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Humberto Belli Pereira

¡Qué discurso!

Se observan cosas interesantes en las apariciones de Ortega. Claro que hay que armarse de paciencia para escuchar discursos sin sustancia, intercalados con música coreada por los corderitos de la Juventud Sandinista. Pero, si se aguanta, se ven cosas que revelan aspectos de la naturaleza íntima de nuestra dirigencia.

Una nota descollante en la celebración del 19 de julio fue la seguridad. Ortega no solo ingresó flanqueado por centenares de policías, sino que su faraónica tribuna estuvo separada del público por un corredor vacío de tres o cuatro metros de ancho, bordeado por una larga cerca metálica acordonada por una fila compacta de policías que vigilaban atentamente a la multitud. Junto a ellos había otro cordón nutrido de civiles con camisas blancas que también mantenían al público a distancia. El hombre se cuida. Ni Somoza ni Zelaya ni presidente anterior alguno se ha rodeado de semejante protección.

Otra nota fueron los oradores invitados. Tres marxistas; uno el presidente de El Salvador, otro el deslucido vicepresidente de Cuba, la tiranía más vieja del continente, y Nicolás Maduro, dictador con la economía más desastrosa de América. Ningún representante de ninguna democracia.

La nota más interesante fue el discurso de Ortega. Obviamente ni lo preparó ni lo pensó bien. Una de sus más flagrantes inconsistencias fue cuando admitió que les ha fallado a los retirados del Ejército, al no entregarles las cotizaciones del Seguro Social, por “razones presupuestarias”. Pero, ¿acaso ignora que es de conocimiento público, que está gastando 80 millones de dólares en tanques de guerra cuya necesidad nadie ha querido explicar o que su esposa multiplica por doquier las carísimas y superfluas arbolatas? El colmo es que más tarde, él, quien preside esos derroches en una de las naciones más pobres del mundo, criticó a las naciones ricas por gastar en armamento, en lugar de hacerlo en programas sociales y educación. ¿Habrase visto semejante desfachatez?

Más llamativo aún fue el giro hacia el final de su discurso de 53 minutos: se dedicó a criticar a las potencias mundiales y al club de París por su descuido ecológico; él, que como presidente está permitiendo como nunca antes la depredación de Bosawas. Luego dedicó otros párrafos deshilvanados al terrorismo —lamentando, entre líneas, el derrocamiento de sus tiranos amigos, Hussein y Gadafi— y el calentamiento global.

En ningún momento abordó, como suelen hacer los jefes de Estado, la problemática interna del país ni se preocupó por identificarse con las angustias y esperanzas del pueblo. No habló de cómo aumentar el empleo ni mejorar la productividad del agro ni detener la tala indiscriminada ni de cómo mejorar la educación. Habló, por el contrario, de temas con los que la gente no se conectaba y como evidenciaban los rostros inexpresivos de los chavalos (as) que lo escuchaban detrás del pódium —ellos solo volvían a encenderse con la música que, aparentemente, es lo único que entendían—.

Fue un tipo de oratoria inconcebible en sociedades democráticas. Como hemos podido observar en las convenciones políticas norteamericanas, allí los oradores hilan fino sus discursos, pues tras ellos numerosos comentaristas los escudriñarán con lupa, buscando incoherencias o falacias ante un público atento.

La pobre oratoria de Ortega podría atribuirse a falta de dotes naturales. Mas temo que sea sintomática de algo más grave: del descuido o indiferencia que pueden darse el lujo de exhibir solo quienes consideran al pueblo borrego o quienes no tienen que convencerlo ni darle cuenta de nada, pues su poder no descansa en sus votos, sino en sus poderosos mecanismos de control. Es algo que puede disfrutar Ortega tras sacudirse el yugo de elecciones verdaderas.

El autor fue ministro de Educación en el gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro.
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COMENTARIOS

  1. el carolingio
    Hace 8 años

    Es de suponer la escogencia de ese personal (policias y orejas) para formar parte de esos anillos de seguridad de Ortega

  2. Ricardo Serrano Quant
    Hace 8 años

    No se de que seguro social hable; pero los militares nunca han cotizado al INSS.

  3. Federico
    Hace 8 años

    Estos regímenes solamente se superan con gente verdaderamente nueva – – nuevos muchachos – – que contrarreste a las fuerzas de la juventud dizque sandinista aunque Orteguista. Esto debe combinarse con presión internacional fuerte. Mientras sigan los vejestorios hablando como la oposición de Ortega, y diciendo que son “caras nuevas” Ortega seguirá repitiendo las mismas estupideces bajo el aplauso de sus borregos y borreguitos.

  4. Gustavo
    Hace 8 años

    El útlimo párrafo es el más importante y preocupante, pues el cmdt. es perpetuo.

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