La historia es fascinante; permite comparar y poner las cosas en perspectiva. La semana pasada contrasté la independencia de muchos liberales bajo Somoza, con la callada sumisión de los diputados frentistas bajo Ortega. Ahora quiero comparar algunas características del segundo miembro de la dinastía Somoza, Luis, con algunas de Daniel.
Durante su período (1957-1963), Luis fue magnánimo con sus enemigos armados. La última palabra merece subrayarse, porque no es lo mismo mostrar clemencia con quienes han enfrentado un gobierno en los parlamentos, la prensa o la calle, que con quienes lo han hecho con armas de guerra. Luis Somoza afrontó numerosas rebeliones: Olama y los Mollejones, más el asalto a los cuarteles de Jinotepe y Diriamba, de parte de los conservadores; El Chaparral, las insurgencias de Ramón Raudales y Julio Alonso, etc. de parte de la izquierda.
En todos estos casos respondió con amnistías amplias: 1957, 1960 y 1962. Quienes habían buscado derrocarlo por las armas —entre ellos Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y Carlos Fonseca Amador—, causando muertos en el ejército y sufriendo sus propias bajas, estuvieron presos solo algunos meses.
Con Daniel en el poder, en el período revolucionario (1979-1990), lejos de conceder amnistía a los millares de humildes soldados que integraban el ejército de Somoza, su gobierno los condenó en juicios sumarios y masivos y los retuvo en prisión, en condiciones infamantes, hasta 1989, en que, por fuertes presiones internacionales, tuvo que decretar su única amnistía presidencial.
Luis concedió total autonomía a la Universidad Nacional en 1958. Ante el borrador de ley redactado por el opositor Mariano Fiallos Gil, proponiendo que el presidente de la República elegiría al rector dentro de una terna, Luis prefirió que lo nombrase con toda independencia la propia universidad. Así quedó Fiallos Gil presidiendo una universidad verdaderamente independiente, donde se criticaba virulentamente al gobierno con plena libertad.
Con Daniel como gobernante, en el período revolucionario (1979-1990), la universidad perdió toda su autonomía, recuperándola con el triunfo de doña Violeta Chamorro y manteniéndola hasta que, en 2007, Ortega volvió al poder y se las arregló para convertir a la universidad nacional en una institución sometida, sin crítica, donde los profesores independientes son fácilmente despedidos.
Luis apoyó la independencia del poder judicial; integró la Corte con los juristas más distinguidos y respetados de entonces, y los hizo constitucionalmente vitalicios. Daniel ha buscado la sumisión total del poder judicial; integró la Corte con magistrados fieles a su partido, y tiene su continuidad sujeta al voto de sus sumisos diputados. Luis reformó la Constitución para prohibir la reelección sucesiva y la elección de parientes del presidente. Daniel la reformó para permitir su reelección indefinida.
Luis dialogaba con todo el mundo, incluyendo sus adversarios universitarios, como el famoso conversatorio en Radio Mundial, donde Danilo Aguirre le advirtió que cometía delito de injuria por llamarle comunista, a lo que Luis contestó: “¡Qué lindo! ¿Y a mí no me llamaste ladrón?” Daniel es el gobernante distante, que ocasionalmente monologa, con un auditorio controlado, desde una tribuna lejana.
Luis contaba en sus fuerzas blindadas con los cuatro tanques donados por Israel a su padre. Las de Daniel tienen los más de cien, comprados a la Unión Soviética en los ochenta y desembolsará 80 millones de dólares para adquirir cincuenta más. Luis se movía sin escoltas, Daniel lo hace con centenares de policías y camisas azules.
Pueden hacerse más comparaciones. Baste por el momento observar que Luis Somoza y Daniel Ortega han sido personajes muy, muy distintos.
El autor fue ministro de Educación en el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro.
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