¿Cuál es el modelo de desarrollo de Nicaragua? ¿Sobre qué bases se construye? Si existe respuesta a esas dos preguntas, la siguiente sería, después de diez años de gobierno de Daniel Ortega, ¿cuánto ha avanzado este modelo?
La naturaleza dictatorial de Ortega le ha garantizado que para las elecciones generales de noviembre no solo ganará, sino que no tendrá oposición, lo que para todos los efectos hace de las elecciones un ejercicio inútil, pero si Ortega se ha garantizado por todos los medios cinco años más de gobierno, ¿cuál es su plan para el país?
Su gobierno no tiene políticas claras para el desarrollo del país. Es cierto que por lo menos hasta el día de hoy ha dejado que los empresarios —en la mayoría de los sectores— trabajen sin que les imponga grandes obstáculos, pero permitir a los empresarios hacer negocio no puede ser un modelo de desarrollo económico. Aparte de eso, ¿cuál es el plan de Ortega?
Ha ofrecido proyectos faraónicos que no quedan en nada, pero aun estos, si se hubieran realizado, no están conectados a un plan o política nacional de desarrollo.
Y para no hablar de la institucionalidad, donde el retroceso es evidente, el área social, supuestamente el fuerte de un gobierno “cristiano, socialista y solidario” tampoco tiene brújula.
El área de educación no puede ser más errática, prácticamente cada año hay un nuevo plan que no se cumple, como el gran fracaso de La Batalla por el Sexto Grado, en 2011.
En lo que se refiere a la educación técnica, considerada uno de los pilares del desarrollo, los mismos informes de organismos expertos en la materia expresan preocupación, porque la calidad viene a la baja. Y quedó claro, mediante una encuesta presentada esta semana, que la reducción de la pobreza tendría resultados marginales si no fuera por las remesas que envían los miles de nicaragüenses que han votado con los pies y han buscado la vida en otra parte.
Tampoco se conoce un plan nacional de salud, mucho menos si existe algún objetivo que no sea que cada año se realicen labores de fumigación contra el mosquito Aedes aegypti.
Si se examina la política exterior, la cancillería ha sido relegada a un papel de tercer nivel y el desprecio de Ortega por las relaciones internacionales queda claro cuando ha nombrado embajadoras a las viudas de los diplomáticos que fallecen en sus cargos sin que estas damas tengan ninguna experiencia en la materia.
La falta de visión de país que tiene Ortega, e incluso la falta de conexión que existe entre sus erráticas propuestas, quedó patente cuando en julio del año pasado lo visitó el entonces presidente de Taiwán, Ma Ying-Jeou. En aquella ocasión Ortega le propuso que Taiwán financiara un puerto en Monkey Point, cuando siete meses antes había “inaugurado las obras” del supuesto Canal Interoceánico, que contemplan un puerto a escasos kilómetros de ese lugar.
Ortega no dirige al país. Ortega mangonea, impone caprichos, concentra poder por el poder mismo, pero no es eso lo que se debe esperar de un presidente, mucho menos de un Gobierno que ya se ha garantizado permanecer 15 años en el poder.
Hay países que han pasado de la pobreza a la riqueza en 25 o 30 años. Nicaragua en 2021 tendrá 15 años sin rumbo en materia de desarrollo.
El país no es un centro comercial que se mide por lo bien o mal que le va a sus negocios, ni el poder político se justifica por la ostentación del poder mismo. El país necesita un rumbo, Ortega no lo ofrece; al contrario, ofrece intimidación y represalias.
El tiempo perdido los santos lo lloran, dice un refrán, y este país ha asegurado tres lustros en los que la mayoría de sus ciudadanos simplemente habrá vegetado.