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¿Cómo enfrentamos los desafíos educativos?

La baja cobertura de la educación secundaria, y sus bajas tasas de culminación, tienen tras de sí el hecho de que, para los estudiantes de menores ingresos, a medida que avanzan a lo largo de los años de educación, les va resultando más difícil permanecer en el sistema educativo, culminar la primaria y pasar a la secundaria.

Algunos de los desafíos claves que debe enfrentar el país se encuentran en el ámbito de la educación. Mientras la tasa de matrícula neta ajustada de primaria ha alcanzado alrededor de un 91 por ciento, la tasa de sobrevivencia al último grado de la educación primaria continúa siendo extremadamente baja. Este indicador se acerca más al prevaleciente en el promedio de los países más pobres del planeta, con tendencia a estar por debajo de ellos.

El país muestra también un considerable rezago en lo que respecta al acceso de la niñez y adolescentes a la educación secundaria y a la culminación de la misma. Esto es preocupante debido a la creciente evidencia de que las personas requieren de niveles de escolaridad que van más allá de la educación primaria, a efectos de tener una mayor probabilidad de salir de la pobreza. De hecho, en la actualidad el acceso a la primaria, y la posibilidad de completarla, no es el indicador predominante de las brechas entre distintos grupos sociales, ni permitirá más oportunidades de movilidad social. La educación primaria es también insuficiente desde el punto de vista del aumento de los niveles de vida sobre la base de agregar más valor en los procesos productivos.

La baja cobertura de la educación secundaria, y sus bajas tasas de culminación, tienen tras de sí el hecho de que, para los estudiantes de menores ingresos, a medida que avanzan a lo largo de los años de educación, les va resultando más difícil permanecer en el sistema educativo, culminar la primaria y pasar a la secundaria. Para los hogares de menores ingresos el costo privado —lo que los hogares tienen que gastar en materia de útiles escolares, transporte, vestuario y calzado, alimentación, etc.— para poder enviar diariamente a los niños, niñas y adolescentes a la escuela, va aumentando a medida en que estos aumentando sus años en la escuela. Lo mismo ocurre con el denominado costo de oportunidad, es decir, los ingresos que los niños y adolescentes pueden aportar al hogar, y que dejarían de percibirse si continuaran en la escuela.

Resalta además que el país efectúa una inversión por estudiante de secundaria, que es marcadamente inferior a la inversión que efectúan por alumno de primaria. Esto resulta contraproducente, porque la provisión de enseñanza secundaria necesita ser más costosa, por definición, que la provisión de enseñanza primaria. La limitada escolaridad promedio que alcanzan los jóvenes de ambos sexos provenientes de los hogares de menores ingresos los condena a acceder a empleos precarios, de muy baja remuneración, que los mantendrán bajo los umbrales de la pobreza en la edad adulta.

Esto estaría predeterminado desde ahora, para las próximas décadas, una fuerza de trabajo de muy baja calificación, y estas son las condiciones en que nuestro país enfrentaran, en las próximas décadas, los desafíos del proceso de envejecimiento, y de una economía global que dejará de lado, sin contemplaciones, a los países y personas que no hayan logrado desarrollar una capacidad básica de asimilación del conocimiento y la tecnología. Las niñas y adolescentes mujeres deben enfrentar obstáculos adicionales, que se relacionan con patrones culturales fuertemente enraizados, que tienden a encadenar a las mujeres, desde edades relativamente tempranas, a las responsabilidades de cuido de otros familiares y las labores domésticas, y con las tasas todavía muy altas de embarazo adolescente.

Por esta razón, resulta imprescindible llevar a cabo un esfuerzo para reducir las tasas de embarazo adolescente y para lograr que todas las niñas y adolescentes tengan acceso a servicios de atención y desarrollo en la primera infancia y educación preescolar de calidad, terminen la enseñanza primaria y secundaria, que han de ser de calidad y producir resultados de aprendizaje pertinentes y efectivos. Esto es fundamental para lograr, además, que el país coseche de manera plena el aporte del denominado bono de género al proceso de desarrollo.

*Economista

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