¿Cómo es que perteneciendo a un país tan bello, nos ha tocado una vida de perros?
Se preguntan a diario incontables conciudadanos que se la ven de a palito para poder sobrevivir. Bueno, como ya sabemos riqueza hay, el problema sigue siendo la mala repartición de los bienes que son comunes a todos. Recordemos que la desigualdad es el resultado de decisiones convenientes.
Tenemos la dificultad que las personas realmente honestas deciden no intervenir en política por aquello de que la política es el teatro donde la codicia usa la máscara de la moral, pero deben entender que esas decisiones no pueden seguir siendo tomadas por gente ruin y desalmada. Después de todo la política no es más que intervenir en asuntos públicos, con el voto, la opinión o de cualquier otra forma.
La política al igual que la economía, la matemática, o cualquier disciplina carece de sentimientos, y además es una ciencia social, en consecuencia sería una soberana ingratitud querer culparla porque nos quieran imponer, a raja tabla, un modelo de país sacado del mismo sombrero por el que salió el modelo venezolano o la Cuba de Castro. Esa pesadilla ya nos robó varias noches en los ochenta, ¡ya no más!
Sería muy difícil poder encontrar algún ser humano que no se sienta orgulloso por la tierra que lo vio nacer, razón por la cual al igual que con la familia somos parte de esta nación a la que la mayoría veneramos, Nicaragua, y es nuestra, no de unos cuantos, tampoco la finca de nadie.
Somos una sociedad asentada de manera permanente en un ámbito territorial, nuestro país y este posee valores tangibles (agua, oro, bosques, etc.) y no tangibles (libertad, justicia, igualdad, etc.) que estos valores son comunes a todos, lo cual requiere administración por parte de autoridades, las cuales toman decisiones y estas decisiones afectan la vida y el bienestar de todos.
Estamos obligados, a vigilar y exigir que dichas decisiones sean orientadas a la conveniencia o en función de la nación. El poder soberano, elemento indispensable en la formación del Estado reside en el ciudadano, con la potestad para determinar cuál será el tipo de gobierno que quiere y demandar capacidad y honradez a quienes manejan la cosa pública, que nos pertenece a todos.
Recordemos que el Estado fue creado por el hombre, para servir a los ciudadanos, es su razón de ser, no para ser idolatrado y mucho menos venerar a cualquier hijo de mal vecino.
La vida de perros no es por el azar, más bien la culpa está en las malas decisiones que tomamos y por cuyo resultado no podemos hacernos los disimulados. Aquí nadie puede capear el bulto. El propósito de la política no es como dicen los malvados, el dominio de la fuerza sobre la razón, que su fin no es el bienestar de todos sino tener el poder, ser marrulleros. Eso no es cierto.
Las malas mañas de los trinqueteros deben ser superadas, al final los mejores somos mayoría.
Ante la indiferencia y los enredos con los telemóvil cabe preguntarse cuál es el propósito de nuestra vida como parte de esta sociedad, ¿Qué sentido le damos para nosotros y nuestros semejantes? ¿Qué tipo de futuro queremos, uno mejor o uno peor? la vida es breve, tenemos que decidir si somos la presa que nutre al déspota depredador o los constructores de un mejor destino para nosotros, nuestra familia y la sociedad. La libertad no se da sola, se tiene que conquistar.