Estos son tiempos oscuros para las iniciativas integracionistas del mundo, el reciente voto del pueblo británico para que su país salga de la Unión Europea, el bloque de naciones más integrado y avanzado del planeta, es solo el punto más visible de esta situación. Sin embargo, los movimientos nacionalistas vienen tomando fuerza y bloqueando iniciativas de cooperación desde hace años.
Si la situación es mala en Europa, ¿qué se puede decir de la integración centroamericana?
Ayer concluyó en la paradisíaca isla hondureña de Roatán la cumbre número 47 de presidentes del Sistema de Integración Centroamericano (Sica). Allí Nicaragua recibió la presidencia pro tempore del organismo, pero el presidente inconstitucional de Nicaragua, Daniel Ortega, ni siquiera asistió. Tampoco lo hizo el presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís.
La ausencia de Ortega, y el haber enviado a representarlo a un funcionario que ni siquiera tiene rango de ministro de Relaciones Exteriores es un claro desaire al Sistema de Integración, aunque en realidad, Ortega nunca ha visto con simpatía el Sistema Centroamericano. Su prioridad, en estos nueve años de gobierno ha sido la iniciativa Alba que impulsaba su padrino, el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, iniciativa que hoy se cae a pedazos.
Pero si bien es reprochable que Ortega no dé la importancia que debería tener la integración regional, tampoco se puede decir que la iniciativa tenga vida propia. Los presidentes se han reunido en 47 ocasiones y aunque esta vez los mandatarios de Guatemala, Honduras, El Salvador, Panamá, Belice y República Dominicana sí asistieron, la reunión no tuvo contenido y no pasó de ser una oportunidad para tomarse fotos.
Y no es que no haya temas de interés vital para el desarrollo regional, como por ejemplo, la Unión Aduanera Centroamericana, que agilizaría el comercio entre los países y que es condición importante para sacar provecho al Acuerdo de Asociación con la Unión Europea, pero los centroamericanos simplemente no tienen la voluntad política para hacerlo realidad.
Muy al contrario, en lugar de avances en esos temas concretos, lo único que se logró esta vez fue la firma de una declaración que llama a seguirse reuniendo, algo que parece salido de una novela de Borges pero es la realidad.
Ahora, que la integración no avance y haya sido hasta ahora una pérdida de recursos y tiempo no significa que el concepto no funcione. Los países pequeños como los centroamericanos solo pueden tener cierta relevancia integrándose y uniéndose, sobre todo en un mundo donde frente a los poderes tradicionales se levantan gigantes como China, India e incluso el hoy maltrecho Brasil.
Así que la integración no debe ser imposible, no puede ser imposible, sino que hay que verla como lo que es, uno de los pilares del desarrollo regional.
La respuesta de los centroamericanos no debe ser darle la espalda, como hasta ahora ha hecho Ortega, sino al contrario, los presidentes y los Estados de la región deben tomar la integración con seriedad e impulsarla de manera concreta. Para tomarse fotos sobra tiempo.
