Don Quixotte mostró su rostro desde la ventana de los siglos en la forma de una suite. Esa fue la sensación recibida al ser tocado por los integrantes de la Orquesta Sinfónica Rubén Darío, durante el concierto de música clásica, en el Salón de los Cristales del Teatro Nacional Rubén Darío.
La principal mirada fue para el solista Hernando José Cobo en su calidad de catedrático y ejecutante de obras compuestas para la flauta con énfasis en la flauta dulce.
La identificación se produjo con motivo de la presentación de los fragmentos de la suite “Don Quixotte”, original de Philipp Talemann (1681—1727).
No puede negarse dentro de su asombrosa fecundidad el estilo de este, siempre correctivo, y la afinidad con qué trató a la diversidad de instrumentos con cupo adecuado para el repertorio favorecido por la pulcritud de la cadencia..
En el caso del concierto señalado, las flores tonales fueron para la flauta. Más constructivo estuvo el acto cuando el intérprete resultó ser un maestro preocupado por la perfección del autor de la suite, figura espléndida que anduvo del brazo de Haendel, de Bach, contemporáneos de una época gloriosa.
Es justo reconocer no solo los momentos vividos en el acto de la ejecución sino en los invertidos por su devoción para mostrar las intimidades de su enamorada, la flauta dulce poniéndola en la pureza de los labios de los niños, de la adolescencia ansiosa.
Hernando se insertó en el proyecto “Flautas dulces, vientos del mañana”, razón por la cual se concentró en las primaveras por venir, en laboratorios gratuitos donde ofrece los efectos prácticos de su cultura, ondas que ponen abrigo en la piel de las nuevas generaciones para los cuales siempre será un símbolo la perfección soñada por Talemann.