La madrugada de mañana (3:00), el chinandegano Keyvin Lara enfrentará al campeón de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB), el japonés Kazuto Ioka en Osaka, Japón. El púgil nicaragüense pregona una fe inmensa, de aquellas que son capaces calmar una tempestad en medio del océano y una preparación lo suficientemente buena para actuar como un robot con baterías infinitas.
Esos han sido dos factores fundamentales para crear la ilusión en la mente del boxeador y todo su equipo de trabajo, sin embargo ¿será posible que Lara pueda tambalear la corona del monarca en su tierra, ante los aplausos de una nación expectante?
Keyvin Lara es un muchacho de 21 años, que se dedicó al boxeo cuando su cabeza dura soportaba castigo sobre el ring, pero no los ejercicios de matemáticas, por eso decidió salirse tras repetir en tres ocasiones primer año. En sus 18 victorias, tiene tres que merecen resaltarlas: el triunfo por decisión ante Crístofer González en el 2013, la complicada pelea contra Yáder Cardoza en el 2014, que finalizó como decisión mayoritaria y la sorpresa brindada en Panamá frente al venezolano Iwier Henríquez, siendo el lugar donde dio el salto de importancia y se adueñó del cetro latino del CMB.
Pero, mañana por la noche en Japón tendrá frente a sus ojos un oponente con una calidad superior a todos los rivales que ha enfrentado Lara a lo largo de su carrera. Y por más que se avoque a la fe “como la certeza de lo que se espera, la convicción que no se ve”, sucede porque no tiene otros argumentos que soporten su victoria, en las consideraciones un triunfo de Lara es tan remoto como que un mortal camine sobre el agua, eso es para divinidades, y el boxeo del chinandegano no tiene los adornos necesarios para provocar un susto y oscurecer el sol del oriente.
A Ioka, boxeadores de mejor nivel, como Akira Yaegashi, Juan Carlos Reveco, Oleydong Sithsamerchai, vencedor de Juan Palacios cuando buscaba el título absoluto, y el argentino Roberto Domingo Sosa, han tratado de destronarlo y cayeron sin objeciones. La única derrota en la carrera del japonés se la propinó el tailandés Amnat Ruenroeng, y no con un boxeo delirante en técnica, sino opacado por la suciedad del amarre, los golpes bajos y la cuota de experiencia. Ahí no más, esa es la única vez que Ioka ha bajado la cabeza, y Lara tiene lo suficiente por lo menos para morir peleando, morir de pie, entregando su corazón por una nueva vida.