LOYOLA
¿Cómo describir belleza?
¡Pregúntale a un poeta!
En cuanto a la joven Loyola,
su rostro y su figura;
Tan tersos y tan hermosos…
Ningún bardo podría
rendirle justicia en sus letras.
Solo sé de aquel romance,
las notas del primer baile,
refugios de las memorias,
su prematura partida.
Y en el muchacho esa pena
se tornó melancolía.
Una de tantas noches,
en la misma oscura taberna
creyó ver pasar un espectro:
Aquella divina muchacha.
Su grito doliente… “Loyola”,
escapó de lo profundo,
al instante en que él,
por causas de amor, moría.
GRANADA
Ahí, donde saltan detalles
de Morales y Picasso,
de grabados de antaño
y color de carnaval,
voy siguiendo con la vista,
una imagen superpuesta
de los gustos y los tiempos.
Ahí, está amalgamado
el retrato de influencias.
Captado por las cámaras,
descrito por los poetas;
por el arte y la conciencia.
Ahí van los ciclistas
persiguiendo otra era
que arrastra a paso lento
–Tirada por rocines–
una carga humana
de amores y pesares.
Todo buscando va
inherente perspectiva;
un paraje preferente
que no podría escapar
la realidad de su historia.
¡Granada, yo te percibo!
Y donde quiera que escondas
tu singular atractivo,
yo te sigo encontrando
en el alma de tus hijas,
en tu rostro… en tu figura.
ROMA
Eterna, grande, culta,
resoluta, embellecida.
Fortuna de mi memoria:
Tu abundante historia,
milenaria arquitectura,
cuna de mis doctrinas,
lecho de mis amores.
De noche me amamantabas
con furia de loba legendaria.
Es tu fuerza mitológica,
mágica, poética, real.
Tu orgullo es púrpura.
Tu cruz y corona, de oro.
Es tu cuerpo de mujer, Roma.
Tus curvas, tus colinas,
promontorios, las aguas de tu Tíber.
Eres la metamorfosis de Dafne
y tus hojas me transforman
en poeta victorioso.
Verde que corona mi testa
y te acopla con el campo.
Oh esmeralda forestal,
oh topacios azules alagados,
oh cristalinos caprichos de mar,
oh capital convertida en mi amante.