La lucha cívica por recuperar el derecho de los nicaragüenses a votar en elecciones incluyentes y transparentes, el cual ha sido eliminado por la dictadura de Daniel Ortega, continuó en esta semana con dos hechos importantes que es necesario destacar.
El primero fue la protesta organizada por el movimiento Ciudadanos por la Libertad y la Coalición Nacional por la Democracia, de piquetes de ciudadanos que se movilizaron el miércoles pasado, al caer la noche, en distintos puntos del país (y se movilizarán en lo sucesivo), portando velas encendidas en sus manos. El mensaje que se quiere transmitir con esta singular forma de protesta, dijeron sus organizadores, es que hay que sacar al país de la oscuridad de la dictadura de Daniel Ortega.
El otro hecho generado esta semana en el sector democrático, ha sido el segundo manifiesto de los 27 ciudadanos que, en memoria de un episodio histórico similar acaecido en 1974, han unido sus voces para pronunciarse en demanda de elecciones verdaderas, competitivas y transparentes; y para advertir que negarle a los ciudadanos su derecho a elegir libremente, en comicios abiertos, pluralistas y competitivos, crea un clima de crispación política que genera inestabilidad y puede conducir a una situación de violencia que dañe a toda la nación.
Tiene mucho mérito que haya personas, aunque todavía sean pocas, que tengan la voluntad de encender y mantener encendidas esas luces por la democracia, en medio de la tiniebla de la nueva dictadura que pretende perpetuarse en el poder. Y tan importante como la luz de las velas encendidas por los ciudadanos comprometidos en la lucha callejera por elecciones libres y limpias, es la que emana del pensamiento y la palabra de los intelectuales, también democráticos, que claman por el respeto al derecho de votar en una elección competitiva, y demuestran la necesidad de un sistema político fundado en el Estado de derecho, en una sólida institucionalidad democrática y en la alternabilidad en el ejercicio del poder político.
Lo lamentable es que sean muy pocos, todavía, los ciudadanos que se atreven a respaldar explícitamente esas demandas cívicas que son del interés de toda la nación. Tan pocos que no solo son escarnecidos por la dictadura y sus cómplices, sino también por personas opositoras de escasa conciencia política que suelen opinar en los pocos medios de comunicación abiertos a la libertad de expresión.
Siempre ha sido así, en Nicaragua y en todo el mundo. Al principio son muy pocos los que se atreven a desafiar a las dictaduras y reclamar abiertamente que sus derechos sean respetados. Pero inevitablemente llega el momento cuando los pocos se vuelven muchos y las pequeñas luces que ellos encendieron y mantuvieron encendidas a pesar de todas las adversidades, se convierten en llamaradas.
Así ocurrió antes en Nicaragua, en el siglo pasado, cuando las dictaduras somocista y sandinista. Y eso mismo volverá a ocurrir ahora, cuando la mayoría de los nicaragüenses alcance a comprender que la libertad y los derechos políticos son bienes jurídicos tan importantes, e inclusive más, que las necesidades económicas primarias.
Esto no es una profecía, es la enseñanza de la historia.