Señor General Julio César Avilés Castillo, comandante en jefe del Ejército de Nicaragua.
Me dirijo a usted, como máxima autoridad de las fuerzas armadas del país, a fin de solicitarle, con todo el respeto que merece su alto cargo, que explique a los nicaragüenses las razones que llevaron a nuestro país a comprarle a Rusia cincuenta tanques de guerra T-72B1, a un costo de 80 millones de dólares.
Han pasado más de dos meses después de anunciada la noticia, y los nicaragüenses seguimos sin que nadie nos explique los fundamentos, técnicos, estratégicos y de seguridad, que debieron motivar esta costosa adquisición.
El presidente de la República prohibió a sus funcionarios opinar o informar al respecto, quizás por temor que personas no calificadas para hacerlo dieran las razones equivocadas. Más usted, en virtud de su cargo y rango militar, es el mejor calificado para brindar las explicaciones necesarias. Seguramente, cuando solicitó del ejecutivo apoyo para esta transacción tan cara, utilizó argumentos muy convincentes. El pueblo tiene derecho a conocerlos y las autoridades el deber de informarle, ya que en él reside la soberanía y a él se deben los servidores públicos.
Nosotros, los ciudadanos, que con nuestros impuestos y trabajos sostenemos la burocracia estatal y todas sus ramas, incluyendo la militar, tenemos derecho a que se nos informe en qué se gastan nuestras aportaciones. En una sociedad abierta y dialogal, es asimismo natural que se ventilen las decisiones públicas y se practique la más amplia transparencia. Hacerlo demuestra que se respeta y considera a la ciudadanía y que las autoridades confían en su profesionalismo.
Entendemos que, por la naturaleza militar de su institución, puede haber ciertos gastos y aspectos técnicos que ameriten la confidencialidad. Pero el caso de los tanques ha sido una compra públicamente reconocida, donde se reveló el número, modelo y costo, de las unidades adquiridas. Lo que queremos saber es si semejante erogación, en un país tan pobre como el nuestro, tiene justificación desde el punto de vista de la defensa y seguridad del país. Porque la verdad es que, quizás por nuestra ignorancia, nos asaltan muchas dudas al respecto.
No percibimos amenazas militares de parte de Honduras o Costa Rica, nuestros únicos países fronterizos. Tampoco creemos que tanques de guerra terrestres sean de utilidad en caso de tensiones con Colombia, quien disputa nuestro mar territorial. Si es para proteger un hipotético canal, ¿no sería más razonable esperar a que este fuera un hecho cierto? Por otro lado, sabemos que el ejército conserva aproximadamente un centenar de tanques comprados a la Unión Soviética en los años ochenta. ¿Están inservibles? ¿Han dejado de producirse sus repuestos? La pregunta es pertinente, pues es también sabido que la dictadura somocista, en las batallas de 1979, usó cuatro tanques Sherman, construidos en 1945. Si el grado de obsolescencia de los equipos blindados ameritaba la adquisición de unidades nuevas, ¿por qué, ahora que estamos en paz y con las finanzas muy ajustadas, se decidió por cincuenta y no por un monto menor? ¿Los 80 millones de dólares son pago en efectivo o préstamo a largo plazo?
Son, General, preguntas legítimas y razonables, que usted mejor que nadie podría contestar. Su aclaración será bienvenida. Guardar silencio ante el tema solo alimentará versiones o sospechas que ponen en tela de juicio la ética de las más altas autoridades, y que podrían ser tan injustas como dañinas; tanto para su institución, como para la credibilidad de los gobernantes. Está en sus manos despejar las dudas y prestigiar la institución que preside.
El autor fue ministro de Educación en el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro.
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