmediatos.”
Eso, o algo peor, es el “partido político” que gobierna, o mejor dicho desgobierna, a más de seis millones de nicaragüenses, con el respaldo —según las encuestas— de alrededor del 60 por ciento de ellos y la indiferencia de casi todo el restante 40 por ciento.
¿Será que, como advirtiera el poeta Salomón de la Selva, los nicaragüenses hemos sido convertidos en una nación de “borregos de desfile”?