La oposición democrática tiene el compromiso y la obligación de hacer todo lo contrario de lo malo que hace el régimen orteguista.
Cuando se convierta en nuevo Gobierno, la oposición debe restablecer la independencia de los poderes del Estado; garantizar la administración honesta de la justicia; permitir que los organismos de control cumplan su función; luchar contra la corrupción en vez de practicarla y fomentarla, como hace el actual.
Además, tiene que comprometerse a que cumplirá la Ley de Acceso a la Información Pública y transparentará el funcionamiento del Estado; que garantizará que las elecciones sean justas y limpias; promoverá la alianza y la cooperación del sector público con la empresa privada sin extorsiones, complicidades y compromisos políticos; respetará la integridad moral y la independencia política de los empleados públicos; realizará los programas sociales y dispensará los servicios públicos sin discriminaciones ni privilegios para nadie. Etcétera.
Pero no solo en los grandes temas de las políticas de gobierno y de Estado la oposición debe comprometerse a hacer correctamente lo que el régimen actual hace mal. También en las cosas pequeñas, pues quien no actúa bien en lo menudo tampoco lo hace en lo grande. Además, para recuperar la credibilidad y motivar a los ciudadanos a votar y elegir bien, la oposición tiene que demostrar desde ahora que de verdad está dispuesta a limpiar el Gobierno y el Estado de la mugre que ahora los infesta. Como decía Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, hacer eso sería una verdadera revolución.
Decimos todo lo anterior a propósito de la información publicada por LA PRENSA la semana pasada, de que el candidato presidencial de la oposición aprovechó la inauguración de una obra pública en un municipio del norte del país, para hacer proselitismo político y campaña electoral.
La explicación que se dio fue que se trataba de una obra municipal de pequeña monta, que el candidato andaba en gira por la región y fue invitado por el alcalde que pertenece al mismo partido opositor, y que, además, eso es muchísimo menos que lo que hace el actual partido de gobierno. Pero la oposición tiene que actuar de manera diferente al orteguismo. Aunque la obra pública fuese pequeña y el gobierno actual acostumbre manipular políticamente los programas gubernamentales y municipales, la oposición no debe hacer lo mismo.
Todas las obras públicas, grandes, medianas y pequeñas, se construyen con fondos que aporta y paga la totalidad de los ciudadanos, no solo los partidarios del Gobierno o de la oposición. Y por lo tanto no deben ser aprovechadas para campañas políticas de nadie.
En Nicaragua se necesita imperiosamente una regeneración de la política partidista y gubernamental y la oposición debe demostrar que quiere y tiene voluntad de hacerla. De otra manera, ¿qué sentido tendría ir a votar y hacerlo por la oposición?
