El precandidato presidencial republicano, Donald Trump, ha llegado a la primera meta de la carrera por la presidencia de Estados Unidos (EE. UU.). Trump ya tiene asegurados los 1,237 delegados necesarios para ser nominado en la convención republicana, que se reunirá en la ciudad de Cleveland entre el 18 y el 21 de julio próximo.
En su recorrido triunfal hacia la candidatura republicana Trump dejó en el camino a 11 rivales, 5 de los cuales se retiraron desde antes de que la competencia comenzara oficialmente. Entre los que quedaron a orillas del camino, habían personalidades políticas de gran prestigio y capacidad para ejercer el primer cargo gubernamental de los EE.UU. y el de mayor poder en el mundo; entre ellos Jeb Bush, Ted Cruz y Marco Rubio, para mencionar solo a los afines a la población estadounidense de origen hispánico.
Aunque a Trump le faltaría derrotar al candidato demócrata en la elección presidencial del próximo noviembre (probablemente Hillary Clinton), la posibilidad de que sea el próximo presidente de EE. UU. ha hecho sonar las alarmas en el interior de ese país y en todo el mundo.
En EE.UU., porque a Trump se le reconoce —y él mismo ha hecho mucho para proyectar esa imagen—, como racista, intolerante, machista, mentiroso, simpatizante de líderes autoritarios, ignorante en política y populista radical de derecha. Y en el ámbito internacional, por su proclamado objetivo de recuperar la supremacía mundial absoluta de EE. UU., su rechazo la libertad de comercio, la imprevisibilidad en el manejo de la política exterior, etc.
El discurso de Trump sobre política internacional ha sido calificado por la exsecretaria de Estado y exembajadora de EE. UU. en la ONU, Madeleine Albright, como “simplista, lleno de eslóganes, contradicciones y errores”. Y muchas personas en el mundo dicen que les horroriza saber que alguien tan irascible e intolerante como Donald Trump, podría tener la posibilidad de apretar el botón que haga estallar las armas nucleares.
Sin embargo, para llegar a eso Trump tiene que ganar la elección presidencial, lo que no es seguro. Además, no es cierto que podría ejecutar todo lo que dice, pues para ser presidente de los EE. UU. tendría que hacer muchos compromisos y moderar sus planteamientos. De hecho Trump ya está haciendo compromisos con el Comité Republicano y ha relevado de su cargo a Rick Wiley, el audaz estratega de la campaña de choque que le facilitó arrollar a sus oponentes en la carrera de las primarias y conseguir los delegados necesarios para la nominación.
Algunos comparan a Trump con Hitler y Mussolini. Pero en Alemania e Italia las instituciones democráticas se habían derrumbado cuando Hitler y Mussolini tomaron el poder, mientras que en EE. UU. son sólidas y están arraigadas. En política todo es posible, pero cuesta creer que el sistema democrático estadounidense, asentado en el control y balance de poderes y una opinión pública vibrante, podría ser socavado fácilmente por un líder populista irresponsable, de derecha o de izquierda.