Amor parecido al de Dios, solamente el de una madre. Es una frase frecuente en nuestras reuniones familiares, actos escolares o cualquier otro homenaje a estas valientes y tiernas mujeres, quienes se entregan y se comprometen para ofrecer lo mejor a sus hijos. En verdad ese amor es puro y desinteresado, un amor que todo lo espera, lo sufre y lo aguanta, porque el hijo siendo bueno o ingrato, siempre la madre le ama inigualablemente.
Nuestro Padre Celestial usa diferentes medios para expresar su amor a la humanidad. El más grande y maravilloso acto de amor fue dar a su Hijo Unigénito para nuestra salvación. El amor de Dios no escatimó nada para salvar a un mundo caído por el pecado. Por tanto, una madre, mujer luchadora, capaz de sacrificar todo por el bienestar de sus hijos es el reflejo más cercano del amor que tiene Dios por cada uno de nosotros.
En la parábola del Hijo Pródigo, Jesús nos enseña el infinito amor que tiene el Padre de su hijo, este abandona su hogar para marcharse y disfrutar de los placeres del mundo, y al fracasar, queda solo y sin dinero. No tiene otra opción que volver a casa, y cuando lo celestial por sus hijos, la narración muestra a Dios como un papá que enfrenta la rebeldía, no encuentra reproches ni castigo, sino a un padre ansioso por ver a su hijo, desbordado en felicidad por tenerlo de regreso. El gozo es tan grande que el padre le cambia la ropa, le coloca un anillo y prepara un banquete en honor a su retorno.
La parábola del Hijo Pródigo nos muestra la infinita misericordia y amor que tiene nuestro Padre Celestial por cada uno de nosotros, pero esa misma entrega y disposición de amor también se ve reflejada en nuestras madres; ellas llevan impreso en sus corazones el amor de Dios para sus hijos. Las madres son la creación en la que Dios ha confiado la vida de todos los seres humanos, fueron las elegidas para traernos al mundo, para cuidarnos y protegernos.
Las mujeres tienen el privilegio de haber sido escogidas para traer vida al mundo, ellas no solo aman como Dios ama, sino que también nos enseñan a amar como Él ama. Las madres nos demuestran que el amor no es solo un sentimiento que despierta simpatía por la persona amada, sino que es la constancia, entrega, paciencia, estima y perseverancia de aquella persona que ha decidido amar a pesar de los defectos y debilidades del otro. Una madre confirma que el verdadero amor es sacrificial.
La madre consigue fuerzas en medio de la debilidad para acompañarnos en cada momento de nuestra vida. Nuestros amigos pueden fallarnos, pero, ella jamás lo haría. Porque la maternidad es un llamamiento sagrado determinado por Dios, y la mujer que asume con gozo y valentía este privilegio, sus hijos la llamarán bienaventurada y su esposo la alabará, Proverbios 31:28.
Madres, confíen en la promesa de Dios. Él está con ustedes, clamen y busquen la guía de su Santo Espíritu para recibir inspiración de lo alto. Hijos: sean agradecidos con su madre, sean obedientes, demuéstrenle su amor todos los días de su vida, porque así lo manda nuestro Dios en su cuarto mandamiento: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar”. Éxodo 20: 12.
El autor es Presidente Asociación Cristiana Jesús está Vivo