No se dispone de información suficiente para realizar un estimado de los beneficios que conllevaría la disposición de crear empleos para los adultos mayores, pero sospecho que serían muy significativos, por cuanto se mejoraría el nivel de vida de las familias y la salud mental de los adultos mayores, se reducirían en las empresas los costos de producción, la productividad y la competitividad, entre otras razones, por la falta de conocimientos de calidad de los empleados más jóvenes. Actualmente se desperdicia el potencial de conocimientos y experiencia acumulados por los adultos mayores hasta el momento de su jubilación, pues resulta paradójico que cuando el individuo se acerca al pináculo de su madurez intelectual y experiencia práctica, mediante la jubilación y de manera abrupta, se corte su participación y se interrumpa su valiosísimo aporte al desarrollo de su país.
Por lo general, el monto de la jubilación, en adultos de la clase media para abajo, no es suficiente para enfrentar los costos de la vida, pero con un trabajo, aunque sea de medio tiempo, se podrían resolver las insuficiencias económicas que, normalmente, padecen nuestros mayores. Mediante un acuerdo de consenso entre la empresa privada, los sindicatos y el Ministerio del Trabajo debería crearse una ley que cree y regularice el trabajo para el adulto mayor después de su fecha de jubilación hasta la edad, por ejemplo, de 75 años. No cabe duda que en el rango de edad antes señalado habrá muchas personas que, por padecimientos severos o enfermedades crónicas, ya están inhabilitadas para ejercer tareas productivas, no obstante, de lo que se trata aquí es de permitir la participación de aquellas personas que gozan de salud comprobada y que un trabajo los haría más productivos, más felices y más longevos.
Se debería crear un banco de información con las hojas de vida de los candidatos, donde se muestren las calificaciones y experiencia de los adultos mayores de entre 60 y 75 años, que estén interesados en trabajar en oficinas, desde su casa, o una mezcla de ambas. Clasificar por tipo de servicios la experiencia y nivel académico de los adultos mayores. Muchos de ellos podrían participar en las diferentes empresas privadas y oficinas de gobierno, en tareas que van desde actividades contables o administrativas hasta de consejeros de dirección o consultores independientes, pasando por actividades educativas y de entrenamiento, como la implementación de seminarios o adiestramientos prácticos a los empleados de planta.
Para expeditar y enriquecer las relaciones laborales y para beneficio de las partes, podría utilizarse el internet, para investigar e intercambiar información, desde las oficinas a los hogares de los adultos mayores; para ello, previamente o de manera paralela y en su debido momento, se debería proceder en un plan de capacitación de los adultos mayores en técnicas de computación y en el manejo de programas que incluyan el uso del internet, el cual, como bien es sabido, mediante el correo electrónico, los buscadores, las páginas web y los programas socializadores, representan un mundo aun no utilizado a plenitud por y para beneficio de las empresas, en sus diferentes actividades comerciales. Todo esto no es nada nuevo, pues no es la primera vez que se vaya a implementar en un país, por el contrario, en muchos países más avanzados y desarrollados que el nuestro, ya se les permite a los mayores, participar con buen suceso, total o parcialmente, en las tareas económicas de la sociedad.
Por ejemplo, el trabajo de los adultos mayores, aunque no se descarta, no sería necesariamente de tiempo completo sino parcial, y, complementariamente el INSS debería modificar su ley orgánica para que los adultos mayores continúen recibiendo normalmente su pensión, con la cual puedan complementar sus ingresos. Si queremos un país más desarrollado, menos pobre y más feliz, dignamente, ayudémosle a pescar a nuestros adultos mayores; en el entendido que lo anterior tendría como consecuencia un mejor desempeño de las empresas nacionales y un mejor nivel de vida, sobre todo, de las familias nicaragüenses menos favorecidas de este país.
EL AUTOR ES INGENIERO CIVIL